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Las semanas pasaron y SeokJin no había vuelto a recibir ninguna otra carta, pensaba que había sido solo una confusión. Una confusión con una experiencia muy extraña y única.
Aunque le dolía saber que nunca recibiría algo así por parte de su amado, mantenía la certeza de que él lo amaba más que a nada en este mundo.

Pronto NamJoon llegó del trabajo y fue recibido por los cálidos brazos de su esposo, el rubio le ayudo con su saco y su maletín y ambos se sentaron en el sillón doble que había sido abandonado por unos días.

SeokJin daba tímidas caricias al cabellos de su esposo, y este recostado en sus piernas cerraba los ojos recibiendo con gusto las muestras de cariño. Él rubio delineaba el rostro del contrario, desde la frente, pasándolo por las mejillas hasta llegar a la barbilla y de ahí perder su línea hasta el cuello, donde comenzaba la camisa del pelinegro.

El sonido del timbre se hizo presente, SeokJin hizo caso omiso de aquel peculiar sonido y siguió acariciando los cabellos de su esposo.

—Abre la puerta SeokJin, no quiero que nos molesten— Escucho decir del pelinegro, perezosamente se levantó y fue hasta la puerta, mientras NamJoon seguía acostado en el sillón.

Abrió esperando ver a algún amigo, pero no encontró a nadie, asomo su cabeza de derecha a izquierda verificando la ausencia de movimiento en el pasillo.

Justo cuando iba a cerrar la puerta sus ojos dieron una vista rápida al suelo, visualizando aquello que lo mantuvo al borde de los nervios por estos últimos días.
Y a su lado se hallaba un ramo de flores, perfectamente limpias, adornando su alrededor de pequeñas florecitas blancas y un poco de clavo para dar color. Envueltas en un papel gris azulado y con un moño del mismo color. Sus ojos se llenaron de ilusión cuando estiró su cuerpo para recoger el ramo de flores.

—Violetas— Dijo casi en un susurro, sus manos acariciaron los pétalos morados y se deslizaron hasta el centro amarillo.

La sonrisa que adornaba su rostro desaparecio de inmediato, NamJoon no debía de enterarse que había recibido flores de un desconocido. Tomo la carta que aún seguía en el suelo y la escondió en su ropa. Y el ramo lo escondió en el cajón de algún mueble que se encontraba cerca.

Y con algo de nervios regreso al sillón acariciando al pelinegro que ya se encontraba dormido.

❝ Violetas - knj • ksj ❞ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora