| | Capítulo 10 | |

77 11 7
                                    

Capítulo 10:

Un par de destellos solitarios flotaban en el lienzo negro de la noche, resguardados entre la maleza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un par de destellos solitarios flotaban en el lienzo negro de la noche, resguardados entre la maleza. El viento acariciaba las hojas perennes de los árboles que no se habían desnudado ante la llegada del invierno. El escenario se aclaró con la retirada de las nubes, dejándole vía libre a la Luna para iluminar la noche.

La chispa de pánico corrió por la médula espinal de Alice como la pólvora misma antes de estallar. De pie, a unos pocos metros se cernía la figura de un hombre, tal vez un adolescente, sujetando dos hachas salpicadas de rojo con sus manos enguantadas. Las gafas que cubrían sus ojos brillaban con el reflejo ámbar que había acechado hacía unos segundos. Alice pudo percibir los crujidos y los movimientos brutales provenientes del cuello del ajeno. Él se acercó.

¿Qué te pa-p-pasa? ¿T-te-te a comido la lengua el gato?—  Las palabras se le arrastraban con cada sílaba, anexadas a un fuerte acento germano salientes de un bozal negro. Una risotada seca murió en su boca instantes después. 

Alice no respondió. Sus músculos no respondían. La sangre había dejado de fluir por sus venas y las manos temblaban en sus costados.

—¡Contesta!

La hoja de una de las hachas cortó el viento en su recorrido y se hundió en la madera del árbol. Alice se llevó la mano a la oreja y la miró con los ojos abiertos de par en par. Sangre. Las articulaciones volvieron a funcionar y sus piernas se movieron por sí solas.

Tobías Rogers la vio huir entre los pinos y las sombras nocturnas. Volvió a reír, esta vez con más intensidad. Desencajó el arma del árbol y deslizó su dedo por el filo. Antes de que la sangre tocase el suelo, el cazador ya había salido en busca de su presa. 

Las ramas de los pinos y cipreses azotaban la piel de Alice una y otra vez, hiriendo su agitado cuerpo con cortes y rasguños; respaldadas por el viento que corría en dirección contraria. Había llovido no hacía mucho y el terreno se mantenía húmedo. Lamentablemente, la suela de su zapato resbaló y la figura de la chica se inclinó hacia delante. Rodó entre la hierba hasta detenerse unos cuantos metros más adelante.

¡Alice! ¡Voy a por ti! ¡Espero que estés escondida!— la amenaza cantarina retumbó por todo el bosque. Alice intentó levantarse, patinando una vez más hasta que logró incorporarse finalmente.

«Corre, corre, corre.»

«No mires atrás, solo corre.»

La voz en su interior se iba modulando cada vez más intensa. La fatiga le abrazó la espalda y acarició sus piernas, pero no podía detenerse. Sentía la presencia de aquel loco muy cerca suyo.

—¡Ayuda! ¡Por favor, que alguien me ayude!

Ya no le quedaba saliva y mucho menos fuerzas para seguir gritando. Era un infierno; solo esperaba que acabase pronto. Empezó a aminorar la marcha dando por vencida su vida malograda. Solo entonces, el destino añadió nuevas fichas con las que jugar y en un pequeño lapso de tiempo divisó con el rabillo del ojo una cabaña no muy lejos de allí. No moriría ese día.

Dando sus últimos esfuerzos, se encaminó hacia el refugio con toda la velocidad que sus agotadas extremidades podían ofrecerle. Giró el pomo de la puerta e ingresó cerrando tras de sí.

† 𝕃.𝕁 †

Crack, crack.

El crujido de la madera putrefacta bajo unas botas desconocidas hizo separar los ojos de Alice de la puerta para dirigirlos hacia la figura que bajaba tambaleándose por las escaleras con una botella de alcohol en mano.

La chica ahogó un grito. El hombre de la eterna sonrisa se percató de su presencia y sonrió aún más si era posible.

—No me esperaba que la próxima víctima viniese por si sola. Estoy sorprendido— su piel extremadamente pálida reflejaba en brillo de casi fundida bombilla del techo. La cabaña estaba apenas iluminada, pero Alice pudo notar unas cuantas latas de cerveza desperdigadas por el suelo y un tenue olor a... azufre.

—¿No vas a decir nada? Dicen que las calladas son las que más gritan cuando les entierran el cuchillo en la cabeza...

—¡Espera! Por favor, no me mates aún— el hombre la examinó con un deje de diversión en sus ojos completamente negros tan abiertos que daba la sensación de que se había cortado los párpados. Bebió un poco más de la botella y acto seguido la estampó contra el suelo, haciendo sobre saltar a Alice.

—¿Y por qué no debería hacerlo? Te has presentado tú solita como una oveja a una manada de lobos.

—Necesito que me ayudes. Hay un chico... ahí afuera... Viene a por mí— la expresión facial del asesino cambió al mencionar al perseguidor de Duke. Dejó escapar una risa y negó con la cabeza mientras metía la mano en el bolsillo de la chaqueta para buscar algo.

—Felicidades, niña. Has sido la víctima que más a vivido en mi presencia. Pero me temo que ya es hora de dormir.

Jeff the Killer lanzó su cuchillo directamente al corazón de Alice. Por acto reflejo, protegió el corazón con su brazo izquierdo y cerró los ojos esperando lo inevitable.

Lo siguiente que se oyó fue un grito y un silencio que arrolló la sala. Las cigarras dejaron de cantar.

Alice sujetó su extremidad con fuerza y profirió otro gemido de dolor. El pequeño cuchillo de metal estaba incrustado en su brazo, pero este no sangraba. Simplemente, el brazo artificial se había roto como la porcelana.

El asesino guardó silencio para mirar fijamente a la chica. Pareció entender algo y masculló un nombre entre dientes.

"Jason"

El cuerpo de Alice se tensó ante el avance del que una vez fue Jeffrey Woods. Este agarro el pomo con fuerza y abrió la puerta para salir al exterior.

Aún encogida con el brazo presionado contra su pecho, Alice estiró el cuello para vigilar sus movimientos ante la posibilidad de un nuevo ataque.

El hombre sacó una cajetilla de cigarros y prendiendo uno exhaló el humo que se dispersó por el aire nocturno.

—Éstas jodida, muy jodida, muñeca pero supongo que ya lo sabes— se escuchó un último grito y segundos después Duke se asomó a la puerta sin el arma en el brazo.

—Lo sé—el asesino asintió en acuerdo y volvió a poner su atención en la nada.

—¿Cómo te llamas?

—Jeff. Jeff the Killer— respondió un tiempo después— Y tú serás Alice, ¿no? Eres la comidilla estos días. Se rumorea que el temible Laughing Jack ha contratado a una humana para que mate por él— Jeff volvió a dar una calada— Naturalmente nadie se lo creía del todo, pero aquí estás.

No hubo respuesta. Alice se le quedó mirando a la vez que miles de preguntas se enredaban en su cabeza. Antes de poder responder, percibieron un cambio repentino del clima, y con él, las gafas ámabares de su perseguidor relucieron en la penumbra. Jeff gruñó pisando el cigarrillo que acababa de tirar.

—Entra en la cabaña. Ahora— Duke no puso objeciones y cumplió con la orden cerrando la puerta de madera al entrar.

Durante unos minutos apenas se escuchaba la conversación se mantenía allí fuera, sin embargo Alice no tenía la más mínima intención de ser participe de ella.

Cuando la noche retiró su manto y los primeros tintes rojizos se pigmentaran en la bóveda celeste, la cabaña se abrió y ambos hombres ingresaron. Jeff sonreía de forma preocupante.

—Tienes suerte, Alice. Jack me deberá mucho con esto.

En el momento en el que la chica quiso responder, el hombre sonriente recogió una botella de cristal del suelo y se la estampó en la cabeza.

Después de eso, Alice cayó al suelo inconsciente.

† 𝕃.𝕁 †

La Juguetería 〚Laughing Jack〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora