16. ¿Se acabó?

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Maratón 3/4

Incliné la cabeza para besarla, un beso dulce y suave que pronto se volvió más necesitado, mi lengua invadió su boca mientras mis manos se movían por su cuerpo de forma muy poco inocente, haciendo un recorrido total por toda su anatomía, disfrutando de los gemidos que escapaban de su boca.

Clarke comenzó a moverse contra mí, sus manos se deslizaron sobre mis pechos, amasando con delicadeza, sus besos eran suaves, pero sedientos, demostrando una necesidad intensa. Mientras comenzó a bajar esos besos por mi cuello, entreteniéndose en aquel punto débil que me hacía temblar de pies a cabeza y ella había descubierto recientemente, donde le encantaba perderse largos ratos. Siguió bajando por el centro de mi pecho, dejando besos y lamidas, más abajo, por mi abdomen sin llegar a cruzar la línea hasta mi intimidad, se entretuvo besando la v de mi bajo abdomen, lamiendo las crestas de mi pelvis y luego volviendo a subir por el centro de mi torso, todo ello sin dejar de mimar mis pechos con sus manos.

Volvió a mi boca besándome despacio, mi respiración estaba desacompasada por la excitación que me recorría, ella también parecía estar sintiendo la pasión del momento, no tardó en colocarse más cómodamente sobre mí, cruzando nuestras piernas haciendo que nuestros sexos entrasen en contacto. Gemí al notarla tan húmeda y caliente contra mí, su movimiento era lento y pausado, suspiró contra mi cuello antes de volver a besarme, sin detener su movimiento. No tardé en empezar a moverme yo también, haciendo de aquel momento intenso y placentero algo incontrolable, todo su cuerpo rozándose con el mío, notando especialmente sus voluminosos pechos contra los míos. Los besos eran cada vez más cortos, acelerados, pero ya no podíamos aguantar largo rato besándonos sin tener que separarnos para tomar aire a bocanadas, era casi imposible respirar, mi corazón latía desbocado, sentía la piel de Clarke húmeda contra mí, las palmas de mis manos sostenían su baja espalda y su trasero, presionándola contra mi cuerpo todo lo posible.

-¡Diablos!- dijo casi sin aliento contra mi boca- Eres una amante excepcional.

-Tú también- jadeé casi sin aire, demasiado excitada para centrarme del todo en las confesiones coitales- Joder, eres increíble.

La besé con fuerza unos segundos antes de separarnos, nos miramos a los ojos muy de cerca, muy intensamente, nuestras bocas a una distancia mínima mientras respirábamos la una de la otra, los movimientos de nuestras caderas eran cada vez más certeros y descontrolados, los jadeos y gemidos llenaban la habitación, camuflando el crepitar de la madera quemándose en la chimenea. Hacía calor, mucho calor, la humedad entre nuestras piernas era profusa, no aguantaría mucho más, pero no quería venirme antes que Clarke, aunque a ella no debería faltarle demasiado tampoco.

Aceleré mis movimientos, consiguiendo que mi cuerpo se tensase por completo antes de soltar un gutural gemido y comenzase a temblar, ella no se detuvo, apreté la mandíbula, tratando de seguir moviéndome, pero apenas unos segundos después Clarke se corrió sobre mí, emitiendo un ronco grito. Seguimos moviéndonos suavemente unos momentos hasta que nuestros mezclados orgasmos acabaron, entonces Clarke se dejó caer contra mí, enterrando la cabeza en mi cuello mientras respirábamos con dificultad, agotadas.

Pasaron un par de minutos donde ninguna de las dos no habló, pude notar su respiración normalizándose y su fuerte latido cardiaco contra mi corazón, latiendo al unísono, como el ritmo más bello que nadie jamás haya podido crear o escuchar. De pronto su ronca risa inundó mis oídos, aún escondida en mi cuello.

-¿De qué te ríes?- pregunté acariciando su pelo, sin poder evitar sonreír.

-Acabo de tener un déjà vu de nuestra primera vez- elevó su cabeza para mirarme, apoyando su codo a un lado para sostenerla sobre su mano- Nuestra primera vez juntas.

Hasta que llegaste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora