5. Curiosidad por lo desconocido

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A Aziraphale le tomó por sorpresa cuando Crowley se convirtió en serpiente y lo vio deslizarse hacia la orilla de la cama.

— ¡Oye, espera! —Exclamó alcanzando la cola del animal— ¿Hice algo malo? ¿Por qué te escabulles?

Crowley giró la cabeza observándolo con expresión seria y sacando la lengua repetidas veces en un gesto ansioso.

—Se supone que tú eres el demonio aquí, esperaba una respuesta... positiva.

Se mordió la lengua sintiéndose estúpido, por más que quería ser un poco más liberal, su naturaleza angelical no se lo permitía. Él quería intentar tener un acercamiento más íntimo con Crowley; pero su constante nerviosismo por la presencia tan atemorizante y excitante de ese demonio, aunado a su conciencia de pureza, le resultaba difícil expresar sus verdaderos deseos.

La serpiente se deslizó sobre la cama acercándose de nuevo y empujó esa fría y rasposa cabeza sobre su cuello obligándolo a levantar el mentón.

—Eres como un gran cachorro —sonrió acariciando las duras escamas mientras el demonio se frotaba contra su piel—. Vamos, querido, vuelve a tu forma humana, por favor.

La serpiente se retiró negando. Aziraphale sonrió acariciando un lado de la cara de la serpiente logrando que se recargara en su toque. No entendía la repentina cobardía de Crowley, aunque era muy fácil saber que por mucho que se resistiera, no podía evitar aceptar sus cariños.

—De acuerdo —concedió tirando de él para colocarlo sobre su regazo con el firme objetivo de besar el inicio de ese largo cuello—, entonces solo consentiré a esta preciosa serpiente.

Deslizó sus labios a lo largo de las escamas sin dejar de acariciarlo, el demonio soltó un silbido que sonaba en igual medida amenazante como estrangulado. Ese cuerpo ondulante no dejaba de retorcerse hasta enroscarse en una de sus piernas, mientras soltaba siseos y silbidos que esperaba fueran de gusto porque no sabía si estaba haciendo lo correcto. De igual forma, descubrió que le gustaba acariciarlo de esa manera, besar esa piel fría resultaba emocionante, era como explorar otra faceta de Crowley sin tener esos atemorizantes ojos amarillos encima.

La serpiente se empujó hacia atrás siseando con molestia a la vez que se desenroscaba de su cuerpo. Aflojó su agarre para darle movilidad y justo pudo ver cuando abrió el hocico para mostrarle sus colmillos de manera amenazante para después retomar forma humana.

— ¡Basta, Aziraphale! —Exclamó un agitado Crowley quien estaba a gatas sobre él— Si sigues besándome y tocándome de esa forma, no podré detenerme.

Aziraphale no pudo contestar de inmediato, solo observó ese semblante enrojecido de lujuria y el pecho que subía y bajaba debido a la respiración acelerada.

—Creí que había quedado claro que yo quería intentarlo —susurró con nerviosismo renovado.

—No, no me queda claro —refutó Crowley con frustración—, te muestras nervioso ante cualquier acercamiento y no creo que estés listo para cruzar los límites que tu situación angelical te marca.

—Confío en ti —fue la única respuesta coherente que se le ocurrió antes de acunar ese rostro agitado en sus manos—, solo... no vayas muy rápido.

Su petición fue por completo ignorada cuando Crowley se sentó sobre su pelvis y se inclinó para de nuevo asaltar su boca con frenesí. Y a pesar de que se sentía abrumado por esa desesperada actitud, decidió dejarse llevar, intentar seguirle el paso y demostrarle que confiaba plenamente en él. Apreció los graves gruñidos de su demonio a la vez que esas delgadas manos se deslizaban sobre su cuerpo, parecía estar disfrutando mucho dando suaves mordidas en sus labios y tocando todo lo que podía. Aziraphale apenas y podía aspirar cortas bocanadas de aire sintiéndose mareado por la intensidad de todo, desde la pasión mostrada por Crowley hasta la llameante sensación que recorría su cuerpo deseando obtener más.

El beso terminó de manera inesperada al igual que como comenzó, ambos respiraban aceleradamente en los labios del otro. Solo en ese momento se dio cuenta de que había quedado completamente recostado, mientras Crowley permanecía arriba apretando las solapas de su pijama con fuerza.

—Esto no es suficiente para mí —siseó el demonio con mirada desenfocada—, necesito más, te necesito a ti.

—Y me tendrás —prometió acariciando una de las mejillas calientes de su serpiente—, pero primero, intenta relajarte.

Crowley aspiró profundo y después Aziraphale también lo hizo esperando que lo siguiera en un intento mundano para que se tranquilizara. Siguieron dando respiraciones profundas hasta que el agarre sobre su pijama aflojó un poco.

—Lo siento —murmuró Crowley con voz temblorosa—, me he estado conteniendo durante tanto tiempo que cualquier cosa que hagas me vuelve loco.

—No eres al único que le pasa —confesó al sentir su piel excesivamente receptiva cuando el pijama volvió a pegarse a su pecho.

— ¿Estás seguro de querer hacerlo? —Inquirió Crowley con tono preocupado— No me gustaría que te alejaras de mí si te parece una experiencia desagradable.

—Nada de ti es desagradable para mí —habló con una sonrisa comprensiva—, aunque sí quisiera poner algunas reglas.

—De acuerdo, te escucho —aceptó el demonio casi sin pensarlo.

—Primero, debes tomártelo con un poco más de calma —lo vio asentir tomando más respiraciones profundas—, segundo... luces apagadas.

Crowley sonrió amplio con expresión traviesa.

— ¿Te avergüenzas de tu cuerpo, ángel?

—No —respondió de inmediato, aunque no pudo evitar su tono a la defensiva—, es que... no puedo ni siquiera imaginarte desnudo y creo que moriré de vergüenza cuando los dos... ya sabes...

Sintió su cara arder ante la risa corta de Crowley.

—De acuerdo, está bien —siseó ese demonio inclinándose para besar sus calientes mejillas— ¿qué más?

—Trátame como si fuera lo más importante para ti.

—Lo eres —aseguró Crowley besando su nariz, un gesto cariñoso que amaba viniendo de él—, eres mi tesoro más grande.

El demonio dirigió una rápida mirada a la lámpara que de inmediato bajó la intensidad de la luz hasta dejarlos casi en penumbras, apenas y podía distinguir esa expresión concentrada cuando volvió a mirarlo.

—Si sientes que es mucho para ti, detenme —pidió Crowley—, haremos esto a tu ritmo.

—De acuerdo —susurró casi sin aliento sintiendo los nervios de punta ante lo desconocido.

—Y no olvides que te amo, ángel.

—Yo también, cariño —respondió apenas audible antes de que Crowley se inclinara para iniciar un beso lento y lleno de amor.

La eternidad de un sentimiento inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora