Los cumpleaños

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Los años pasaron y pronto Leo y yo dejamos de ser un par de niños de 5 años, que fue la edad en la que por primera vez entre en este castillo, y la primera vez que lo vi, ahí, aferrado a la pierna de su mamá escondiéndose.

-¿Qué haces Emily?- pregunta una de las cocineras.

-Unas panquecas para el príncipe Leo- digo sonriente.

-¿Hoy cumplen diesiocho cierto?.

- Si, hoy ambos cumplimos dieciocho- dejo las fresas y crema batida en la barra. Para después girarme y ver a Susan con un regalo frente a mi.- Susan sabes que no tenías que hacerlo.

-No seas modesta niña, abrelo- saco de la bolsa de regalo una carta y una pequeña caja aterciopelada. Observo a Susan y ella sólo me ve sonriente con sus ojos cansados por los años de trabajo.

Abro la carta y mi corazón se detiene con sólo ver la letra y de quien es.

-Esto... Esto es de mamá- mis ojos de lagrimean.

-Antes de que ella se fuera, me pidió que te entregara esto en tu cumpleaños número dieciocho.

-La hecho tanto de menos- abrazo a Susan mientras mi cuerpo tiembla.- gracias Susan.

- Solo cumplo con mi deber- me separo de ella quien me sonríe calidamente- y creo que tu con el tuyo.

Me señala el reloj detrás de mi y Leo está por despertarse en sólo minutos.

-Tengo que darme prisa- le pongo las últimas fresas y crema batida a las panquecas de plátano que tanto le gustan. Sirvo el café a la incógnita pues él no debería tomarlo, pero le encanta.

Salgo de la cocina con la charola en manos hasta llegar a su cuarto, me detengo en la puerta para poner las velas y encenderlas.

Entró al cuarto y lo veo dormido. Inició a cantar la canción de feliz cumpleaños frente a él quien se despierta poco a poco. Sus azules ojos atrapan los míos y una gran sonrisa se dibuja en su rostro cuando toma consciencia de que día es hoy, y del porque tengo unas panquecas en mis manos.

-Buenos días príncipe Leopoldo- imitó un tono elegante- me han mandado para entregarle este regalo.

-Dígame quien tuvo tan grande dicha, señorita Emily.

-Me pidieron discrecion- le sonrió saliendo de mi papel- no creo que te guste comer panquecas con velas derretidas.

-Le da un sabor especial- se inclina para apagar las velas.

-No se te olvide el deseo- me observa por un tendido momento.

-Eso jamás se me olvidara- sopla las velas para después tomar una fresa e introducirla en su boca.- ¿Solo me verás comer?.

-Tengo más deberes por hacer su Alteza- hironizo- si así lo gusta puedo retirarme.

-Atrapala- me lanza una fresa al aire y con la comida en manos aún, la atrapo- buena esa.

-Viejo truco- le giño el ojo. Dejo la charola a un lado de él para sacar su segundo regalo.- ¿Recuerdas cuando me fuge para ir al pueblo y nunca te di explicación?.

-Si, recuerdo lo preocupado que me tenías.

-Relajate princesa, sólo fui a por unas cosas- saco un brazalete que mande a hacer para él, es hilo rojo trenzado y con una placa que dice su nombre, y en el reverso la fecha en la que nos conocimos, ¿cómo la recuerdo?, fácil, mi madre se la sabía de memoria, gracias a un dibujo que me regale de nosotras dos frente al castillo.- ten, me dijeron que el rojo resalta tus ojos.

-¿Tu cres?- eleva continuas veces una de sus cejas- pensé que me quedaba más el verde ya sabes... verde alga.

Observa el brazalete y se queda sin respiración.

-Y... ¿Te gustó?.

-Esta genial Em- se pone de pié para abrazarme- gracias.

-Escoji el rojo por la antigua leyenda japonesa, dice que si atas esto a tu muñeca, tendrás una conexión especial con la otra persona que lo lleve- me observa señudo y yo le muestro mi muñeca donde tengo uno igual pero con mi nombre.

-Nuestra conexión no necesitaba de una pulsera y lo sabes- levanto mi vista para verlo a los ojos. Vuelve a sentarse sobre la cama h yo me acerco a él.

-Solo es recordatorio- me encojo de hombros.

-Ya se, tengo una mejor idea- toma mi muñeca para desabrochar mi pulsera y me entrega la suya- tu tendrás mi nombre en tu muñeca, y yo el tuyo, así cuando este lejos del palacio...

-Ambos nos recordaremos.

-Así es, pequeña cumpleañera.

-¿Lo recuerdas?- lo miro sorprendida.

-Tu cumpleaños es la única fecha que nadie necesita recordarme y la única que no olvido.

-¿Debería sentirme especial por eso?- lo miro intrigada.

-Muchisimo- introduce su mano en una de sus almohadas y me entrega un sobre blanco, recordándome el regalo de mamá.- abrelo hasta que sean las cuatro y cuarto.

-Lo hare- le sonrió para luego bajar mi mirada.

-¿Qué pasa?.

-Hoy recibí un regalo, de mi madre- se pone de pié de inmediato.

-Y... ¿estás bien?.

-Creo estarlo- las lágrimas inician a nublar mi vista.

-Ven aqui- Leo me jala hacia él para rodearme con sus brazos. Dejo salir las lágrimas mientras mi cuerpo tiembla. La muerte de mi madre es un tema que jamás podré pasar por alto.

Tenía sólo once años cuando ella enfermo, sabía hacer ya varias cosas, pero nunca las suficientes para valerme por mi misma, y mucho menos, para darme el consuelo que una madre da.
Varios meses después, una mañana mientras le traía el desayuno, vi al doctor, al consejero real, y a la Reyna salir del cuarto de mi madre, y a un lado de ella, un rubio de ojos tristes y azules. Fue ahí cuando Leo me abrazo y dijo sentirlo tanto, en sólo segundos capte que ella se había ido, sin nisiquiera un último adiós, o un beso de buenas noches, sólo se había marchado para no volver más.
Leo como siempre, estuvo a mi lado, intentando levantar mis ánimos, y hasta la fecha lo hace, como un fiel amigo.

-Gracias Leo, por todo- me separo de él mientras limpia mis lágrimas con sus pulgares.

-No tienes de que agradecer Em, para mi es un placer poderte ayudar- nos quedamos quietos, sus manos acunando mi rostro, y las mías a los costados de mi cuerpo. Observa mi labios y yo lo suyos, nos acercamos poco a poco hasta que escucho un carraspeo de garganta. Mierda.

Enamorada de un PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora