La alarma automática del tablero del auto, como era habitual cada día, despertó a Jack Reed cuando ya estaba llegando a su lugar de trabajo. En efecto, apenas entreabrió los ojos pudo ver que el vehículo estaba subiendo por la calle en espiral que rodeaba el edificio de la corporación Vanderbilt en la que él se desempeñaba. Alrededor el paisaje sólo estaba poblado de las altas torres de Capital City en lo alto sobrevolaba Joy Town, el parque de diversiones volante que se sostenía con suspensores antigravitatorios. Echó un vistazo hacia su robot conductor y pudo comprobar que, como siempre, hacía su trabajo de acuerdo a los parámetros normales y manteniendo la vista atenta al camino.
"¿Cómo ha dormido, señor Reed?" – le preguntó el androide, con una voz tan fría y sin emoción como cuadraba a un robot.
"B... bien – respondió Jack sin poder ahogar un bostezo y restregándose la cara -. ¿Por qué nivel estamos?"
"Piso cuatrocientos ocho – respondió el androide -. Restan ciento doce..."
Jack Reed echó un vistazo en derredor mientras trataba de sacudirse la modorra. El vehículo giraba siguiendo la espiral ascendente y, como tal, los edificios de Capital City danzaban ante sus ojos entrando y saliendo todo el tiempo de su campo visual. Fue en una de esas tantas visiones fugaces que distinguió a lo lejos una imagen publicitaria en tres dimensiones que coronaba la cima del Coventry Plaza: una hermosa modelo de cabellos negros y ojos algo felinos exhibía su escultural cuerpo en lo que parecía ser un aviso de algún tratamiento contra el envejecimiento corporal; ya la había visto en un par de publicidades antes y, de hecho, cuando el auto giraba hacia el lado opuesto de la espiral podía verla, algo más lejos, sobre la cima de otro edificio.
"¿Quién es la modelo del aviso?" – preguntó Reed.
El robot que conducía giró levemente la vista durante apenas una fracción de segundo y ello fue suficiente para que se oyera dejara oír el chasquido de un lente fotográfico: había registrado la imagen y ahora se dedicaba a procesarla, lo cual demoraría unos pocos segundos...
"Elena Kelvin – respondió, finalmente -; 25 años, nacida en Amberes..."
Siguió luego una detallada descripción acerca de la carrera y la vida personal de la modelo pero la realidad era que Reed ya no escuchaba demasiado; sólo tenía posada su encandilada vista en aquella joven y, de hecho, apena el aviso desaparecía de su campo visual al ir girando el auto en torno al edificio, ya estaba oteando a lo lejos en busca de la otra imagen. En un momento una de ambas imágenes cambió y fue reemplazada por otra, pero ya se hallaban en el piso quinientos veinte, en donde debía descender del vehículo para ir a su trabajo.
"Estaré aquí a las diecisiete, señor Reed – anunció el robot tal como lo hacía cada día -; que tenga una feliz jornada laboral"
Tras la formal despedida, el vehículo se alejó nuevamente por la espiral ascendente en busca de la azotea, unos ochenta pisos más arriba, en donde los autos subían a una plataforma circular que bajaba a través de un gran hueco en el centro del edificio, llegando a la base en muy pocos minutos: tal plataforma no estaba recomendada para seres humanos debido a lo vertiginoso del ascenso y descenso, razón por la cual era normalmente ocupada por autos tripulados sólo por robots o bien no tripulados en absoluto. Jack Reed, una vez descendido de su auto, se dirigió hacia su oficina y por el camino sólo pensaba en Elena Kelvin, ya para ese entonces seguramente su próxima invitada al VirtualRoom..
Luke Nolan accionó uno de los comandos en el control remoto y el mini módulo se elevó del suelo: se trataba de una camarilla ínfima que, teleguiada y suspendida en el aire, resultaba muy útil como medio de espionaje. Alguna vez se había hablado de prohibirlas pero hasta donde Luke sabía, no había avanzado ningún proyecto en tal sentido. El módulo subió en el aire mientras Luke, control remoto en mano, se encargaba de guiarlo en el ascenso desde su jardín para luego, ya a algunos metros por sobre el suelo, trasponer la verja que separaba su casa de la de los Reed. Sabía que ya Jack había partido hacia su trabajo y lo único que podría ocurrir era que su robot conductor regresase de un momento a otro para dejar el auto en la casa. Desde el control activó la pantalla del ordenador y tuvo así una imagen aérea del parque de los Reed. El pequeño artefacto sobrevoló los cipreses y arbustos y hasta allí no había noticias de ella.
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Máquinas del Placer [+18]
AcakHistoria futurista que combina erotismo y ciencia ficción