No podía sentirme más pletórica, y no era ninguna ironía o un eufemismo, no, realmente no podía sentirme más satisfechamente llena, al menos de una manera conceptual, tal vez retórica, como una buena metáfora de la felicidad.
Lexa era mi novia, el amor de mi vida, de eso estaba cien por cien segura, si no más. Estábamos juntas y ya habíamos empezado a planear nuestro futuro, justo aquel jueves en que April me llevó a la cabaña de su padre, a donde Lexa había ido a despejarse cuando sintió que nuestra relación no tenía futuro.
¿Futuro predestinado? ¡Ja! Me río yo de los hados o el destino, el futuro hay que perseguirlo con fuerza y fiereza, no se puede dejar que las cosas sucedan porque sí, depender de las decisiones de unas supuestas deidades o, peor aún, de algún otro ser humano. No podía ahora negar que había sido una suerte enorme conocer a Lexa cuando aún teníamos cuatro años, o encontrarnos años después, dos veces más, bueno, quizás eso sí que tenía algo de destino imprimado, pero solo eso, lo demás nos lo habíamos labrado nosotras, luchando cada día hasta encontrar nuestro momento.
Pero, ¿se debía todo al destino? No, por dios, claro que no, el futuro hay que agarrarlo con ambas manos, bien seguros de nosotros mismos, luchar por lo que queremos, por lo que deseamos, por lo que amamos... Y todo eso lo sentía por Lexa, porque estaba segura de que mi futuro era ella. Sin dudas, sin miedos, porque estaba totalmente segura de que lo que quería era vivir con ella mi vida, compartir cada momento, lo bueno y lo malo; porque la amaba, como jamás pensé que amaría a nadie, porque no era capaz de imaginarme ni concebir una vida sin ella; porque a su lado conocí un nuevo sentido de la felicidad y de la rutina, cada día puede ser diferente con Lexa, siempre más especial que el anterior; porque nadie me conoce mejor que ella, ni siquiera yo misma, y porque con ella encontraba cada vez una mejor versión de mí... Por todo eso, y muchísimas cosas más que ni era capaz de expresar, había agarrado mi futuro con tanta fuerza, porque ella era mi futuro.
Ahora bien, ese futuro venía con un par de detalles que surgieron a la mañana siguiente, después de que Lexa me perdonase el haberme acostado con Bellamy, manteniendo la firme idea de que no había nada que perdonar, esa mañana cuando, por fin, me atreví a decir en voz alta algo que me rondaba por la cabeza desde hacía meses, prácticamente desde la primera vez que cogí en brazos al pequeño Nick. Quería tener hijos con Lexa, formar nuestra propia familia, algo que sabía que era un deseo profundo suyo, la maternidad, algo que, ahora, estaba segura de que lo compartíamos.
Si se le puede poner nombre a la felicidad, yo le pongo Lexa. Su reacción fue tan conmovedora, cuando por fin se le quitó la cara de susto, quiero decir, se puso eufórica y acompañó a mi alegría por ese camino, dejando de lado el encuentro sexual hasta que hablamos de pequeños detalles sobre ese futuro, sobre nuestra familia, dándole forma con una proyección en el tiempo de varios meses después.
Como fuere, desde aquella conversación, y aquel fin de semana, había pasado un mes, ya nos encontrábamos a finales de agosto y, con ello, se acercaba un día muy especial para Lexa, que por suerte había caído en viernes ese año.
Sí, era el día del cumpleaños de mi idiota favorita.
El viernes, veintinueve de agosto, Lexa cumplía sus treinta y dos años, y, claro está, yo tenía desde hacía días un regalo muy especial que darle. Era algo simbólico, relativamente simbólico, quiero decir, porque tenía un significado muy importante, aunque esa llave, que guardaba en una cajita, al fondo de mi armario, no abría realmente nada, no aún, al menos, la idea era que, en algún momento, si que abriese algo, y ese algo no era otra cosa que una casa.
Sí, le iba a pedir a Lexa que viviéramos juntas, ya no me parecía precipitado, no, teniendo en cuenta que prácticamente ya vivíamos juntas, y que habíamos hablado ya de formar una familia con dos niños, al menos dos, dijo exactamente. Suponía que Lexa pretendería que buscásemos casa luego del embarazo, más bien durante, pero yo no opinaba así, ya que iba a ser yo la que quedase en estado, sabía, por experiencia, que buscar casa no solía ser demasiado agradable en según qué casos, y quería un embarazo tranquilo, así que era algo que debíamos hacer a priori. Además, ejem, no voy a mentir, quería vivir ya con Lexa, tener nuestra propia casa, asentar nuestro futuro en algún lugar.
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Hasta que llegaste tú
FanficCuando la amistad desaparece, otro sentimiento nace. Han pasado casi 10 años desde que Lexa y Clarke perdieron el contacto, una noche casual, el destino las une de nuevo. Después de ese encuentro entrañable, no esperaban volver a verse más, pero l...