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La rocola sonaba al ritmo de escape (the pina colada song) de Rupert Holmes en el bar, y después una voz bastante reconocida hizo agudizar mi oído:

—Mira y aprende.

Tres simples palabras que recordaría por el resto de mis días. Chasqueo la lengua y pongo los ojos en blanco, la chaqueta de cuero que visto hace un sonido chirriante cuando me muevo un poco contra el sofá del mismo material, por un momento casi dejó caer contra el suelo la botella de cristal que sostenía entre las manos, el líquido amarillo logra salpicar y caer en mis pantalones de mezquilla negros y de inmediato el estrés me domina los nervios.
Sin embargo, giro la cabeza rápidamente y mi par de ojos azulinos no se desvian del rostro triunfante de la chica que tenía a tres metros de distancia, lo que no me hacía ver extraño en mi posición ya que era un juego entre amigos que llamó la atención de medio bar, así que no era el único mirando; observo como el cabello largo color azabache le roza la cintura descubierta y las manos le caen por los costados donde la falda de mezclilla negra le contonea la cintura mientras con que en una de ellas sujeta un palo de billar.
Luce tan espléndida, tan alegre que de pronto me entra la melancolía de sentirme fuera de lugar, como sí realmente el hecho de estar con alguien más y en otro ambiente la llenarán por completo. Suelta risas junto con sus demás acompañantes y origina burlas que le hacen prominar el brillo en sus ojos aún cuando estoy distanciado de aquellos luceros cafés. La melancolía se transforma en algo inalcanzable en estos tiempo, estoy feliz por ella, es una felicidad ajena que me hace estar vivo mientras la recuerdo tal y como fue y como es ahora.

Una sonrisa —más parecida a una mueca— se posa entre mis labios y vuelvo a hacer los ojos en blanco, por una parte fastidiado por la escena enérgica y fugorosa de diversión, para luego tomar de la botella de cerveza. Debo entenderme a mi mismo, estoy ansioso, llevo tres días seguidos viendo a esa chica con otros hombres, le he puesto demasiada atención a sus acciones y a sus palabras y como las pronuncia. Estoy dispuesto a acercarme y darle un beso como otras tantas veces pero me detengo, lo sumergo en lo más profundo de mi ser y una felicidad extraña me inunda el cuerpo: Así es como tiene que ser de ahora en adelante.

Seis cervezas eran suficientes para mí estabilidad. El alcohol no hacía más que desencadenar emociones que prefería mantenerlas en lo profundo de mi ser por mi propio bien. Deje medio contenido de la botella sobre la mesita de frente y casi a la fuerza me obligo a despegarme de este sofá y de desviar la mirada de la silueta de aquella chica.

—Derek, ahora paga —grito triunfosa aquella chica mientras el grupo de amigos comienzan a soltar burlas al tal Derek que tanto he comenzado a aborrecer.

Tal vez antes me hubiera encantado escuchar aquellas dos palabras, principalmente con mi nombre al inicio de la oración, resultaba que ahora mismo no iban dirigidas hacia mí persona, mucho menos por las mismas circunstancias.
Un escalofrío me recorrió por la espalda y casi estuve a punto de que la furia se apoderara de mi cuerpo, más que simplemente opté por cerrar los ojos con fuerza e imaginar otra idea de mi otro yo, en otro ambiente, en otro tipo de situación en el que no acababa de ver dos labios tocandose, uno de los cuál había besado un sin fin de veces.
Cuando los volví a abrir me encontré espantado por el alboroto que la gente alrededor hacía, era raro, porque ya había pasado por aquello más de tres veces. No tendría porque haberme sorprendido, lo sabía casi de memoria, cada pequeño detalle, cada pequeña maldita cosa estaba grabada en mi memoria y se repetía constantemente atormentandome hasta quién sabe cuando.
Pero entonces, cuando ese detalle salió de mi cabeza es cuando me doy por enterado que no estoy más en el bar, que precisamente aquellos silvidos y aplausos no eran lo que me habían espantado, no, esto era aún peor: Las luces se enfocaban en mi cegandome y los gritos agonizantes me hacían sentir como sí estuvieran estallandome los tímpanos, conocía de nuevo todo a mi alrededor pero jamás había podido acostumbrarme a aquello, agonizaba cada vez que sucedía, era malo en todos los aspectos.

Another Me: Destroyed | l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora