Alicia

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en un lugar cualquiera, un día cualquiera

Querida Alicia;

Tu sabes muy bien que la cosa no fue bien. Todo comenzó con un error y acabó siendo un gran problema.
No siempre fue así, claro que no. Hubi un tiempo en el que las flores olían dulces, que todo tenía un color más vivo. Hubo un tiempo en el que el sol nos calentaba y la lluvia nos acogía en su dulce abrazo. Pero antes de la tormenta siempre debe haber un tiempo de calma, ¿no?
Esa fue una lección que aprendimos rápido, a lo mejor demasiado pronto, pero tarde o temprano lo haríamos. No había otro final posible para nosotras.
Pude ver cómo se te apagaba el brillo de tus dulces ojos de niña, pude ver cómo tu sonrisa se deshacía en lágrimas.
Te vi crecer, haciéndote más pequeña cada día, un poco cada vez. Te vi sufrir todos los días por tener que fingir una sonrisa. Intentaste engañarme poniéndome buena cara y diciendo que solo estabas cansada. Las dos sabíamos que no era verdad, pero lo dejamos pasar.
Y lo siento, por que realmente lo siento. No haberte defendido cuando pude hacerlo. No haberte dejado llorar cuando más lo necesitabas. Gritarte lo inútil que eras por no poder hacer nada. Te llegué a convencer que te merecías todo lo que pasaba.
Te hice daño, te dañé sabiendo que no lo superaría, te dañé sabiendo que te romperlas, te dañé queriendo hacerlo. Porque créeme, de verdad que quería, y sentaba tan bien... pero también dolía.
Nunca te valoré lo suficiente, nunca fuiste lo suficientemente importante para mí. Nunca tuve el valor de escucharte a tí antes que al resto.
Y ahora sé que fui yo quien te mató. Quien te mató por dentro y luego pisó las cenizas para asegurarse de que no te levantabas. Fui yo quien apagó el brillo de tus ojos, y fui yo tus lágrimas y tus gritos. Fui yo tú dolor. Fuí yo, quién de verdad necesitabas la que te acabo aplastando para poner al resto de primero. Necesitabas que te quisiera y amara, necesitabas desahogarte y preferí que me mintieras mientras yo me convencía de que no pasaba nada. Pero jamás fue bien. Y duele. Duele tanto saber que fui yo, la persona que se suponía que estaba contigo, a tu lado, quién te hizo el mayor daño.
Me consolaba pensando que no era mi culpa, me consolaba pensando que si ellos inflingian el daño, si ellos te maltrataban, no era yo la culpable. Y te ayudé a ocultar los golpes en vez de ayudarte a que acabaran.
Tanto los golpes de fuera como los de dentro.
Y es que yo pensaba que no tenía elección. Y aún ahora, si todo se repitiera, haría exactamente lo mismo. Porque yo también estoy perdida, y es que no sé que hacer.
Lo pienso una y otra vez y sigo buscando de que otra manera pude haber actuado. Pero sigo sin encontrar respuestas.
Y lo siento, de verdad que lo siento. Te prometí cuidarte y protegerte. Te prometí que sería un Pilar en el que te pudieras apoyar. Pero acabé dejando que todos se apoyaran en mi meno tú. Solucioné problemas en tantos, dándoles trozos de mi hasta quedarme vacía. Y por ello me disculpo, porque acomodé a todos en mi corazón y se me olvidó dejarte un hueco a tí, que solo necesitabas un hombro en el que apoyarte.
No te pido que me perdones, ni que leas esta carta.
Sólo te pido perdón por como acabó todo. Me disculpo por em final que no pude darte. Pero a pesar de todo puedo quitarte el dolor, y es por eso que se que no leerás esta carta, que no debería poderse llamar así. No puedes llamar carta a algo que es únicamente una despedida.
Es tarde, sé que no debo escribirte a estas horas, pero después de todo ya no podré volverte a escribir despues de esto.
Buenas noches, pequeña. A pesar de todo te sigo queriendo, por ello haré que todo acabe lo más rápido posible.
Firmado;
Alicia.

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