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El silencio era lo que estaba abundando en esa habitación más que nada, ninguno de los dos se atrevía a decir algo. Era lo suficientemente valientes, cada uno, para quedarse allí, aunque también eran lo suficientemente estúpidos para poder hablar sin sentir que podrían arruinar ese espacio.

Los párpados de Lance seguían cerrados, ni siquiera daban indicios de querer abrirse pronto. Solo estaban allí, absorto en sí mismo, en todo lo que su interior era, al punto de que dudada que era lo que quería, ¿una desilusión o una realidad?

Aprendí a perder.

 Sin embargo, el hecho de que no tuviera intenciones de abrir sus ojos, eso no le impedía sentir los pasos del contrario aproximándose, podía escuchar la suela del zapato estamparse contra el piso en un sordo sonido.

Recopiló la poca fuerza que le había quedado luego de su combate simulado y, lentamente, sus dos ojos zafiros volvieron a brillar con más intensidad, encarando a la última personas que hubiera querido hacerlo.

Estoy solo.

Un total asombro recorrió su cuerpo al encontrarse con el sereno y jovial rostro de Keith embozando una sonrisa, una diminuta, pero estaba sonriendo. Una sensación rara se instauró en su estómago sin saber qué decir, se había quedado embobado allí mismo.

No supo si pasaron pocos ticks o muchos, pero el hecho de que se había quedado mirando más de la cuenta los labios del mayor le provocaron una fuerte vergüenza que se vio reflejada en sus mofletes.

Me gusta que sea así.

—Vi tu entrenamiento de hace un momento — El primero en romper el hielo fue Kogane, de una manera algo tosca, típico de su carácter.

La declaración le había dado otra sorpresa más y una sensación escalofriante de extrañeza también, al punto que, sin ser consciente, su rostro solo mostró una mueca un poco incómoda por algunos pensamientos que surgían de esas palabras.

—No podía dormir y pensé en ir a la sala de entrenamiento—Astutamente se defendió con rapidez, logrando que cualquier idea incorrecta lograra concretarse—. No sabía que también entrenabas por las noches, eres muy bueno.

No sabía como tomarse aquel cumplido, ni siquiera sabía que Keith, el arisco y callado Keith supiera dar cumplidos sin que su lengua se trabe, era algo raro, pero dentro de ello había algo tierno. Era un sentimiento amargo y dulce a la vez, algo que no estaba seguro de poder manejar.

No puedes permitirte lo mismo.

El color en sus mejillas no disminuyó a pesar de toda la rareza, por otro lado, ya sentía que podía mirarlo a los ojos sin tener el deseo de huir y echarse a correr fuera de ese lugar.

—Yo... Uhum, gracias. Creo... —No sabía muy bien que decir. Hace tanto tiempo no recibía un punto bueno que los nervios lo carcomían en ese instante, pero, como se dijo antes, no solo era un visto bueno, sino un visto bueno de Keith, el gruñón que nunca le había dicho algo sin que fueran gritos, hasta ahora.

Se rascó la nuca un tanto cohibido, tragó saliva sintiéndose pequeño y después  simplemente carraspear un poco.

—Yo... Yo creo que ya me tengo que ir—Avisó de pronto hacía el intruso, sus palabras se alargan un poco, sin sonar muy confiado—. Buenas noches, Keith.

Volteó un rato más mirando la sensacional vista que tenía esa parte, como una especie de despedida también y, posterior a eso,  camina hacia la puerta de salida, con el fin de encerrarse en su habitación, replantearse si seguir haciendo esas salidas nocturnas o no.

Cuando ya su cuerpo le había dado la espalda, una mano lo retuvo del codo impidiéndole avanzar.

Rompí mi camiseta para detener tu sangrado,
pero nada detiene que te manches.

No lo había notado antes, o tal vez no le quería prestar atención. Era inevitable no ver lo atractivo (más que antes) que se había vuelto Keith.

Se había vuelto unos centímetros más alto que él, aunque eso no borraba el hecho que tenía que alzar un poco la cabeza para mirarlo a los ojos, la contextura de su cuerpo era más fornida y su rostro, aún con esa raya Galra en su pómulo derecho, antes lo hacía más atractivo... ¡Oh, Joder! ¿Cuándo se volvió tan maduro? La belleza de ese hombre debería ser ilegal.

Se miraron unos instantes a los ojos, sin saber que esperar del otro.

—Lance— Keith empezó, de nuevo. Pero esta vez fue más suave; como si no quisiera terminar de romperlo—, ¿estás bien?

Podría mentir y decir que me gusta que sea así.

No sabía por qué, pero intuía que esa pregunta abundaba mucho más que un estúpido sentido de cortesía, tampoco es como si, en ese extraño momento, había cabida para saludos superficiales.

Lo examinó de cuerpo completo, terminando nuevamente en sus ojos.

—Yo...

Se detuvo un momento, recordando las veces que había roto en llanto hasta el amanecer, las veces que lanzó su odio contra sí mismo, cuando se sentía solo y ahogado, cuando se sentía una carga y una inutilidad por completo, cuando sentía que todo esa absurdo y a veces no tenía motivaciones más allá de enrollarse  en sus cobijas, cuando su pequeño dolía y no sabía si era por su mente o porque realmente la pasaba algo, cuando quería que alguien estuviera a su lado y poco después se reprochaba ese deseo pensando en lo débil que era.

Suspiró, se preparó mentalmente, una sonrisa pequeña apareció y dijo:

—Estoy bien.

𝐋 𝐈 𝐄 𝐁 𝐎 𝐘    [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora