prologo

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Con tan solo 14 años, 2 centavos en sus bolsillos y un mar de pensamientos en su cabeza despeinada le era suficiente para poder sobreponerse ante las adversidades que la vida le deparase donde rendirse sería la solución, pero incluso en la penumbra de la desesperación la felicidad y el poco o mucho cariño perseveraban como una esperanza para un nuevo mañana.

Dororo sabía casi a la perfección a pesar de su corta edad sabía lo que era aferrarse a una pequeña esperanza para sobrevivir, darle un significante a algo que ya poseía un significado, ese era el secreto que dolorosamente desarrollo mientras sus lágrimas se convertían en copos de nieve un par de años atrás, cuando sus padres fallecieron a causa de un trágico accidente que marco el frágil corazón de la pequeña omega.

El pueblo donde ella creció no era muy prospero, pero no vivían en la miseria, lastimosamente existió entre el campo de guerra, pero era pacífico, por eso ella amaba salir de su casa en compañía de su hermano e ir por quienes ellos consideraban su familia, iban por ellos al templo que fungía como orfanato, con ellos podía disfrutar un poco de la escasa felicidad que les quedaba, reían por cosas tan insignificantes, bailaban siempre a un ritmo que solo ellos escuchaban.

Esa mañana habían ido a ver a una de las integrantes de esa "familia" Osushi, una omega muy linda de cabellos largos y castaños al igual que sus grandes ojos, ella trabajaba como asistente del médico del pueblo.

-cómo es que no te aburres estando aquí todo el día Osushi...- hablo Saru, un beta, de piel morena cabello corto y negro al igual que sus ojos, que veía aburrido la pequeña clínica.

-al menos hago algo y no es tan malo, Sabame-san me da tutorías- se defendió la omega volviendo a su trabajo: limpiar los rasguños en la cara de su amiga Dororo.

-Saru deja de molestarla y come algo que pronto será nuestro turno en la fábrica- reprendió Sukeroku, un alfa, castaño y de ojos igual de oscuros que su cabello, quien comía tranquilamente arroz.

Mientras los chicos tenían una pequeña discusión típica de ellos, Jiheita comenzó a robar un poco de la comida de sus amigos haciendo que Osushi y Dororo soltaran una leve risa, llamando la atención de los chicos que descubrieron al azabache robando los dos últimos de los onigiri dándole uno a su hermana que lo recibió gustosa, ambos chicos trataron de decir algo, pero una voz los detuvo.

-se encontrará el doctor Sabame? - una voz femenina hablo a la espalda de Dororo quien casi se atraganta con el bocado al ver a una alfa con uniforme militar verde y cercanos a la puerta había dos jóvenes uno con el mismo uniforme que la mujer y el otro tenía un uniforme negro con unas cuantas medallas, extrañamente ambos jóvenes tenían rasgos similares, supuso que eran hermanos.

-si...está en su oficina en el segundo piso...subiendo las escaleras- hablo Osushi un poco cohibida por ver a esos extraños.

La mujer agradeció y antes de que pudiera ir con los jóvenes, el de uniforme negro subió rápidamente las escaleras a pesar de los reclamos de los otros dos este fue directo a la que parecía ser la oficina.

A los presentes se quedaron con más dudas que respuestas, pero no podían hacer nada, a pesar de la confianza que le tenían al único médico del pueblo no podían esperar a que los militares salieran para que ellos pudieran hacer sus preguntas, por lo que optaron por callar y aparentar que nada paso.

-eso fue extraño...- murmuro Saru viendo por donde se habían ido las tres misteriosas personas.

-nunca pensé que Sabame tuviera contacto con militares...-dijo esta vez Sukeroku- como sea...Jiheita tú las cuidaras? – pregunto el chico al mayor mientras se acomodaba su chaqueta.

camelia de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora