Hacía ya un par de horas que Jack había partido hacia su trabajo y, sin embargo, Laureen seguía casi en la misma posición en que él la había dejado al marcharse. Sentada sobre la cama y abrazada a sus piernas recogidas no dejaba de echar cada tanto inquietas miradas al androide que yacía a su lado. Tal como ella le había pedido, Jack había dejado el robot en off pero, viéndolo ahora, dudaba acerca de si no era peor el remedio que la enfermedad. El símil de Daniel Witt ya no respiraba; su formidable y hermoso pecho ya no le subía ni bajaba rítmicamente pero, paradójicamente, esa presencia inerte y carente de vitalidad resultaba aun más inquietante y hasta le producía algún que otro escalofrío.
El cuerpo, por supuesto, seguía siendo igual de bello pero adolecía de la ausencia de las miradas, tics, gestos y movimientos que le hacían sensual estando en funcionamiento. Cada detalle de la experiencia sexual con el androide seguía aún presente en la mente de Laureen y había que decir, por cierto, que se había tratado de una experiencia sin parangón con nada: no se iba a mentir a sí misma tratando de negarlo. Sin embargo, un poderoso deja vu hizo presa de ella con la llegada de la mañana, al experimentar otra vez una sensación de vacío muy semejante a la que le había seguido a su paso por el VR; juntamente con ello y tal como se lo expresara a Jack, la angustiante sensación de que su matrimonio se estaba cayendo a pedazos entre tanto placer de fantasía.
Clavó la vista en el portentoso miembro entre las piernas del androide; seguía siendo hermoso desde ya, pero lucía inerte y estático, lejos de esa "vida propia" que había percibido al tener sexo. No pudo resistir, de todas maneras, la tentación de tocarlo y acariciarlo; estiró una mano para hacerlo, cómoda en la seguridad de ver al robot inactivo, lo cual, por otro lado, le libraba en algún punto de las culpas que tanto la atormentaban. Deslizando un dedo índice a lo largo del pene, ya no notó en el mismo ni calor, ni venas latiendo, ni sangre bullendo: ahora era sólo un mero apéndice; una extensión artificial y sin vida. Aun así el roce con el miembro del androide tuvo el efecto de transportar su mente a las horas vividas durante la tarde y noche anteriores, haciéndole recordar con lujo de de talles cada momento y no pudiendo evitar volver a hervir por dentro ante la evocación: el solo recuerdo era suficiente para hacerle sentir al tacto el fabuloso miembro como si estuviese vivo...
Desvió luego la vista hacia el rostro del androide, bellamente dormido por haberlo así dispuesto ella, parecía aguardar la hora de ser activado nuevamente a los efectos de brindarle el máximo placer, aunque lo cierto era que Laureen no sabía a ciencia cierta si tal cosa volvería a ocurrir en algún momento. De pronto ella dio tal respingo que casi la hizo caerse de la cama: le había parecido ver un extraño destello en las inexpresivas órbitas del robot casi al mismo tiempo que al tacto tuvo la fugaz impresión de que el miembro del robot se tensaba... Fue tal el shock que apartó su mano del sexo del Merobot como si hubiese recibido una descarga eléctrica para, luego, crispándola en un puño, ubicarla sobre su boca en clara muestra de terror. El corazón le comenzó a latir con fuerza; bajó de la cama de un salto y, una vez de pie junto a la misma, mantuvo clavados en el robot sus estupefactos ojos buscando determinar cuánto de verdad había en lo que creía haber visto y sentido. Temblando, miró al androide de arriba abajo y comprobó que permanecía sin cambio alguno: inerte, inmóvil, inactivo... ¿Habría sido su imaginación o alguna especie de reflejo mecánico por parte del Merobot?
Tratando de vencer el temblor incontrolable que dominaba sus piernas, buscó poner sus pensamientos en orden y le dio por pensar que quizás el enigma pudiera tener una respuesta de lo más simple, algo así como que Jack hubiera olvidado o simplemente ignorado su pedido de dejar el robot en off o bien que, no estando su marido aún ducho con el uso del control remoto, hubiera sólo apagado parcialmente el androide. Rápidamente y sin dejar de mirar intermitentemente al robot sobre la cama, rebuscó con la vista por toda la habitación tratando de dar con el control remoto: ¿dónde estaba? No se lo veía por ningún lado, por lo cual supuso que Jack podría haberlo dejado en la sala de estar. Antes de encaminarse hacia allí, volvió a escudriñar hacia el robot: ninguna señal de reacción o movimiento alguno; ¿y qué esperaba después de todo? ¿Se estaría volviendo loca entre tanta extravagancia tecnológica? Fuera como fuese, sintió de pronto una incomprensible vergüenza por su desnudez acompañada de una incontenible necesidad de cubrir su anatomía con algo; tironeó de la sábana para dale tal fin pero no consiguió sacarla, aplastada como estaba la misma bajo el peso del androide. Se vio obligada entonces a buscar una a una sus prendas, las cuales se hallaban desparramadas por todo el cuarto; era tanto el súbito e incomprensible pánico que la embargaba que no podía dejar de mirar ni por un momento al androide mientras las iba juntando; una vez que lo hubo hecho y que consiguió más o menos vestirse, echó a andar presurosa y nerviosamente hacia la puerta de la habitación.
ESTÁS LEYENDO
Máquinas del Placer [+18]
De TodoHistoria futurista que combina erotismo y ciencia ficción