| | Capítulo 6 | |

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Capítulo 6:

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Capítulo 6:

Alice siempre tuvo un gusto especial por las muñecas. Los vestidos de encaje de diferentes tonalidades y diseños, bordados cuidadosamente a mano, tales como la ilustre etiqueta victoriana; los rizos, fueran dorados, morenos o pelirrojos, caían de una forma grácil sobre los perlados hombros de blanca piel; los vivarachos colores que adornaban los orbes en el rostro de las señoritas de porcelana...Extraordinarias.

Duke creyó haber fallecido; había alcanzado la paz que tanto ansiaba su dolorido ser desde que Laughing Jack se introdujo en su vida, destrozando todo el equilibrio que poseía. Al fin podría descansar. Pero antes de conducir su consciencia hacia el más allá, notó una sensación.

Una apreciación demasiado extraña para estar muerta. Se sentía...observada. Su propio chillido golpeó contra las paredes del lugar desconocido donde se hallaba. Tomó aire y lo expulsó alterada, notando su corazón palpitando como si quisiera salir disparado de su caja torácica. 

Miró a su alrededor, y posteriormente a su propio cuerpo. No se molestó en reprimir otro grito. Su ropa rasguñada y sucia había desaparecido, siendo sustituida por un traje negro, compuesto por un vestido unido por una fina cinta escarlata ciñendo su cintura; la parte inferior estaba adornada con volantes del mismo rojo intenso, color que compartían las mangas y cuello del atuendo. Un escote no muy prominente era cubierto por una tela semitransparente bordada con sutiles flores, que le daban cierto toque modesto.

Llevó su mano a donde debería reposar su larga cabellera, sin embargo, no percibió otra cosa sino su espalda cubierta por la tela carbón. Ascendió en su desesperado recorrido. Los mechones azabaches no lograban acercarse a sus hombros, y concluyó que su pelo había sido  cortado. Acarició inconscientemente el lazo carmín que adornaba su cabeza; lo único que conservaba de su antigua apariencia a modo de gargantilla.

Recordó de improviso la expresión de morbosa diversión en el rostro del payaso en el momento en el que le desgarró una extremidad, y su mirada se deslizó hasta el aparente brazo arrancado.

—¿Cómo...?

Su brazo, estaba ahí. Intacto. Casi hasta podría jurar que brillaba por su perfección. Movió los músculos y huesos necesarios para confirmar que no estaba dormida, y así fue, pero no de la manera esperada. El dolor que había sufrido en sus recuerdos regresó a ella abrazándola por los hombros con coquetería, lastimando su garganta una vez más.

Un tiempo después, despertó del profundo trance en el que había estado sumida al lamentarse por su desgraciada situación. Observó el lugar en el que se encontraba con detenimiento. Notó miles de ojos clavados en su figura, en su espalda, en sus movimientos, en su expresión; pero solo se topó con los rostros cincelados de filas de juguetes, depositados en estanterías fabricadas específicamente para ser el lugar de descanso de aquellos. Juraría que le seguían con la mirada, divertidos, impacientes porque algo sucediera...Las muñecas eran las más próximas a ella. Todas y cada una de sus pequeñas y finas facciones albergaban dolor, como si gritaran por clemencia para salir de su prisión.

Fue entonces cuando lo entendió. Esa extremidad no era suya, le pertenecía a otra persona, quizás a una muñeca, y ahora era parte de ella. A pesar del estado de shock que estaba sufriendo ante el reciente hallazgo, se dejó guiar por sus propios pasos, que la condujeron por un sinuoso pasillo a continuación de una puerta. A medida que avanzaba, se percató por la estructura y el diseño, que se trataba de una fábrica, una fábrica de juguetes al parecer.

Prosiguió con su marcha tremulante, ignorando el cansancio de su cuerpo que le clamaba a gritos por un respiro. Sin apenas darse cuenta de ello, ingresó en un amplio taller, el cual no tenía nada que envidiar a los estudios jugueteros  pertenecientes a la compañía de su familia ahora fallecida. 

Alice pensó en ellos. «¿Seguirían sus cuerpos mutilados, olvidados entre los rincones de la mansión, o alguien se habría dado cuenta?» se cuestionó. La sala estaba libre de cualquier ser humano, únicamente compuesta por elementos propios de una fábrica; sin embargo, las paredes estaban salpicadas por una sangre seca, dejando una costra casi negra. Ratones mecánicos, soldaditos, trenes, títeres, animales de peluche con sonrisas malévolas tirados por las esquinas del taller recibieron a la chica en un tétrico silencio.

Y lo vio. El conejo de felpa con el parche bordado y el gran lazo custodiaba, por así decirlo, una pequeña puerta azul incrustada en la pared. Su ojo rojo la contemplaba interrogante, incitándola a descubrir qué se hallaba tras de sí. Se acerca hacia ella. Ha recuperado una limitada movilidad de su brazo artificial, el cual ya no le causa tanta aflicción como antes. No obstante, es su otra extremidad la que se acerca lentamente hacia el manillar de la puerta.

«Solo un poco más y...»

—¿No sabes que es de mala educación salir sin avisar?

Jason the ToyMaker  sujetaba a la pecosa por el brazo de porcelana, apretándolo con sus garras embadurnadas de negro y provocando la agonía suficiente para que un alarido surgiera desde lo más profundo de sus entrañas. Sus ojos verdes brillaban en la tenue sombra del lugar, otorgándoles un aspecto mucho más terrorífico. 

—Ven aquí, Alice. El juego no ha acabado—la risa descontrolada del monstruo horrorizó a la pobre chica, que ni siquiera hacía el intento de liberarse de su prisión, dejándose arrastrar hacia alguna parte.

—¿A-a dónde m-me llevas?— inquirió con un hilillo de voz. Jason volteó para mirarla y sonrió.

—Vamos a ser muy buenos amigos, querida. Para siempre— decretó haciendo énfasis las dos últimas palabras e ignorando por completo la pregunta antes cuestionada. Duke mantuvo el silencio hasta que unos minutos después, se adentraron en otra sala, más mugrienta, escalofriante y sucia. En el centro de ella, el payaso asesino conocido como Laughing Jack, les esperaba impaciente, transformando su gesto en cuanto vio aparecer a Alice, a la nueva Alice.

—¡Amiga mía! Te estaba esperando— el pelirrojo a su lado soltó su extremidad de una manera brusca y se alejó. Jack recorrió cada parte del cuerpo y vestimenta de la chica y mostró los dientes, afilados como cuchillas—¿Te gustó tu nuevo brazo? Jason lo diseñó solo para ti. Deberías estar agradecida.

La joven se estremeció y susurró un inaudible 'gracias' para la aceptación del demonio. Con su voz cavernosa, pero típica de un payaso, llamó a Alice para que se acercase. Conforme más se aproximaba se percató de un dato importante. Hasta un ciego se podría dar cuenta que escondía algo detrás de su inmensa espalda, no obstante, ella no quería descubrirlo.

Laughing Jack reveló un cuchillo perfectamente limpio y resplandeciente, que aclamaba peligro y muerte, y eso precisamente, era lo que más le gustaba.

—Es hora de jugar al escondite, Alice. Dime, ¿quién será el primero?

† 𝕃.𝕁 †

La Juguetería 〚Laughing Jack〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora