11. Paranoia

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-Vamos. -dijo Gerardo. Tuve que cerrar el diario.

-Gerardo me dejó en mi casa. Conversamos un rato, pero no sobre Piero. Quería seguir leyendo. Aunque también quería conocerlo. Lo malo es que Joan no daba una descripción física de él. Así que podría ser cualquier Golondrina Gris.

Entré a mi casa. Mi mamá no estaba. Todo parecía tranquilo. Prendí la tele. Algo no andaba bien. Había mucho silencio. Me levanté. Entré a mi cuarto. Me senté en mi silla aparentemente tranquilo, pero en el fondo, estaba buscando algo con la mirada. Algo. Cualquier cosa. Algo que no tuviera que estar en mi cuarto. Me sentía observado...

-Qué hambre.- Estaba actuando. Necesitaba una forma de verme normal y al mismo tiempo pararme a buscar "comida". -¿Dónde dejé mis chocolates? -Dije mientras rebuscaba en mi repisa. Necesitaba una prueba de que no estaba loco. Miré mi escritorio. "Un minuto..." me acerqué a mi mesa y noté que mis dibujos de chicas semidesnudas estaban a la vista. Jamás los dejo a simple vista. Alguien había estado ahí y los había visto. Pero no había sido mi mamá, ella lo habria tomado y lo habria puesto en la refrigeradora con una nota con algo como "¿Así te crié?". Pero no había rastro de algún intruso.

-¡No tiene sentido! -grité con toda mi garaganta. Estaba desesperado. ¡Los de La Flor Blanca habían entrado a mi casa!

La puerta se abrió. Era mi madre.

-Hola, Alan. El señor Lay pasó a limpiar el departamento y me dijo que tu cuarto estaba especialmente sucio. Se más limpio.- El señor Lay había estado en casa. Vaya alivio. No estaba muy seguro si por "especialmente sucio" se refería a mi cuarto o a mis dibujos.

Entré a mi cuarto a meditar. No quería leer el diario. Estaba preocupado. Hoy casi había colapsado y todo por ser paranoico.

La Flor BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora