Tu nombre

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-¿Hay alguien ahí?- vuelvo a hablar pero no recibí respuesta alguna. Cuelgo evitando una broma o algo parecido y cuando dejo el teléfono en su lugar una extraña sensación se instala en mi pecho. Llevo mi mano a este e intento continuar con mis actividades.

Le pasó la franela a la mesa por última vez para luego recargarme en el marco de la puerta y ver la cocina impecable. Cansada, dejo salir el aire que mis pulmones retenían mientras ese cuadro vuelve a mi mente. Mierda, no se porque esto parece ser el comienzo de algo.
El teléfono vuelve a sonar y lo agradezco tanto porque sin este seguro mi mente se abundaria de más pensamientos que terminarían taladreandome la cabeza.

Giro mi cabeza para observar a Rouse hablar por teléfono, muerdo mi labio para evitar soltar una risita al ver los gestos tan cómicos que hace.

-¿Quien la busca?- es lo primero que escucho mientras me  encaminó hacia donde esta ella para poder ir a lavar la franela con la que limpie. Mientras más me acerco esa extrañeza en mi pecho vuelve. Observo a nana Rouse y me preocupa su expresión atónita, como si un muerto le hablara. Me acerco a ella con la entre ceja frundida y el presentimiento dominando todo mi pecho. Mi corazón se acelera y no se porque, mi respiración se agita, es como su mi cuerpo tomará control de mi.

-¿Leopoldo?- escucho y me freno de inmediato. Todo a mi alrededor se detiene y un zumbido aturde mis oídos. Escucho mi corazón latir con fuerza mientras mi cuerpo tiembla ante su nombre, mi respiración es inexistente y mis movimientos igual.

-¿Leopoldo?- cuestiono en un impulso pero ella sólo me observa confundidasin respuesta alguna, me desespero y vuelvo a preguntarle mientras ella lleva el teléfono a su pecho- nana Rouse ¿dijo Leopoldo?

Intento tomar el teléfono desesperada por escucharlo pero nana Rouse me detiene.

-Cariño no puedes...- llega la señora de la casa abriendo paso entre ambas.

-No es algo que les incumbe, a ninguna de las dos, y dame eso Rouse- le arrebata el teléfono de las manos y hace un ademán para que nos vayamos, sin embargo a pesar de que nana Rouse tomó mi mano para irnos no puedo caminar siquiera, sólo quiero escucharlo, escuchar su voz diciendo cualquier cosa.- ¿con quién tengo el gusto de hablar?

Se queda sin palabra alguna y nos observa frías.

-Ambas a sus deberes- musita mientras tapa la bocina del teléfono. Nana Rouse vuelve a tirar de mi mano e iniciamos a salir de ahí, mientras sólo puedo pensar en su nombre, en él, en si será o no el Leopoldo.

Cuando nana me suelta ni siquiera me observa y sólo entra en su cuarto, yo en cambio sigo caminando hasta el cuarto de lavado y lavo las franelas. Estoy tallando la última cuando las lágrimas nublan mi vista y no me detengo en mi deber. Dejo a estas salir y a los sollozos igual. Detengo lo que estaba haciendo y me recargo en la lavadora mientras lloro a lo bajo. ¿Y si Leopoldo me está buscando?, ¿y si Leopoldo me necesita?.

Escucho unas pequeñas pisadas y veo a la pequeña pelirroja bajo el umbral mientras muerde su labio y tiene sus manos detrás de si, como si estuviera pidiendo permiso de pasar, asiento dándole este y se acerca a mi tímida, me abraza sin explicación alguna y me consuela un poco su ternura, seco mis lágrimas y la observo sonriente.

-Eres muy bonita como para llorar- la escucho y sonrió a lo bajo.- aparte tu eres una princesa y las princesas no lloran.

-¿Una princesa?- la observo señuda.

-Nana Rouse dijo que te traerían aquí porque quieren separarte de tu príncipe, que para que se casé con otra princesa.- algo se asienta en mi estomago y bloqueo los recuerdo de todo lo sucedido.- ¿él es guapo?

-¿El principe?- asiente con una sonrisa tímida.- sí, el es muy apuesto, es alto, rubio, formido gracias a todos los deportes que práctica, sus ojos son realmente bonitos, tiene unas pestañas muy largas, su piel es un poco bronceada y no tan pálida por todas las actividades que hace al exterior, él nunca se queda quieto, siempre tiene que estar haciendo algo, y tiene un corazón tan noble, él más noble que he conocido hasta ahora después del de mi madre, Leopoldo podía no comer con tal de ver a los demás satisfechos, y no importa cuanto le costara, siempre buscaba ayudarte.

Trago el nudo en mi garganta y la observo impresionada.

-¿Qué se sentía ser su princesa?- me impresiona la curiosidad de esta niña y la firmeza con la que hace sus preguntas.

-Yo no era su princesa, sólo su mejor amiga.

-Dice mi maestra de artes, que el humano cuando llora sin motivo alguno, de la nada y con tanto dolor es por un amor que ya no está, pocas personas son capaces de llorar de esa manera ¿sabes?, aparte, también dijo que cuando alguien está enamorado de alguien más su mirada cambia, no sabía a que se refería hasta que te vi hablar de tu príncipe.

Mi expresión se cae y sólo la observo sorprendida mientras mi corazón se acelera con ese "Tu príncipe".

-Él y yo sólo...- busco la palabra correcta  una que no me rompa tanto.- bueno... él tiene sus deberes y yo los míos.

-Él te vendrá a buscar, estoy segura- me da una florecita amarilla y sale corriendo.

Tomo la pequeña flor y la pongo en mi cabello mientras sus palabras resuenan en mi cabeza.

El vendrá a buscarte...

Enamorada de un PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora