Pudding Jack

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"¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOB!"

Joder, esto se parece cada vez más a la puñetera película de Alien.

"¡BOOOOOOOOB! ¡ABRE, JODER!" Exclamas, aporreando la puerta con el puño. "¡QUE ME ESTOY MURIENDO!"

Pero nadie te hace ni puto caso, para variar. 

Al parecer, no les importa una mierda que acabes rendido sobre el suelo, medio muerto, con tu propio estómago devorándote por dentro. Maldito traidor de los cojones...

Y eso que no llevas ni veinticuatro horas seguidas dentro de la habitación pero, teniendo en cuenta que has estado tú solo, sin nada que hacer, y en una celda que sólo dispone de una jodida cama, pues sí; han parecido siglos.

Y encima el agotamiento mental te vacía el estómago cosa mala.

"Hijo de puta..." Gruñes, desistiendo en tus intentos y dándote la vuelta, para sentarte una vez más sobre la solitaria cama. 

Si de verdad tuvieses poderes sobrenaturales o algo de eso,  sería mucho más sencillo. Todo esto hubiese acabado mucho más rápido.

Tal vez ni siquiera hubiera empezado.

Pero por ahora, lo único que puedes hacer es seguir intentando mantenerte vivo, dejando que los días pasen, hasta que por fin llegue tu oportunidad para darte el piro y volver a las andadas, que ya te va haciendo falta. Porque seamos sinceros, si para salir tienes que "curarte" o disponer de una buena conducta, entonces, amigo, esto es una jodida cadena perpetua. 

Lo más curioso de todo es que llevas sin hacer tu trabajo una eternidad y no te has vuelto más loco de lo que estás. Eso es un logro.

Un súbito chirrido te saca de tus pensamientos y tus blasfemias entre dientes, dejando claro que la puerta de tu celda se está abriendo. También deberías haber oído la cerradura siendo retirada por una llave, pero al parecer estás perdiendo facultades.

Giras la cabeza hacia la puerta, soltando un invisible suspiro de alivio:

"Menos mal, Bob. Ya estaba pensando que me ibas a--"

Pero cuál es tu sorpresa al averiguar que no es la cara del bueno de Bob la que aparece por el resquicio de la puerta, sino la del pobre y sensual Clarky.

Vaya, esto es totalmente inesperado.

"Vaya, Clarky..." Murmuras, aún atónito por la visita. "¿Dónde has dejado a Bob? ¿Problemas en el paraíso?"

"Creía que lo que querías era salir" Responde él, tratando de aparentar que tiene algo de autoridad en esta situación. Qué mono.

"¿Así que es eso?" Espetas, sinceramente sorprendido. "¿Vienes a sacarme a pasear?"

El chico rueda los ojos, aún manteniendo la mano sobre la cerradura, por si acaso hace falta dar un buen portazo para detenerte.

"¿Si lo hago te callarás de una maldita vez?" Suelta finalmente, como si estuviese irritado. E incluso tratando de contener un taco.

"¡Oh, menudo crack, sí señor!" Celebras, levantándote casi de un salto sobre la cama. "¡Se ve que Bob te ha enseñado bien--!"

"Quieto ahí." Te frena con la mano, haciendo que te comas tus propias palabras. "No me has respondido."

Por un momento, tu cabeza se hace un lío completamente monumental, pero luego caes en la cuenta.

Ah, no, eso sí que no.

Nadie ha conseguido jamás una palabra de aceptación de tus labios y nadie jamás lo hará. Aunque, pensando en los rugidos estomacales -si a esos sonidos guturales se los puede llamar así-,  tal vez estemos hablando demasiado pronto.

SWEET DREAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora