Capítulo 36

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Era un día ventoso. A pesar de que la calefacción del edificio hacía un excelente trabajo, Marshall podía ver cómo la gente en el mundo exterior se abrazaba a sí misma y se frotaba las manos, en busca de calor. A través de la ventana en el tercer piso, no parecía más que hormigas de colores, pero era evidente que llevaban varias capas de abrigo.

Apoyó la mano en el cristal y lo sintió helado. No había hecho más que mirar hacia afuera desde el inicio de la sesión. Durante mucho tiempo la imagen de los árboles desprendiéndose de sus hojas muertas había sido motivo de nostalgia, una señal inequívoca del transcurso de los meses. Sin embargo, el otoño ya no lo entristecía. A partir de ahora, sería una memoria agradable.

—No llegarán hasta las cinco, Marshall —le recordó el doctor Arai desde su silla.

El aludido se sobresaltó, mas no como lo hacía antes. La leve sorpresa de que le hablara después de permitir tanto silencio cedió rápido, impulsándolo a darse vuelta y sonreír.

—Lo sé. Solo quería acostumbrarme a...

—¿El afuera? —sugirió Arai, levantando los ojos de sus papeles con simpática complicidad.

—Sí. Hace bastante que no salgo.

—Bueno, eso es cierto, pero han pasado tres años y has mejorado mucho. ¿No crees que es hora de dar ese último paso?

Marshall bajó la vista y volvió a recostarse en el sofá. La escuela de Arai no era la del psicoanálisis, de modo que no tenía diván, pero le permitía subir los pies a los muebles de su oficina de todas formas.

—No estoy seguro de que sea el último.

El terapeuta se acomodó las gafas y la comisura de sus labios se alzó.

—Ningún paso es en verdad el último. Así es cómo funcionan estas cosas y la vida en general, ¿no te parece?

—Supongo. Pero... ahora lo veo de otra manera.

Arai lo dejó explayarse, asintiendo y tomando notas.

—Es solo que... He estado pensando, y me di cuenta de que saber que hay procesos que nunca se terminan solía aterrarme. Siempre estaba buscando acabar con todo tan pronto como fuera posible.

—No está mal que queramos remover las cosas que nos lastiman.

—No lo digo por lo de Luisa. —Era la primera vez que mencionaba su nombre en todo su tratamiento. Hasta ahora, solo se había limitado a hacer gestos afirmativos cuando el doctor le preguntaba si se refería a ella—. Es en un sentido más amplio. Ya no estoy tan desesperado por dar últimos pasos. Empiezo a ver que... todo termina cuando debe terminarse, ¿no?

Arai infló una mejilla y siguió escribiendo.

—Es sin duda alguna un pensamiento bello. Pero lo importante es: ¿sientes que te ayudará?

Marshall lo pensó un segundo.

—Sí, siento que sí.

—Entonces disfruta de los procesos buenos y sobrelleva los malos como te sea más fácil. Como has estado haciendo todo este tiempo en que trabajamos juntos.

El más joven se acurrucó contra los mullidos almohadones del sofá, un renovado optimismo apoderándose de su corazón.

—Además, tu vida actual... tu vida futura —se corrigió Arai— está llena de maravillas. Mencionaste que tenías una entrevista para un empleo que te interesa.

—Sí —contestó Marshall con aire soñador—. Cortesía de Joanna, en realidad. Lo cierto es que no puedo quejarme. Sé lo difícil que es conseguir empleo para las personas que salen de...

El ascenso de MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora