7. Día de campo

922 84 7
                                    

Aziraphale se sentía incómodo, su cuerpo dolía como si hubiera estado intentando seguirle el paso a Gabriel en una de sus rutinas matutinas, además tenía mucho calor. Se giró quejándose con un ruido grave sin obtener la frescura que buscaba, las sábanas estaban calientes también. Intentó despertar para saber por qué se sentía tan incómodo y cuando su mente empezó a funcionar, lo primero que recordó fueron los sucesos de la noche anterior. Abrió los ojos de golpe y por inercia se sentó en la cama con brusquedad observando su entorno con agitación y confusión.

Lo primero que detectó fue que las cortinas estaban corridas y el sol estaba pegando directo a la cama, por la luz del día se dio cuenta de que ya era muy tarde, se había saltado el desayuno y el almuerzo. Al agachar la mirada vio con tristeza la cama vacía, Crowley se había ido en algún momento de la noche y él ni siquiera se había dado cuenta. El sentimiento de decepción se instaló en su estómago de manera angustiante pensando en lo especial que había sido para él hacer el amor con Crowley y que quizás para el demonio no había significado nada más que una noche cualquiera de lujuria y sexo sin sentido.

— ¿Por qué estás triste, ángel? —Escuchó el tono serio de Crowley y al mirar la entrada de la habitación lo encontró recargado en el umbral cruzado de brazos vistiendo su clásico estilo oscuro con un toque elegante— ¿Te arrepientes de lo que hicimos a noche?

—No —respondió de inmediato tirando de las sábanas para cubrir un poco su desnudez—, solo creí... que te habías ido. Que no había significado nada para ti.

Crowley se relajó y sonrió de manera divertida. Lo vio entrar a la habitación para acercarse a él y depositar un beso en su frente.

—Siempre he estado a tu lado y ahora que estamos conscientes de lo que sentimos el uno por el otro, no pienso dejarte —sintió esa suave voz en el oído—, es muy tarde para librarte de mí.

El murmullo le causó piel de gallina y una corta risa por parte de su gran amor.

—No suena mal para mí —respondió acariciando la mejilla de Crowley y redirigiendo el rostro para darle un pequeño beso en los labios—, pero preferiría que me despertaras en vez de dejarme aquí.

—De hecho, necesito que ya te levantes —demandó dándose media vuelta para tomar una toalla que estaba colgando de una silla y se la extendió—. Tenemos una cita y ya vamos tarde.

Aziraphale aceptó la prenda y aprovechó que Crowley desviaba la mirada para levantarse y cubrir su cintura con ella. Le pareció un detalle muy romántico que ese demonio protegiera su pudor aun cuando había conocido su cuerpo de una manera mucho más íntima.

— ¿A dónde iremos? —Inquirió caminando hacia el cuarto de baño.

—Es una sorpresa, ángel —al girarse lo vio caminar a la salida con las manos en los bolsillos—, no tardes, estaré esperando en el recibidor.

«Cuanta seriedad», pensó con algo de decepción, aun así, se apresuró a tomar una ducha y no hacer esperar demasiado a ese demonio gruñón.

*****

Crowley en realidad no había dormido demasiado durante la noche, después de una corta siesta que utilizó solo para recuperar energías, pasó gran parte del tiempo admirando la belleza de Aziraphale mientras dormía. Era un ángel encantador con esa piel lechosa y tersa que tampoco se detuvo en acariciar con suavidad para no despertarlo.

«Y ahora es mío», pensó con emoción bajando las escaleras para esperar a que su ángel terminara de arreglarse para la cita que había preparado en tan solo unas horas.

Se aclaró la garganta cuando ese sentimiento cálido volvía a mandarle oleadas de calor asquerosamente dulce.

—Es terrible estar enamorado — se quejó en voz baja reconociendo lo que se sentía. Al entrar a la pequeña sala del piso inferior, se tiró con brusquedad sobre uno de los sofás con la intención de calmar todas esas sensaciones ridículas a la vez que trataba de simular con una mueca la sonrisa que tiraba de sus labios.

La eternidad de un sentimiento inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora