El ascenso de Marshall

Capítulo 1

Azotó la puerta sin querer cuando se encerró en el baño. Le era difícil controlar su propia fuerza, y no es que tuviera mucha, pero durante una crisis todo podía pasar. Las manos temblorosas ya no le pertenecían. Se las llevó a la cabeza por instinto, tironeando de los mechones castaños donde algunos síntomas grises del estrés comenzaban a aparecer. Los ojos le escocían debido a las lágrimas.

La había cagado, eso era lo único que podía decir. Lo repetía en su mente como un mantra, en medio de la neblina de los pensamientos caóticos. La había cagado, la había cagado, la había cagado. Y de una manera monumental, frente a todos sus compañeros de trabajo, incluida la editora en jefe.

Recordar cómo se había sentido cuando entró a Ladies' Choice le asentó una patada en el pecho. No estaba en posición de afirmar que durante su vida entera había soñado con trabajar en una revista para mujeres. No sería cierto. Conocía a muchísima gente para la que Ladies' Choice significaba la gran meta de sus vidas. Grandes historias se escondían en aquel edificio. Historias de esfuerzo y sacrificio, de pasión por la moda y por lo que aquel gigante de la prensa femenina representaba. Marshall Valenzuela no era una de ellas.

Bueno, no del todo. Viéndolo así, hiperventilándose en el baño de la oficina después de una presentación desastrosa, a nadie le cabría duda alguna de cuánto sacrificio habría hecho para trabajar allí. En cierta forma, era verdad. A Marshall siempre le había fascinado la edición y elaboración de conceptos originales, por lo cual había estudiado diseño editorial.

Desafiar los estereotipos de publicaciones para mujeres, nada más ni nada menos que a través de una de las más populares, le parecía una tarea gratificante. Pero desde que cruzó la enorme puerta de cristal de Ladies' Choice se sintió juzgado y rechazado. En aquella meca del estilo y la creatividad, no había sitio para un treintañero tímido y gris, sin corbatas coloridas ni patrones interesantes en sus trajes de funerario.

Karla Fitzpatrick, una de las figuras más destacadas en el medio, se lo hizo saber casi de inmediato. No con palabras —a nadie le gustaba usar las palabras en ese sitio—, pero sí con miradas despreciativas y monosílabos cortantes cada vez que intentaba iniciar una conversación junto a la máquina de café. Y Parker Brown, el igualmente afamado diseñador, tampoco se mostró abierto a que fuesen amigos.

Marshall Valenzuela siempre supo que estaría solo. No encajaba y no tenía ninguna intención de que su vida se transformase en una mala parodia de El diablo viste a la moda. Jamás acompañaría a su jefa a las pasarelas de París, jamás nadie le consultaría nada, jamás nadie le prestaría mucha atención más que para murmurar insultos a sus espaldas. Sin embargo, aunque fuese capaz de tolerar todas aquellas humillaciones, lo único que no podía soportar era que no usaran ninguna de sus ideas.

Eran buenas. Él lo sabía, Karla Fitzpatrick lo sabía, Parker Brown lo sabía. Y aun así, en cada junta, se dignaban a no escuchar. Ni siquiera iban a escucharlo, como hacían con todos los demás, sin importar qué tan absurdas fueran sus propuestas. Podían estar resoplando de aburrimiento, listos para tirar la toalla, y Marshall seguiría levantando la mano amablemente y volviéndola a bajar cuando nadie le diera permiso de expresarse.

Esta vez sería diferente, se dijo al salir de casa aquella mañana. Durante un mes, había estado calculándolo, planeándolo al detalle, incluso cayendo en sectores que no le correspondían —a pesar de sus problemas con las matemáticas, se las ingenió para trazar un presupuesto bastante realista—. El siguiente número de Ladies' Choice sería un especial navideño y Marshall estaba convencido que, con el giro fresco y original que le había dado a la premisa, nadie se atrevería a decirle que no.

Se trataba, además, de una reunión muy especial. Por primera vez desde que Marshall comenzó a trabajar en Ladies' Choice, la editora en jefe, Joanna Robinson, estaría presente.