Familia

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-Esta es la última maleta señorita- menciona el conductor mientras termina de bajar mi última maleta.

-Gracias- cierra la cajuela mientras tomo mis maletas.

-No me concierne, pero... esas lagrimas no parecían de alguien que quiere irse, ni siquiera tus expresiones, es más como si estuvieras siendo sacada de ese lugar.

Lo observo con una sonrisa triste mientras pienso mis palabras.

-Dia a día se cometen muchas injusticias en este mundo, y creo que ya era mi turno de vivir una, nuevamente.- dicho esto, inicio a caminar para entrar al aeropuerto y dejo atrás al conductor quien parece haber entendido mis palabras, pero no la historia detrás de estas.

Me adentro en el agitado mundo de un aeropuerto mientras observo a todos ir de un lado a otro a velocidad. Algunos con rostros de molestia, estrés, desesperación, otros parecen tímidos y desorientados.

Camino sin rumbo alguno chocando con un par de personas y esquivando a otras, con miedo de perderme. Llego a una chica uniformada quien amablemente me ayuda en todo hasta estar a sólo minutos de abordar.

-Pasajeros del vuelo seis a Nueva York favor de abordar por la puerta cinco- suena en el lugar y observo que es mi vuelo. Temerosa voy a esa puerta y me paro frente a ella con los bellos de punta en espera de que Leo me detenga, pero no será así. Le doy un último vistazo al lugar para después abordar con nervios y melancolía oprimiendo mi pecho y critalizando mis ojos.

Busco mi asiento y agradezco que mis compañeros sean unos ancianos que no causan molestia. Sólo ríe y se sonríen. Observo a la ventana y me transportó en aquellas risas y bellos momentos. En aquellas carreras y peleas, en aquellas escapadas y escondidas. En como fue cambiando su rostro, y su físico, y en como pronto dejé de ser más alta que él. Sigo por medio de mi reflejo en el cristal de la ventana como las lágrimas descienden de mi rostro.

<<Ya no hay vuelta atrás Baikey>>

Repito en mi cabeza una y otra vez mientras ahogó los amargos sollozos. Nos inician a dar las medidas de seguridad e indicaciones mismas que intento escuchar, pero es inútil, y más con un Leo en mi mente. Me abrochado mi cinturón de seguridad siguiendo las indicaciones del piloto y respiró hondo antes de que todo comience.

-No creo que sea buena idea entrar ahí Leo- me detengo en seco observando la oscura cueva.

-Vamos Em, ¿o acaso le tienes miedo?- su rostro se torna en sorpresa y burla.- ¿acaso Emily le teme a algo?

-Callate y vamos a entrar- le arrebató la linterna y respiró hondo antes de entrar a esa cueva.

-Hey Emily- toma mi mano y lo observo. Su mirada de inmediato me llena de paz.- yo voy a estar contigo, y no voy a dejar que nada te pase.

-Le tienes miedo a los bichos Leo, seguro cuando veas uno correrás.

-No si ese bicho intenta hacerte algo- tira de la comisura de sus labios y me regala una de las sonrisas más alentadoras. Sonrió llena de seguridad y junto con Leo entro a la cueva.

-Yo voy a estar contigo y no voy a dejar que nada malo te pase- susurro mientras el avión despega y todo se va haciendo pequeño. Esto en otra ocasión pudo emocionarme, el viajar por primera vez en avión pudo haber sido una buena experiencia sino fuese para alejarme de lo único que me quedaba.

Me recargo en la ventana e intento ignorarlo todo.

Desiendo del avión y con ayuda de una azafata logró completar con éxito todo lo pedido y encontrar mi equipaje. Voy a la salida buscando a algún rostro parecido o un tanto conocido pero algo se retuerce en mi estómago cuando no veo o distingo a nadie. Observo los papeles en las manos de las personas y choferes y ninguno con mi nombre. Mierda.

Me quedo ahí minutos y no llega nadie, sin perder esperanza me quedo quieta a pesar del transcurso de la horas mientras veo como las familias se reciben en un caluroso abrazo mientras estoy sentada en un feria banca.

Afuera inicia a hacerse oscuro y no tengo más uñas por comer de los nervios. No me sorprendería saber que mi familia no me quiere ver siquiera, o que me botaron por ahí. Mi madre no fue muy querida por su familia, y yo no fui muy esperada cuando se enteraron que mi padre desapareció. Siempre tacharon a mi madre de una inservible e inútil, pero nadie entendió el sacrificio que tuvo que hacer de sus estudios para trabajar y poder ayudar a construir un techo donde vivir. Nadie entendía lo difícil que le resultaba ser tocada por otros y golpeada por otros cuantos sólo para alimentarme. Nadie entendió lo complicado que fue para ella dejar de ser dueña de su cuerpo por llevar alimento a mi boca. Mi madre no fue ni será como el resto. Mi madre no vio por su bien antes que por el de otros, sino al contrario. Es de valientes dejar tus estudios para ayudar a tus padres a alimentar a tus hermanos, para que al final estos terminaran negándote.

-¿Emily?- escucho mi nombre y suelto todo el aire que mis pulmones retenían. Me pongo de pie de inmediato y siento carente el oxígeno cuando sus ojos penetran los míos a pesar de su gran altura y mi baja estatura.

Enamorada de un PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora