Dueles

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Las lágrimas cesan a pesar de que el corazón siga doliendo. Me pongo de pie y después de acomodar mi uniforme y secar mis ojos me pongo de pie para ir al castillo cuando su voz me detiene.

-Plebeya- me giro para ver a la princesa llamarme.

-Si majestad- hago una reverencia evadiendo la mirada de Leo, misma que me grita que lo mire, pero no lo haré.

-Manda a que alisten los caballos- observa a Leo- el principe y yo iremos a dar un recorrido antes de el estrés de lo de mañana haga acto de presencia.

-Si majestad- me retiro para después dar la orden de la princesa a los encargados de caballeriza, quienes a los cortos minutos ya tienen los caballos listos.

Me quedo esperando a ambos para ver si algo más se les ofrece y ese sentimiento extraño vuelve a mi cuando los veo reír mientras vienen hacia acá. La mirada de Leo se encuentra con la mía y de inmediato la desvio, es como si quisiera encontrar a través de mis ojos la respuesta del porque mi cambio

-Sus caballos están listos majetad.- les sujetan los caballos en lo que ambos están por subir.

-Creo que no puedo subir- comenta la princesa Scarlet, si, apenas se cual es su nombre. Leo como todo un caballero, la toma de la cintura y la ayuda a subir, a pesar de que era más que evidente que ella sabe hacerlo, se supone que cuando te enseñas a montar, lo básico es saber subirte a un caballo.- muchas gracias Leo.

-No es nada- me pasa por un lado dándome una mirada que no correspondo, para luego, montarse en su caballo y partir.

Vuelvo a mis deberes fingiendo estar bien cuando se que no estoy ni un poco cerca de estarlo. No con Leo en mi cabeza todo el tiempo, y una presión en el pecho horrible.

Voy de un lado a otro, haciendo y deshaciendo, esto hasta que unas escandalosas risas hacen acto de presencia en la entrada principal.

-Te dije que te ganaría, Leo.

-En mi defensa, te deje el mejor de los caballos.

-Y eso se agradece- musita en un tono coqueto para después observarlo maravillada, cosa que no me sorprende pues Leo es un chico muy apuesto, su cabello claro, sus ojos grandes y verdes, sus finas facciones, su tes pálida, esos carnosos y carmesí labios, su gran altura y su fornido y trabajado cuerpo, son sólo un par de rasgos que conforman la belleza de este hombre, sin dejar a un lado su nobleza, su carisma, su gran inteligencia, su humildad y su inmenso amor hacia su madre y hacia todos aquellos que lo apoyan, Leo ama a este pueblo, sin embargo no la ambición de la corona, no como su padre la amaba, no como su padre lo hacía.

-Miren nada más.- La reina hace acto de presencia admirando a la princesa y a Leo juntos, cosa que a Leo parece desagrarle pues las intenciones de su madre ante este acercamiento son evidentes.

-Su Majestad- la princesa hace una reverencia y todos los presentes también.

-Madre- musita Leo en un tono aparentemente neutro, sin embargo alguien que lo conoce bien sabe que ese tono es en reproche.

-Me encanta ver que ambos están disfrutando de este día tan precioso.

-Como no tiene idea Majestad- ambas inician a caminar y charlar dejando atrás a Leo, quien me observa mientras intenta decir algo.

-¿Estas bien?- por fin lo pregunta y levanto mi mirada para verlo.

Su mirada destruyen cualquier barrera que he construido hacia él, y desnudan cualquier mentira.

Las lágrimas inician a formarse en mis ojos y esa es respuesta suficiente para él. Me intenta abrazar pero lo detengo de inmediato.

-No puedo Leo, perdón- seco mis lágrimas y salgo de ahí lo más pronto posible, dejándolo detrás de mi.

Voy a mi habitación y me encierro en esta en lo que todo pasa.
Se que estoy mal, pero no tengo idea de cuán mal estoy.
Se que duele, pero ni siquiera yo se expresar cuanto.

-Esto acabara pronto Emily, ten fe- digo entre jadeos para mi misma y cuando estoy en mejores condiciones para salir, lo hago.

Vuelvo a mis quehaceres que hoy es ayudar a quitar el polvo de todas partes y de hasta el más mínimo rincón.

Entró a el cuarto de pinturas y me dirijo de inmediato a desempolvar los cuadros más grande y magníficos que a este lugar adornan.

Inició a tararear la misma canción que bailabamos yo y Leo de pequeños, aquella que sólo estaba en nuestras cabezas, tan bien grabada que ambos podíamos bailar al igual sin siquiera tararearla.

Escucho a alguien más tararear la canción y mi respiración se contiene cuando su perfume llega a mi.

-Principe- me giro para observarlo recargado en el umbral de la puerta.

-¿Cuántas veces tendré que pedirte que me llames Leo, nuevamente?- se acerca a mi.

-Ni yo lo se- Leo me quita con lo que estaba sacudiendo y toma mi mano. Mi corazón se acelera de una forma increíble y mi respiración se vuelve inestable.- Principe.

-¿Me concede está pieza?- sus auras verdes penetran mi ser y sólo puedo asentir, mientras mi consciencia está undida en la irracionalidad, dejando a mis impulsos ganar, mis deseos tal vez.

Su mano sujeta la mía y una corriente eléctrica hace vibrar todo mi ser. Su otra mano se posiciona en mi cintura y temerosa rodeó su cuello con mi mano libre.

Ambos iniciamos a bailar sincronizados en todo momento, sus ojos atando los míos e impidiendo su separación.

Me da un vuelta y sin parar continúa con más.

-Leo para- pido entre risas, mismas que acompala- Leo detente.

-Claro que si- por fin se detiene pero me suelta haciéndome valer por mi misma mientras todo me da vueltas.

Retrocedo mareada intentando tomarme de lago pero mi tobillo se falsea.

-Emily.- Tomo a Leo de la camisa para no caer sin embargo este cae conmigo ocasionando juntos un gran gran y estruendoso golpe.

Lo observo llena de mil colores y el sólo me observa a punto de soltar la carcajada, cosa que hace segundos después. Su risa se me contagia y lo acompañó entre carcajadas.

-Eres un bobo Leo- me intento levantar pero de inmediato el se pone de pié primero y me levanta del piso.

Su rostro está tan cerca del mío, nuestras miradas se vuelven a hacer una sola sola y ha las por si mismas.

-Lo siento, Leo.

-Nunca dejes de ser así conmigo Emily, por favor, todo en este lugar podrá cambiar y créeme, de pocas cosas notar el cambio, pero Si tu cambias, todo en mi lo hace.

-Leo, esto no depende de ti, si yo cambio es por mi, que tu me lo pidas no significa que sea así toda la vida.

-Se que habrán cambios en ti, en mi, en todo, pero esta no eres tú Emily, ambos aquí lo sabemos.

-No puedo ser alguien mas contigo Leo, ya no puedo ser la misma Emily.- quito sus manos de mis mejillas y me doy la media vuelta para seguir con mis actividades.

-Emily- se acerca a mi.

-Leo por favor- me giro brusca con las lagrimas nublado mi vista, ¿cuándo esto dejará de doler tanto?.- no insistas más.

-¿Eso es lo qué quieres?.

-No, pero es lo que se supone debo querer.

-¿Quién te está controlando Emily?- vuelve a tomar mi rostro con molestia y preocupación notoria en su voz.

-Leo- intento tranquilizarlo.

-Por favor Emily, dime quién está detrás de todo este cambio.

-¡Nadie Leo!- exploto prepotente sin poder decir quien es y el porque, llevándome el dolor de mentirle.- ¿qué no entiendes que somos diferentes?, tu eres un principe, yo sólo soy una...

-Una mujer digna, una mujer que quiero conmigo.

Mi respiración, mis nervios, mi coraje, todo se va cuando escucho estas palabras venir de su boca.

Enamorada de un PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora