| | Capítulo 8 | |

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Capítulo 8:

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Capítulo 8:

Alice estaba allí, pero inmediatamente se dio cuenta que no quería estarlo por mucho tiempo. Parpadeó un par de veces, hizo una mueca desencajada y volvió a parpadear. Esa secuencia se repitió unos angustiosos minutos.

Si hacía un ligero repaso mental sobre lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas se perturbaría, sí, pero esto lo igualaba de una forma  increíblemente extraña.

Laughing Jack, el payaso que se había convertido en su pesadilla viviente, se encontraba a unos pocos metros de su frágil cuerpo encogido sobre un polvoriento colchón—el lugar donde había "descansado", si ese era el término correcto— observándola con una sonrisa turbulenta, divertida por cualquier pensamiento morboso que se le pasara por la cabeza, torciendo el cuello en un ángulo bastante doloroso para un humano promedio.

Alice tenía bastante claro que él no era un humano promedio.

—¿Te ha comido la lengua el gato?— formuló, chirriante, inclinando su ancha espalda hacia atrás mientras se reía histéricamente. Duke no pronunció palabra; apenas un leve jadeo por el movimiento brusco e inesperado del monstruo.

—¡Ya sé lo que te hará hablar!— como si fuera un mago haciendo un truco barato, sacó un caramelo cubierto por un pequeño envoltorio rojo chillón y sonrió hacia la chica ofreciéndoselo, expectante— ¿Un caramelo, querida?

Al no recibir una contestación satisfactoria —o una contestación, simplemente— la curva en los labios carbónicos se crispó, extendiéndola de oreja a oreja, amenazándola de una forma sutil.

—Niña maleducada, responde. Es muy grosero el no aceptar un regalo de un amigo, ¿sabes?

—¿A-amigo?

—¡Por supuesto! Tú y yo somos mejores amigos...¿O se te había olvidado?— El maquiavélico payaso la contempló sin pestañear, poniendo a prueba su valentía, a ver si se atrevía a hacer el mínimo atisbo de negarlo. Alice no tuvo más remedio que darle la razón.

—Muy bien; muy bien. Hoy tenemos que hacer un par de trabajitos, Alice; tú sabes a lo que me refiero— satirizó dándose la vuelta con aire solemne pero sin apartar sus opacos ojos de ella— Además, te voy a presentar a un viejo amigo, ¡seguro que os llevaréis de maravilla!— su expresión se tornó seria en cuestión de segundos— Abajo. Ya.

Jack desapareció entre  una nube de confeti y serpentinas sin color, acompañado de un agudo «¡Pop!» de fondo, como si alguien hubiese pinchado un globo con un alfiler.

Duke se quedó estática, aturdida por la turbia y a la vez infantil conversación con su verdugo. En aquel pequeño y derruido espacio que había sido su cobijo desde la noche en la que...cometió su primer asesinato, no pudo evitar caer en la tentación que había rechazado desde que despertó en la fábrica de juguetes: echarle un vistazo a su nueva extremidad de porcelana.

Con cuidado, y olvidando la orden que le había sido dada por el payaso, se remangó la tela oscura semi transparente y examinó el brazo inorgánico incrustado en su hombro. Una gota caprichosa se precipitó sobre este, anunciando la llegada de muchas más venideras, resbalando por su rostro.

«¿Por qué a mí?»  se cuestionaba restregando la mano "buena" por sus mejillas, enrojeciéndolas en el proceso. Un repiqueteo contra la madera despertó a Alice del lapsus en el que se encontraba. Por instinto, musitó un débil "adelante", dándole permiso a quien estuviera tras la puerta para que entrase.

Una cabellera caoba oscura asomó por el umbral. Una vez que toda su figura fue engullida por el espacio de la habitación, Alice percibió el cambio en el color de los ojos de Jason the Toymaker; ahora se mostraban pacíficos, similares al dorado de la miel; como un mar en calma, sin mostrar la monstruosa tempestad que podía llegar a ser.

—Deberías bajar. Si yo fuera tú no le haría esperar por tanto tiempo.

¿Eso fue una sonrisa amable? La muchacha asintió impactada por el brusco cambio de actitud del fabricante de juguetes. Es decir, cómo no estarlo si de un momento a otro un asesino se muestra cordial. 

Dejó a un lado los pensamientos que bullían en su mente: enredados, confundidos, espinosos, y siguió al hombre a una distancia prudente. Bajaron las escaleras y continuaron su caminata por un largo pasillo. Estaba segura que de no ser por él, ya se hubiera perdido en aquel laberinto de pintura desgastada.

Unos incómodos minutos más tarde, ya habían llegado a su destino. Para entonces, Alice Beatrice Montgomery Duke ya había advertido del lugar en el que se encontraban. Nuevamente, se hallaba en el interior de la fábrica de Jason, pero en un ala hasta entonces desconocida para ella. 

Un hombre con aspecto de bufón y gran altura acaparó el campo visual de la fémina. Su apariencia era muy extravagante: al igual que Jack y Jason, el sujeto estaba maquillado como si hubiera salido de un circo. El pelo de un tinte azul neón, estaba recogido en tres coletas; la ropa ajustada no se quedaba atrás, salpicada por una paleta de colores fríos, como el morado o el azul, acompañados por unos cuantos cascabeles. Sujetaba un gran mazo con una sonrisa feliz pintada en la base, manchada con...sangre. 

—¿Es ella?— preguntó examinándola de arriba abajo. Alice pensó que de haber sido un juguete de la empresa familiar, no saldría al mercado por lo traumático que hubiera sido para los niños. 

Al no saber cómo debería saludar a un homicida vestido de bufón de feria, optó por mantenerse callada lo más que pudiese; o le permitiesen.

—En efecto. Alice, él es Candy Pop. Uno de mis más importantes socios— presentó Jack. El arlequín inclinó su cuerpo en una extraña —y cómica— reverencia, y se aproximó hacia ella, tomó su mano y dejó un beso en esta, logrando estremecer a Alice por la cercanía.

—Un placer, mademoiselle—Candy Pop juntó sus palmas y la rosa carmesí que apareció como si fuera magia, entregándosela a Duke, que por primera vez en dos días sintió cómo se calmaba poco a poco. Dispuesto a hacer más demostraciones, el bufón hizo maña de sus habilidades para el espectáculo, logrando aliviar la tensión en los hombros de Alice, que incluso sonreía.

—Suficiente— Laughing Jack miró fijamente al arlequín, como si sus ojos fueran cuchillas incrustándose continuamente en su figura, que tampoco se quedaba atrás. Finalmente, Candy Pop deshizo el contacto visual y se apartó de Alice, visiblemente resentido. Sin embargo, no emitió ni una sola palabra. Jack recuperó la compostura y sonrió como si no hubiera estado a punto de asesinar a su amigo.

—¿Por dónde íbamos...? ¡Ah, sí! Alice, ¿Sabes qué es la puerta azul por dónde casi escapaste una vez?— cuestionó haciendo énfasis en el 'casi', señalando al pequeño portón cian con su garra— Pues verás. Se trata de un pasadizo: un portal entre el mundo real y nuestra dimensión, por así decirlo. Y adivina a dónde conduce~

—La Juguetería...—susurró con los ojos abiertos de par en par, queriendo convencerse a sí misma de que era un error, no obstante sabía que no lo era.

—¡Bingo! Cinco puntos para tí, niña— Jack aplaudió con entusiasmo entre carcajadas. Jason había retornado su apariencia horrenda y macabra; la del verdadero asesino que era. Se hizo a un lado, dejando a la joven vía libre para avistar la puerta azul incrustada en la pared.

—Las damas primero...

Alice avanzó unos metros, llenando el silencio de la sala con el repiqueteo de sus zapatos esmeralda contra el suelo. Agarró el pomo oxidado y cruzó el umbral, accediendo al pasadizo y siendo devorada por la oscuridad de su interior.

† 𝕃.𝕁 †

La Juguetería 〚Laughing Jack〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora