Capítulo 21 - Perdida en sueños

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Nota de autor

¡Hola de nuevo mis estimados lectores! Después de varios meses finalmente logré acabar éste, aunque he de admitir que ya lo había acabado hace dos semanas, pero esperé para escribir con calma el siguiente.

También quiero informarles que he corregido todos los capítulos previos, por si alguien gusta darle una releída al fanfic. Cosas que corregí fueron el uso del guion largo para los diálogos, usar acentos para palabras en pasado, errores topográficos, etc. Sin embargo, no reescribí los capítulos, aunque cambié algunas cosillas.

—X—

Elsa y su séquito avanzan por los pisos de la Torre del Circulo, combatiendo con abominaciones, demonios y magos de sangre. En su camino descubrieron que Uldred lidera a los maleficars y Niall, un joven mago, intentó detenerlo junto a otros magos. Sin embargo, tras el enfrentamiento con un demonio de la pereza, todos quedaron inconscientes.

En Risco Rojo, Ser Kai, Gerda y los hermanos elfos se mantienen al cuidado del niño-demonio, Connor. El Arl Eamon sigue enfermo y su hermano menor, Teagan Guerrin, gobierna en su lugar. Teagan hace planes y maquinaciones, esperando hacer alianzas lo más pronto posible, para poder enfrentar al Teyrn Loghain.

—X—

Elsa

Abrió los ojos con pesadez, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Despertó en una suave cama de plumas. Se levantó con precaución, sin comprender en dónde estaba exactamente. Una tenue luz blanca deslumbró sus ojos. Se encontraba en una habitación, pero no era una habitación cualquiera, era su alcoba, la que recordaba de su niñez en Pináculo, incluso sus viejos dibujos estaban pegados en las paredes.

"¿Qué ocurre?"

—¡Hasta que despiertas!—. Exclamó una voz. Elsa giró la cabeza hasta enfocar al dueño de aquella voz familiar: era Jowan, su ex amigo—. ¡Ven, te estamos esperando!

—¿Jowan?—. Preguntó confundida—. ¿Acaso no estabas en Risco Rojo...?

—No tengo idea de lo que hablas, Elsi—. El apodo envió escalofríos a través de su espalda.

Un segundo hombre ingresó a la sala.

—¡¿Duncan?!—. Vociferó la platinada, cada vez más confundida. Recordó que Duncan había caído en Ostagar junto al Rey Cailan—. ¿No estabas muerto?

—¿Muerto? ¡Ja! En absoluto—. Dijo Duncan jovialmente—. He estado cerca de la muerte innumerables veces, más nunca me ha alcanzado. Ahora levántate, todos te estamos esperando.

Elsa hizo lo indicado y siguió a ambos hombres por un corredor. Cuando se dio cuenta, su vestimenta había cambiado y ahora vestía un lujoso vestido de encaje orlesiano con zafiros incrustados en el corpiño, hecho de tela fereldeana azul. Seguía sin entender qué ocurría, ¿acaso no estaba en la Torre del Círculo?

Finalmente llegaron al Gran Salón, donde una multitud numerosa los aguardaba. La masa de personas, debajo de un candelabro plateado, aplaudió y coreó su nombre. ¡Elsa! ¡Elsa!

—Por fin llegas, amor—. La dulce voz de Anna provocó que girara la cabeza en dirección a ella. Ahí estaba, su bella hermana, vestida con una regia armadura dorada que acentuaba la coloración de sus mejillas—. Todos esperan a su reina.

¿Reina? Ella no era ninguna reina, ni nada parecido. Ella solo era Elsa Arendelle, una simple maga. Si embargo, se dejó llevar por esta ilusión tan perfecta. Todos sus amigos estaban allí, incluso su padre y el rostro anhelante de su madre.

Últimos Guardas GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora