𝕮𝖔𝖓𝖏𝖚𝖗𝖔 𝕴.

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El fondo del viejo centro comercial le parecía bastante encantador e interesante a los azulados luceros de Karma, lo que provocaba que ignorara su alrededor como si no existiera nada más.

—¿Escuchas lo que te estoy diciendo? —preguntó una fuerte voz que la hizo salir de su ensoñación.

Aquel reclamo venía de parte de su padre, quien parecía haberle preguntado a la joven más de una vez. El hombre de cabellos grises se encontraba angustiado por la falta de compromiso de su hija a la hora de escucharle cada vez que hablaba o emitía algún sonido en concreto para llamar su efímera atención. Siempre acababa desesperado y la muchacha no le culpaba, a decir verdad, era propensa a distraerse con facilidad cuando tenía oportunidad.

—¿Es otra vez esa loca idea que tienes de dejar todo lo que tenemos aquí para mudarnos a Yellowknife? Te volveré a decir lo mismo que en anteriores veces, no estoy de acuerdo ꟷconcluyó desesperada porque su progenitor no entendiera su postura ante tal decisión.

Para Karma, en el fondo no creía que fuera mala idea acabar todas sus cosas pendientes donde vivían en ese momento y cambiar de aires de una vez por todas, pero algo en ella le impedía permitirse dejar a sus amigos de lado. Ya habían hablado de ir a la misma universidad en cuanto todo el tema de la graduación terminara y palpaba en lo más profundo de su ser que si se iba sin cumplir su trato, los estaría traicionando en una inmensa infinidad de posibles maneras. Tenían pensado ir de vacaciones juntos, incluso de irse a vivir al mismo piso para compartir gastos y pasar más tiempo próximos los unos de los otros. La joven de cabellos azabaches no podía tirar por la borda todas aquellas decisiones mentales llevadas a cabo entre sus amigos y ella durante los dos últimos años, lo habían planeado con mucha ilusión.

—Te gradúas este año, no deberías preocuparte por el tema de los estudios —mencionó su padre con desasosiego—. Y lo tomas como si fuera un mundo, pero Canadá no está tan mal.

—Canadá, tú mismo lo estás diciendo, pero tú quieres llevarme a un pueblo recóndito que a saber a cuántos kilómetros está de la civilización a la que tú llamas Canadá —reclamó Karma enredando céntricos mechones de su cabello para tirar de ellos con angustia.

La joven agarró su vaso de Coca Cola para darle un pequeño sorbo, ayudándose de la pajita blanca y amarilla acartonada que le había puesto minutos atrás.

—Es lo mejor, para ambos. Allí encontraría trabajo seguro y tú estarías tranquila ya que, la civilización como tú la llamas estaría muy lejos de ti. Ya no habría más quejas tuyas sobre lo mucho que odias la simple existencia de otros.

Con eso, Karma debía admitir que dio en el clavo, pero su ego estaba por encima de todo ante la respuesta con sorna de su padre y no dejaba de haber cosas que la retuvieran allí.

—Robert, oh, mi viejo amigo. ¿Recuerdas a Robert, cariño? —preguntó el señor con un ligero brillo en los ojos, a lo que la chica se dedicó a negar con dedicación—. Claro, ¿cómo ibas a acordarte? Eras tan solo una cría. Robert trabaja en un viejo taller de Yellowknife y conseguí contactar el otro día con él. Quien diría que seguiría guardando su número en una de mis tantas agendas —dijo mirando al techo del local, perdido en sus pensamientos.

—Papá, al grano —respondió Karma dejando los ojos en blanco mientras bufaba suavemente.

Siempre que podía se iba por las ramas y nunca sabías que te acababa contando al final, pero ella no podía quejarse, le pasaba exactamente lo mismo, aunque fuera de manera transitoria en silencio, en sus pesados y quejumbrosos pensamientos.

𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐘 𝐌𝐎𝐎𝐍 ⸻ 𝐌𝐈𝐍 𝐘𝐎𝐎𝐍𝐆𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora