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El tiempo que se demoraba entre misiones era demasiado relativo, dependiendo del lugar y, si era un poco sincero consigo mismo, nunca estuvo contabilizando los quintantes exactos en las que se mantenía en una o por las cuales tenía que esperar por otra o varias variables de cosas que involucraba las misiones, a él y al tiempo. Trataba de concentrarse y disfrutar lo que estaba haciendo.

Aunque, se sintió un poco egoísta en el momento que, entre sus tímpanos, el sonido de añoranzas y respuestas positivas le hizo darse cuenta que tal vez si había demorado más que lo que había previsto dentro de su mente.

—¿Cuánto te demorará para regresar?— La emoción con la cual Pigde desbordaba esa pregunta no pudo más que hacerle esbozar una pintoresca sonrisa furtiva que muy pocas veces se tenía el lujo de darse a expresar. 

La limitada visión que le daba la pantalla, le dio pie a que sus ojos pasaran por sobre todas las personas que estaban al otro lado del monitor, todos estaban con miradas llenas de alivio y felicidad, incluso había una atmósfera que le daba una sensación que hogar, todas las personas que le importaban estaban allí, todos menos una... ¿Dónde quiznak estaba Lance?

Escucha, esta es la historia de un pequeño chico,
que vive en un triste mundo.

Trató de ignorar por completo ese extraño presentimiento que tenía sobre la ausencia del paladín azul, por un momento, quiso mentirse a sí mismo pensando que tal vez estaba haciendo otras cosas que lo mantenía ocupado y no pudo asistir. Aunque, no tenía mucho sentido esa banal excusa cuando incluso Koran estaba allí mismo.

—Posiblemente en uno o dos días, no estoy muy seguro— Su voz salió tranquila, mirando un poco en el control de mando para ver la trayectoria que estaba en curso—. Pueden surgir algunos imprevistos, pero estamos a la espera de que el viaje sea según lo planeado. 

La conversación en ese momento se desencadeno, chistes, bromas, preguntas, todo lo que se tenían por decir, en ese momento, se estaban desatrasando de todo lo que habían vivido esos últimos meses. Incluso, pequeñas discusiones sin sentido se dieron lugar en medio de las conversaciones, que a los pocos minutos hacían estallar a todos en risas. Era lo único que Keith necesitaba en eso momento. Sin embargo, sentía que faltaba algo más.

Era asombroso la falta que hacía el pequeño cubano en esos momentos, sus malos chistes y buena energía eran totalmente notorios en su ausencia.

Todo el día, toda la noche
lo único que ve es tristeza.
Al igual que él, por dentro y por fuera.

—Oigan, chicos— Sin poder evitarlo más, la intriga se apoderó por completo de su sistema y, como el chico impulsivo del cual se caracterizaba, llamó su atención después de meditarlo—, ¿Dónde está Lance?— Solo fue genuina curiosidad, sin medir o retener la pregunta.

La risa de todos se detuvieron tan abruptamente, arrugando brevemente sus rostros en confusión y buscando por toda la habitación. 

¿Acaso no lo había notado antes?

Luego de un momento, con demasiado desinterés para el gusto del coreano, alzaron sus hombros a modo de repuesta, una demasiada simplista. Su ceño se frunció por esa repuesta tan desganada y sin interés, lo único que hizo fue reforzar sus malos presentimientos y no era algo que le agradaba o le deba buena espina.

Su casa es triste,
con una triste ventana pequeña
y un corvette triste.

Fue la alteana que, con un suspiro lleno de pesadez, rompió el incómodo silencio que se había formado. Alzó su mirada dignamente, para dirigírsela a él de manera hipnótica. Había comprendido el por qué del constante cortejo que le trataba de dar el cubano.

—Posiblemente está en su habitación, no sale mucho de allí últimamente.

Esa respuesta zumbó por toda su cabeza un buen rato, ¿que Lance no salía qué? Fue lo primero que pensó. Sí, algo definitivamente no estaba bien, ya había confirmado con un poco más de fuerza. No fue consciente si sus intrigas internas se estaban notando en demasía o soltó alguna palabra sin ser consciente. De tales forma no importaba, él quería repuestas.

—No te preocupes tanto Keith, mínimo está haciendo un berrinche o escenas infantiles—Mencionó Pigbe—, de nuevo—Agregó con hastío, mientras rodaba sus ojos, enfatizando sus sentimientos.

Todo es triste para él,
incluso él mismo y todos a su alrededor.

—¿Cómo puedes decir eso, Pigde? ¿No que eran mejores amigo?— No le había gustado para nada cómo había sido comentada esas palabras. El disgusto en su voz se hizo notorio, y no le importó.

La menor blanqueó sus ojos, antes de volver a mirarlo vacíamente. Incluso una mueca de disgustó se deslizó por sus labios, a nada de chasquear estos.

—Por la misma razón es que te lo estoy diciendo, Keith— Se defendió y, aunque le doliera en el orgullo, tenía un muy buen punto—. Lo conozco desde Garrison, sé lo que posiblemente está haciendo.

Sin darse por vencido aún con ese tipo de respuestas, su mirada viajó a la de Hunk, quien se encontraba en una esquina sin hablar mucho, algo que le extrañó. Se notaba tenso y nervioso, tratando de evitar la mirada de los demás, o mejor dicho, de la suya.

—Hunk—Trató de que su voz saliera lo más suave y calmada posible y aún así u llamado lo exaltó. Una de sus cejas se alzó consternado.

No dejaría pasar desapercibido los inusuales comportamientos de la persona más cálida y cariñosa que había conocido jamás, y miren que ha viajado por todo el universo. Algo raro estaba pasando, pero nadie quería verlo o decirlo.

El hawaiano alzó su cabeza, mirándolo fijamente sin decir nada. Notó como unas pequeñas bolsas debajo de sus ojos estaban situadas muy difusamente.

—No te puedo asegurar nada, hermano— Respondió poco después, aunque se notó lo forzado que había sonado su timbre de voz relajado—. Lance siempre a sido alguien inesperado. Posiblemente en unos días vuelva a ser Lancey Lance.

Soltó un suspiró rendido y asintió no muy convencido por la repuesta. Dejó pasar todo, al menos por un rato, pero no podía hacer por siempre. En las vargas restantes se repetía una y otra vez la conversación, todo el viaje se la pasó de manera muy pensativa y, se podría jurar, que hasta algo preocupado. Algo le decía que algo raro estaba pasando, ¿intuición, tal vez? No sabía, pero estaba seguro que no lo dejaría pasar. Se encargaría de volver a unir a su familia.

Apenas entró en el castillo, el ambiente se hizo demasiado pesado, como si toda la energía del lugar se estuviera sobrecargando. Bastó con abrir la puerta de la nave, para que sus malos presentimientos le volviera a atacar con fuerza. Trató de disimularlo con su característico semblante serio. 

En el corto trayecto que había desde su posición hasta donde ellos, su mirada iba furtivamente hacía donde Lance. No habían chistes, ni comentarios fuera de lugar, ni actitudes molestas, ni nada. Simplemente no había nada. Sólo había un chico callado, tan silencioso que parecía muerto si su pecho no subiera y bajara con lentitud, que, incluso, podría estar en su propio mundo.

Saludo primero a Shiro, quien estaba al otro extremo de Lance. Quiso empezar por ahí, porque quería saludar de últimas a Lance, un constante nerviosismo se subió por todo su cuerpo, queriendo retrasar el momento en el cual se tendrían que encontrar frente a frente, porque sabía que tal vez todo cambiaría.

Porque no tiene a nadie que lo escuche.

—Lance— Lo llamó, un poco seco, pero fue culpa del pánico. El chico que el cual fue nombrado tenía la mirada en el piso brevemente, dejando en evidencia la diferencia de altura que ya tenían desde la última vez, ahora podía detallas como las pestañas del cubano acariciaban brevemente sus mejillas y sus labios medio abiertos, se contrajeron entre sí.

El paladín azul alzó su mirada y chocó con la violácea del de la espada de Marmora, sintió como esa mirada oceánica se había vuelto opaca y ya no brillaba como antes. Una sonrisa, poco sincera, casi venenosa, se deslizó por su rostro, achinando sus ojos e impidiendo ver más allá de ellos. Lo hacía ver como el ser más disgustado del universo.

—Keith— Su tono de voz...

Definitivamente algo estaba sucediendo.

𝐋 𝐈 𝐄 𝐁 𝐎 𝐘    [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora