Capítulo 7:Todos los veranos, después de que la estancia en el internado para señoritas Margaret Thatcher concluyese por unos meses, a la joven Alice le estaba permitido regresar a su hogar con su familia para disfrutar del tiempo libre; lamentablemente, divertirse era una actividad muy...¿Cómo decirlo? Limitada para ella.
Anastasia Duke, su madre, la instruía junto con un monitor especializado el ilustre arte de la esgrima. Deporte que detestaba con toda su alma, es preciso señalar.
A pesar de todo, la pequeña niña no estaba sola, no del todo por lo menos. Contaba con el apoyo de Michael, el amigo imaginario que su mente había elaborado a falta de uno real. En ocasiones solía distorsionar su imagen según se encontrase emocionalmente; pero Michael siempre era Michael, la persona, real o no, que la quería incondicionalmente. Y el mismo que cruzó el umbral de la habitación siguiendo a su sanguinario dueño en la destrucción de la vida de la chica en una tarde de otoño como cualquier otra.
Mas debo disculparme, me temo que os he engañado.
Alice sí tenía una amiga de carne, hueso y de dentadura impecable. Su nombre era Helena.
Tranquila, madura y prudente, destacaba por sus buenos consejos y una increíble habilidad para escuchar. Su calmada personalidad y los buenos modales que presentaba, habían sido aprobados por los Duke, además de ser amigos de los Edevane, los padres de Helena. Debido a los constantes viajes de negocios, la chica no asomaba la cabeza muy a menudo por los terrenos británicos, pero siempre regresaba cuando Alice lo hacía.
Lo más destacable de ella eran los llamativos guantes negros que cubrían sus manos. Nunca surgió el tema ni preguntó acerca de ello, y tampoco le daba tanta importancia. Ojalá lo hubiese hecho.
El frío se deslizó sigilosamente por los pliegues de su vestido como un viejo conocido, haciendo estremecer a la chica del lazo rojo y mirada perdida. Se hallaba ante la puerta de la casa de su amiga, la Edevane Manor, rezaba el buzón junto a la verja que había atravesado minutos antes.
Le habían dado instrucciones específicas que no querría desobedecer. Sostenía una pequeña navaja como el instrumento escogido que daría final a la vida de los residentes que se encontraban tras los paneles de madera, probablemente envueltos en el calor hogareño, compartiendo agradables momentos en familia sin saber lo que se avecinaba. La agarraba con desespero, con repulsión, con asco, con recelo; pese a aferrarse a ella sabiendo que era su única oportunidad para escapar de aquella pesadilla.
Matar para vivir; tan irónico como cotidiano. Se sentía enferma.
No había rastros del payaso ni del juguetero. Le habían dejado a su suerte, sabiendo que iba a cumplir con la tarea, quisiese o no.
Con el corazón latiendo desenfrenado y la saliva corriendo por su garganta ingresó en el interior de la casa sin ser vista, cual gato en los inicios de la madurez probando sus habilidades. Cada rincón del lugar la atormentaba de recuerdos, recuerdos felices en su mayoría, y eso los hacía peores, mucho peores.
Pronto llegó a la habitación de Helena. La puerta era el único obstáculo que le impedía asesinar a la chica que había sido su amiga por años.
«¿Realmente iba hacerlo?» se preguntó. Por un momento la nostalgia ganó la batalla contra su miedo, un segundo que él esperó para hacer acto de presencia.
—¿No estarás pensando en abandonar, verdad Alice?
Se dio la vuelta, espantada, pero no percibió nada salvo dos puntos azules que la observaban amparados por la oscuridad. No obstante, esa presencia no fue lo que alteró su ya dañada calma, sino que en ningún momento había escuchado la frase. En ningún momento.
El cazador había colocado la bala en su rifle y la presa estaba advertida. Otro paso en falso y sería la muerte más deliciosa y poética que un lamentable humano como ella podría aspirar.
Giró el pomo de la puerta y presionó el pequeño cuchillo contra su muslo cubierto por satén. Helena se encontraba sentada sobre su cama, de espaldas a su verdugo. Avanzó hacia ella sin hacer ruido, odiándose a si misma por cada segundo que pasaba, odiando a Laughing Jack por destrozar su vida y odiando al mundo por todo ello.
Se detuvo cuando unos pocos centímetros suponían la línea entre la vida y la muerte de la joven de diecinueve años que aún no se había girado; y cuando lo hizo, Alice juró que parecía como si supiera lo que le iba a ocurrir, dándole una bienvenida con los brazos abiertos a la muerte, que aguardaba impaciente observando la navaja.
Dos pasos, un movimiento de brazo y la cuchilla cortó el aire. Antes de que el cuello de Helena se convirtiese en una idílica cascada carmesí, sonrió. Fue una sonrisa calmada, tranquila —como ella— que detuvo la acción homicida por un instante, un instante en el que las miradas se encontraron, y algo en el interior de Alice ennegreció, como un castigo divino por su pecado.
Cuando la chica recuperó la cordura, se halló sentada sobre una alfombra manchada de sangre inocente, sangre que le pertenecía al cadáver todavía caliente que reposaba en el regazo de su asesina.
Matar a sus padres no le resultó tan difícil.
Claro que a esas alturas, con tres muertes en su contador, todo resultaba más fácil. Clavarse su propio cuchillo resultaba más fácil que tener que seguir contemplando el rostro sin vida de Roxane Edevane, que aún conservaba una mueca de horror. Edward había dado más juego, pero todo se desvaneció para él cuando, después de haberle herido de gravedad en la pierna izquierda, encajó el arma en su pálida frente.
Laughing Jack examinó la escena, complacido. Pero tanto él como Alice sabían que el juego no había acabado. Quedaba una persona más.
† 𝕃.𝕁 †
¡No estoy muerta bitches! :D Este es mi regalo por el 13 de octubre, más conocido por algunos como el día de los creepypastas. Espero que os haya gustado este capítulo y nos vemos en el próximo <3.
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La Juguetería 〚Laughing Jack〛
Fanfichαlf α pσund σf tuppєnnч rícє hαlf α pσund σf trєαclє, thαt's thє wαч thє mσnєч gσєs pσp gσєs thє wєαsєl! Alice había cometido muchos errores en su vida, sí, pero el más terrible y magnífico de ellos, se consumó una vez cruzó el umbral de aquella...