10. Sorpresa

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Casi dos años habían pasado desde esa noche donde la creadora había contactado a Aziraphale para darle la buena nueva y después de ese maravilloso acontecimiento, ninguna presencia demoniaca o angelical volvió a rondar la librería. Solo estaban ellos dos siendo libres en la tierra para continuar con su vida mundana junto a la humanidad.

Era una mañana de tantas en las que Crowley había salido para "resolver sus asuntos", aunque Aziraphale sabía muy bien que su demonio regresaba al apartamento donde tenía encerradas esas pobres y estresadas plantas. Ya tenía tiempo pensando en la forma de convencerlo para trasladarlas a la azotea de la librería donde les adaptaría un lugar para que pudieran crecer de la forma adecuada y ser libres de las intimidaciones de ese cruel carcelero.

Aziraphale se había quedado para atender la librería y platicar con los humanos que disfrutaban de sus anécdotas. Usualmente, Crowley regresaba por la tarde para ver juntos el atardecer y pasar una noche cálida en los brazos del otro. Sin embargo, ese día había regresado muy temprano luciendo frustrado y de inmediato dejándose caer en el piso convirtiéndose en serpiente sin importarle que hubiera alguien alrededor; por fortuna, nadie lo había visto arrastrarse a la parte trasera del mostrador.

— ¿Qué pasa, cariño? —Preguntó en voz baja mirando el suelo en donde Crowley zigzagueaba en círculos rodeando sus pies y sin responderle— ¿Me estás ocultando algo?

La serpiente se irguió a la altura de sus rodillas y bufó enseñándole los colmillos, la vio darse media vuelta y ocultarse en una estantería cercana acechando a los humanos que estaban cerca mirando interesados los títulos de los libros que allí se agrupaban.

—Demonio caprichoso —susurró para sí mismo.

Al parecer el sonido de su voz había sido lo suficientemente alto como para que Crowley lo escuchara pues pudo ver unos ojos amarillos y amenazantes resaltar en la oscuridad, lucía muy ofendido.

Emitió una suave risa siguiendo el camino del aura de Crowley que se deslizaba por las paredes observando a los clientes, lo vio detenerse en un reducido espacio y lo escuchó soltar un suave siseo que puso en alerta a un joven que estaba cerca. Aziraphale negó divertido cuando vio al chico dejar el libro en la estantería y caminar en retroceso palideciendo de miedo, casi tropieza al darse media vuelta y salir del establecimiento.

«No pierde la costumbre», pensó con diversión al verlo seguir merodeando y esos ojos amarillos estudiar a las demás personas.

Desde que Crowley se había mudado con él, lo había escuchado decir que sentía malas intenciones en algunos clientes y se dedicó a alejarlos con amenazas silenciosas. Por alguna extraña razón, el ambiente, ya cómodo de por sí, se sentía mucho más ligero cuando su demonio comenzó a alejar a ciertas personas. Inclusive su clientela aumentó y las ventas sumaban grandes cantidades de dinero.

Aun así, con todas las buenas intenciones de su demonio, ese día se percibía el nerviosismo de la serpiente quien no dejaba de recorrer el establecimiento juzgando a los clientes con miradas amenazantes.

—Hoy es un día hermoso como para estar de malhumor —comentó con ligereza mirando los libros desordenados de su mostrador y comenzando a acomodarlos por autor para regresarlos a las estanterías correspondientes—, sería una lástima desaprovecharlo haciendo rabietas sin sentido.

—Cierra la librería por hoy —escuchó un tentador siseo que recorrió su espalda como un toque físico creando una sensación de placer.

—Falta una hora para ello —respondió en tono bajo sonriendo al escuchar una protesta amenazadora a sus pies.

Sintió cuando su demonio comenzó a enredarse en su pierna y él solo las separó un poco para darle libre acceso. El cuerpo largo siguió su camino enredándose en su cintura y torso hasta que la cabeza del imponente animal quedó frente a su rostro mostrando la lengua continuamente.

La eternidad de un sentimiento inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora