𝕮𝖔𝖓𝖏𝖚𝖗𝖔 𝕴𝖁.

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Karma soltó algo de aire por la boca proveniente de sus, ahora, marchitos pulmones haciendo que vaho se formara delante de ella en una figura abstracta y tenebrosa. Su mejor amiga le decía que algún día se iba a deshinchar de tanto suspirar, pero la pelinegra no podía parar de hacerlo, era una manía que tenía. Anduvo todo lo rápido que pudo, aún sentía aquellos pesados pasos a su alrededor, pero no podía ver nada. ¿Era su imaginación? ¿Sugestión? ¿Realmente se había emparanoiado tanto con las grabaciones del programa? Después de caminar un par de minutos, pudo divisar el lago dificultosamente por la oscuridad y empezó a correr hacia el lugar haciendo caso omiso de lo que sus oídos eran capaces de captar y oír. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, vio que el agua se encontraba revuelta, pero por lo demás, no había nada sospechoso en ésta. La chica tenía razón, habían retirado todo tipo de rastro de lo que una vez hubo allí o simplemente todo había sido una farsa y un montaje. Karma lo supo. Supo que no había nada fuera de lo común y que el bosque seguía siendo el sitio más tranquilo del pueblo. Se acercó con parsimonia todo lo que pudo a la orilla, sin prisas, todo estaba en orden como de costumbre. Negó con su cabeza y se dio la vuelta para volver a casa, pero un crujido de una rama seguida de pasos a su izquierda provocó que la joven se detuviera de golpe. Respiró profundo para observar un poco más delante de sus pasos, hacia donde se produjo el sonido. Pero, ¿cómo no? Nada, solo un vacío existencial que le daba ansiedad en cierta parte. De repente, uno de los arbustos que se encontraba en medio de dos fornidos robles se movió y dirigió sus luceros velozmente hacia allí, por lo que pareció más un acto reflejo.

Jamás podrá olvidarlo. Aquellos dos grisáceos ojos brillaban como la luna llena, pero solo eran eso, dos ojos. La escudriñaban fijamente por lo que se quedó estática de la impresión. El calor recorrió su cuerpo y sus nervios se manifestaron en ligeros tembleques bastante visibles para cualquier persona. ¿Qué era eso? ¿Era alguna clase de broma? Los luceros danzaban solos luchando con la gravedad, no había ningún cuerpo que se les atribuyera. ¿Todo volvía a repetirse? La sensación de que una violenta y penetrante mirada no le quitaba la vista de encima haciéndola sentir intimidada, débil ante ella. Una brusca ráfaga de viento sacudió su cuerpo y cayó al suelo irremediablemente sin darle tiempo a reaccionar para frenar la caída. Karma gruñó de manera ronca por el impacto con el mojado césped, cosa que amortiguó un poco el golpe, pero no evitó del todo el dolor. Miró otra vez hacia el arbusto pensativa. Solo deseaba que aquella caída la hubiera sacado y arrancado del mal sueño en el que se encontraba, quería que todo fuera invención de su imaginación, pero la suerte no estaba de su parte. Fuera lo que fuese eso, seguía ahí, observándola y, seguramente, estudiándola con detenimiento. Una suave brisa, para nada comparada con el viento de antes, viajó pegada a la cabeza de la muchacha, más concretamente por uno de sus oídos. Y a los segundos, oyó un susurro.

Corredijo la voz de una mujer que se le hacía peculiarmente conocida.

Acompañaba la brisa con su alarido y Karma se quedó más atónita de lo que ya estaba, abriendo sus ojos como platos. ¿El aire acababa de hablarle? No podía ir a peor todo aquello, estaba volviéndose loca, demente. Se levantó de golpe en un acto torpe con ayuda de sus manos y su cabeza comenzó un trayecto en forma de espiral para hacer a Karma casi caer de nuevo de bruces. Para cerciorarse una vez de recompuso, observó una última vez la desordenada plantación. Esos luceros se cerraron tan lento que pudo presenciarlo y desaparecieron sin dejar pistas. Karma estaba segura de que todo era debido a los nervios, le estaban jugando una mala pasada. Un frío y violento escalofrío la recorrió de pies a cabeza por la columna vertebral y tan solo le quedó correr como le había mencionado esa voz instantes antes, sentía en lo más profundo de su ser que debía hacerle caso. ¿Y si realmente se estaba volviendo loca? No podía consultarlo con nadie, se lo confirmarían sin ni siquiera apuntar nada en un papel, se iría de cabeza interna a un psiquiátrico. No entendía como es que podía trotar a tanta velocidad. La testa le daba vueltas como nunca antes y estaba comenzando a vislumbrar todo borroso debido a la humedad de la niebla y su nerviosismo. El miedo ganaba a sus ganas de correr, no paraba ni por un mísero instante.

𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐘 𝐌𝐎𝐎𝐍 ⸻ 𝐌𝐈𝐍 𝐘𝐎𝐎𝐍𝐆𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora