hαlf α pσund σf tuppєnnч rícє
hαlf α pσund σf trєαclє,
thαt's thє wαч thє mσnєч gσєs
pσp gσєs thє wєαsєl!
Alice había cometido muchos errores en su vida, sí, pero el más terrible y magnífico de ellos, se consumó una vez cruzó el umbral de aquella...
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Capítulo 3:
La horrorizada expresión de Alice suponía el deleite de la pérfida criatura con forma de payaso monocromático, que la observaba con una insana diversión. El cuerpo de la chica estaba totalmente paralizado por el terror, y no quiso responder cuando la horrible figura de Laughing Jack se aproximó a ella con la espalda encorvada, arrastrando sus afiladas y mortales garras.
—¿Asustada, niña?— la voz grotesca del ser provocó que Alice brincara en su sitio de lo horrible que era. Por sus ojos recorría un río de lágrimas, además de temblar como nunca lo había hecho en su vida. De entre toda esa escena de puro pánico, un humo espeso se filtró por la ventana y se materializó al costado del payaso, dando paso a la forma de un niño de trece años.
—¿M-Michael?—Duke lucía sorprendida ante la aparición de su supuesto "amigo imaginario".
—Parece que ya os conocéis ¡Mucho mejor! Así el juego será más divertido aún— sonrió cínico, mostrando la hilera de puntiagudos colmillos que probablemente usaba para cortar, mutilar y desgarrar la blanda carne de sus víctimas.
—¡En efecto, querida! Nos lo vamos a pasar genial— pronunció leyendo sus pensamientos y alzando una zarpa hasta la garganta de Alice, que apenas consiguió tragar saliva. La garra fue descendiendo por el cuerpo de la joven hasta llegar al estómago. El profundo corte recién creado la obligó a encogerse sobre sí misma, soltando un grito de intenso dolor . Laughing Jack agarró a la chica por el mentón y clavó sus profundos y escalofriantes orbes en su mueca de agonía, sonriendo complacido al notar como el suelo se empapaba de sangre.
—Es una pena que no podamos seguir jugando, Alice; pero no importa, seguro que tus invitados estarán encantados de ocupar tu lugar, ¿verdad?— Liberó a la heredera de la empresa de juguetes de su agarre, haciendo que esta se derrumbara estrepitosamente al perder la fuerza en las piernas. La espantada mirada de Alice se posó en el niño situado en una esquina de la habitación, que la contemplaba impasible.
—¡Mi-Michael, ayúdame, por favor!— suplicó. La figura fantasmal del chico la ignoró completamente y atendió al llamado de su amo, invitándole a tomar parte en el espectáculo de horror y vísceras que se iba a producir en un momento.
—Las apariencias engañan, Alice— formuló sin hacer contacto visual para salir seguidamente por la puerta, dejando a la pobre chica sin habla.
...
Los alaridos y gritos de horror retumbaban por toda la mansión. El sonido de los huesos rompiéndose y el olor de la sangre calaron por las paredes hasta la habitación de la descendiente de los Duke —o lo que quedaba de ellos—, que se tapaba las orejas en un intento de bloquear los ruidos típicos de una pesadilla. La espesa sustancia color carmín había empañado su camisa y descendía hacia la dura madera del piso en forma de pequeños riachuelos, ocasionandole un lento y agonizante desangramiento.
Pronto, los chillidos cesaron y una calma inquietante embargó el lugar. Con mucho esfuerzo, Alice se incorporó apoyándose en la pared, haciendo presión en el tajo por el que descendían finas líneas de sangre tibia. Arrastrándose, salió de su alcoba y contempló el interior de la mansión con espanto. Cuerpos mutilados, cortados en rodajas, separados de las extremidades con las que nacieron por las garras de aquel monstruoso payaso. Detuvo su temblorosa caminata al distinguir el cuerpo de su prima entre la multitud de restos mortales de sus invitados. A pesar del fuerte olor a azufre y hierro, no cambio su expresión neutra al observar la expresión horrorizada en los ojos inertes de Sonya. Su lengua le había sido arrancada y sus extremidades reposaban a unos cuantos metros de su posición, dejando un charco de sangre que se mezclaba con el mismo líquido carmín que expulsaban el resto del cuerpo con violencia.
Unos minutos después, salió del trance y el pánico regresó a ella como si nunca se hubiera ido. Avanzó por el ancho pasillo que conducía al gran salón, esta vez, fijándose en los cuadros de sus antecesores, rasgados y salpicados de vísceras y plasma.
El dolor de su abdomen le dificultó continuar caminando, pero empeñando todas sus fuerzas para no desmayarse, cruzó el umbral de la entrada e ingresó en la amplia sala, posando su mirada en la masacre; cuerpos desmembrados colgados en la gran lámpara flotante, una montaña de cadáveres en la cual se encontraba su ex-prometido. Giró su cabeza y se detuvo en la espeluznante sonrisa de ente maligno, Laughing Jack, que la observaba con diversión. Su madre, todavía respiraba, pero por muy poco tiempo, ya que el maligno ente la había atado a la mesa y sus entrañas habían sido expulsadas de su sitio.
—¿A-A-Alice? Hija...—Anastasia lucía deplorable: su antigua tersa y suave piel ahora se encontraba pálida como la cera, su cuerpo estaba embarrado de su propia sangre y de su elegante vestido solo quedaba unos harapos infligidos por unas afiladas zarpas. Duke jadeaba y tosía aquel líquido que apenas circulaba por su organismo.
—¡Querida, te estábamos esperando! ¿Te gusta el regalo?— preguntó para hundir una uña en el abierto estómago de Anastasia. Esta, liberó un gemido desgarrador desde lo más profundo de su destrozada garganta—A-Ayuda m-me— logró pronunciar.
—¿Quieres hacer los honores, niña?
Alice no respondió. Se limitó a dislumbrar cómo su madre cruzaba la delgada línea de la vida entre gritos y alaridos de puro dolor. Una vez finalizado el macabro espectáculo, el payaso volteó hacia la joven con una sonrisa despiadada en su rostro.
Finalmente, Alice se desmayó.
—Dulces sueños...
† 𝕃.𝕁 †
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