3. Promesas

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Al recuperar su estabilidad y sentir que su mente volvía a trabajar con normalidad, Crowley, volvió a sentarse con las piernas cruzadas sobre la alfombra a la espera de que Aziraphale hiciera lo mismo. Aunque él se mantuvo recargado en la pared desviando la mirada y haciendo muecas de asco por la repentina cruda, como si con ello pudiera evitar la conversación pendiente.

—Entonces —presionó para hacerlo hablar—, repíteme tu proposición de hacer algo más íntimo, ¿dijiste algo de una primera vez?

Esperaba una respuesta negativa como siempre, casi sintió que sería echado a patadas de la librería; sin embargo, solo un incómodo silencio se extendió entre ellos. Por la expresión nerviosa de Aziraphale, pudo deducir que no se mostraba arrepentimiento de lo que había dicho, pero tampoco hacía nada para aclarar la situación. Aprovechó el momento de duda para ponerse de pie, se acercó a él y lo acorraló contra la pared apoyándose en ella con ambas manos, quizás esta era la única oportunidad para dejar claras sus intenciones y no la desperdiciaría.

—Te amo, realmente lo hago —volvió a decir logrando una mirada atenta de su ángel— y sé que no merezco tu amor de vuelta, ni siquiera un poco de cariño... ¡vamos! Soy afortunado por tener tu atención; aun así, siempre he estado dispuesto a cuidarte por toda la eternidad mientras aceptes mi compañía. Solo quiero estar cerca de ti porque cuando estoy contigo, siento que mi oscuridad es iluminada por tu luz. Eres mi ángel, la razón por la que esta vida eterna vale la pena.

Su inocente gran amor, emitió un suspiro tembloroso y recargó la cabeza sobre su pecho, ocultándose. De inmediato desplegó sus grandes alas negras para arroparlo por completo sintiendo la necesidad de protegerlo y no físicamente, sino de una manera más íntima. Deseaba resguardar ese acelerado corazón.

—Yo también estoy enamorado de ti —escuchó la confesión de Aziraphale y sintió que su corazón se saltó un par de latidos porque jamás había imaginado dicha respuesta.

— ¿Desde cuándo? —Susurró sin aliento por la sorpresa.

—Desde el inicio de los tiempos —la risita traviesa de su ángel lo hizo sonreír amplio—, la primera vez que te vi convertirte de serpiente a demonio sentí el flechazo y al escuchar tu voz supe que me esperaba una eternidad llena de tortura. El ángel estúpido enamorado del demonio seductor.

La última frase fue dicha con un toque de resentimiento, por lo cual, lo obligó a levantar el rostro para poder observar ese enfado.

— ¿Te molesta ser estúpido o que yo sea seductor? —Preguntó con burla logrando irritar más a su ángel quien colocó los puños sobre su pecho en un intento de apartarlo, pero sus alas lo aferraban con fuerza y no lo liberarían con tanta facilidad.

—Eres un demonio descarado —acusó Aziraphale con incomodidad—, siempre te ha gustado tentar a los humanos para que caigan en tus encantos y hacerlos pecar.

—Sí —reconoció con toda la indiferencia que pudo fingir—, ese es mi trabajo, ¿sabes?

— ¿Y también es tu trabajo mantener esa fama de promiscuo? —su ángel reclamó levantando una ceja y él no podía parar de sonreír al verlo tan celoso— Eres conocido en la tierra como el gran seductor que tiene una pareja distinta cada noche.

—Deberías estar orgulloso de mí —lo sujetó de los hombros cuando la molestia en ese hermoso semblante comenzó a ser auténtica—, mantener esa fachada no era nada fácil cuando la mayor parte de mi tiempo lo invertía en ti.

— ¿Acaso estás negando andar de bar en bar buscando con quien retozar?

—No —admitió adoptando un poco de seriedad para una nueva confesión—. Lo intenté, ángel. Visité muchos lugares de mala muerte seduciendo a mujeres y hombres por igual buscando esa parte que me hacía falta, pero ninguno me ofreció la satisfacción que necesitaba. Lo peor venía al siguiente día, algo me carcomía, royéndome cómo una enfermedad y tú siempre estabas en medio de esa sensación, a pesar de que siempre rechazabas mis propuestas, siempre estabas presente ¿acaso eso es lo que llaman culpa? ¿Era que sentía que te engañaba?

La eternidad de un sentimiento inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora