¿Para Qué Están los Amigos? (...no, en serio)

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Ojalá no existieran los silencios incómodos.

Ojalá cada vez que alguien estuviera en silencio, esperando a algo, o simplemente dejando pasar el tiempo, hubiese algún sonido. Una televisión, una radio, un fluorescente que parpadea. Cualquier estupidez sacada de la nada, sin venir a cuento. Sólo para rellenar ese jodido mutismo. Debería ser obligatorio.

Pero como eso no va a pasar en los próximos cinco minutos, te toca aguantarte y rezar para que este momento pase lo más rápido posible.

Alice tampoco parece demasiado cómoda. Está totalmente erguida sobre su silla, sin dejar de toquetearse las manos, sin saber muy bien qué hacer con ellas. No como tú, que andas recostado como un puto vago, con la columna vertebral más doblada que un avión de papel. Te ha entrado el tic de la pierna otra vez, pero esta vez dejas que vaya a su bola. Quizás te venga bien para descargar toda la tensión que tienes acumulada.

Si no fuera por el dichoso silencio, ni por el hecho de tener que estar esperando para entrar en el despacho de los niños malos, no se estaría ni tan mal. Aunque ya podrían renovar un poco la habitación, la mitad de los muebles son iguales a los que había en casa de tu abuela. Que no es tan difícil; con un par de estanterías de Ikea, una mesa de cristal y un cactus medio mustio la cosa quedaría muy cuca.

Aunque visto lo visto, dudas de que la decoración sea el principal de sus problemas. Ni de los tuyos.

"¿Qué... qué crees que nos van a hacer?" Murmura Alice de repente, con una voz quebrada y débil.

Dejas de menear la pierna y la miras por un instante, rápidamente volviendo a clavar la mirada en la pared que tienes justo delante.

"A ti nada. Te darán una reprimenda y te devolverán a la celda. A mí me acusarán de secuestro, escándalo y gilipollas, y me mandarán directo a aisalmiento."

Sientes los ojos de Alice abrirse de par en par, sobresaltados.

"¿Pueden hacerte eso?"

"Lo raro es que no lo hayan hecho ya..."

Alice asiente débilmente, mirándose las manos. Parece que tiene la respiración intranquila.

"Tengo miedo de que me aumenten el tratamiento. Cada vez me cuesta más aguantarlo..."

¿Y a qué vienen ahora estas confesiones?

"Eso es una tontería, ha sido culpa mía, no tuya. Si alguno de los dos se la va a cargar aquí, ese soy yo."

Eres todo un gilipollas. No es que sea nada malo en realidad, pero cada vez que parece que vuelves a tus trece, que todo podría ir bien, encuentras alguna manera de cagarla más que la vez anterior. Eres como un cerdo golpeándose hacia las paredes del matadero. Y no puedes entender por qué.

"Lo que me gustaría saber es por qué insisto en cagarla tanto..." Murmuras en un sutil gruñido, hundiéndote aún más en el sillón.

Alice se queda pensativa unos instantes, para después apartar la mirada. Es más que evidente que está incómoda, pero no logras acertar si es por la situación o por tu sola presencia. Lo mismo da.

"Si te sirve de consuelo, te agradezco que me salvaras. Esos animales-"

"No lo hice por ti." Te apresuras a mascullar sin ni siquiera pensarlo, bajo una respiración costosa, casi animal. No estás seguro de ser tú mismo quien habla en este instante. O quizá es precisamente quien eres.

"... ¿Y entonces... por qué lo hiciste?"

"Ojalá lo supiera."

Pero en el fondo lo sabes. Es el fondo, cabrón, hay una vocecita interior que te lo está gritando. El problema es que su sonido se encuentra tapado por las docenas de voces que suele haber en tu cabeza, ahora intensificadas por el resonar de tus pensamientos. ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has arriesgado el cuello de una forma tan patética, por nada? ¿Fue el calor del momento? ¿La sensación, que tomó control sobre ti? ¿Ha sido un intento para redimirte, de venganza? ¿O tal vez es que te importa de verdad esa chica? Qué extraño, ahora no quieres saberlo.

SWEET DREAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora