| | Capítulo 2 | |

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Capítulo 2 :

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Capítulo 2 :

El escándalo que montó Anastasia al ver aparecer a su hija por el pórtico de la casa, sudando y lo peor de todo, desaliñada, fue incomparable. Inmediatamente le mandó a darse una ducha rápida, seguida de un cambio de ropa más formal y de etiqueta.

Alice entró a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Se apoyó en esta y soltó un largo suspiro. Lo que había vivido apenas unos minutos atrás, fue lo más extraño que había presenciado, y no estaba muy acostumbrada, os lo puedo asegurar.

Pero lo que danzaba en su mente, daba vueltas, se enredaba y se volvía a desenredar sin descanso, era la tétrica risa que escuchó una vez que cogió la caja musical. Bajó la vista hacia su regazo y se la encontró envuelta entre sus manos, que aún temblaban. Pasó un dedo parsimonioso por la cubierta de madera.

«Laughing Jack In A Box....Mhm qué curioso nombre» pensó.

Al instante la canción 'Pop Goes The Weasel' se manifestó en su memoria apenas percatándose de ello. Recordaba a su difunta abuela cantársela antes de dormir, como todos los días que la visitaba.

Alice comenzó a tararearla en susurros.

Half a pound of tuppenny rice

Half a pound of treacle

That's the way the money goes

Pop goes the weasel...

Su mano se dirigía directamente hacia la desgastada manivela. Muy similar a lo sucedido en la juguetería, sintió el fuerte impulso de darle cuerda y descubrir qué se escondía dentro.

«¿Un títere, una marioneta? ¿O acaso el recipiente escondía a un payaso?»

Cumpliendo su particular deseo, la giró suavemente. Automáticamente la conocida melodía resonó por toda la habitación, mas nada salió de la caja. No pudo continuar contemplando el antiguo objeto por la inoportuna aparición de su mayordomo, que a petición de su madre le informaba de la impaciencia de esta.

-Señorita Duke, siento molestarla de nuevo, pero su madre demanda su presencia inmediata. Por favor, dese prisa.

La chica tragó saliva y posó la caja musical sobre su cama. «De todas formas, ni siquiera funcionó, está completamente vacía» No podía permitirse el lujo -o como diría Anastasia, el descaro-de concederse un relajarte baño a instas de lo que había ocurrido en las últimas seis horas; a no ser que quisiera ser castigada más tarde.

La vestimenta que debía usar descansaba sobre la cómoda próxima a su cama, donde había dejado la caja musical. Su madre le tenía preparado un ajustado vestido negro con caída, junto con el único accesorio que se le permitía añadir: un lazo rojo atado al cuello. Se metió en el vestidor y comenzó a cambiarse. Notaba como si algo o alguien le estuviera observando, incluso llegó a escuchar uno que otro ruido proveniente de su habitación, pero no quiso pensar en ello y lo asoció con meras alucinaciones.

Terminó de arreglarse y bajó en cuestión de unos pocos segundos al piso de abajo. Las elegantes lámparas colgantes y la refinada música que resonaba por todo el vestíbulo principal y más allá eran razones suficientes para que el estómago de Alice se revolviera.

«Las incansables ganas de alcanzar la perfección me ponen enferma» decidió. Avanzó por el ancho pasillo que conducía al salón, ignorando por completo los cuadros de sus antepasados colgados en las paredes. Algunos de los cuales, inspiraban temor.

El Concierto de Brandemburgo Nº1 de Bach se podía escuchar cada vez más fuerte.

El brillo en exceso y la inmensa cantidad de personas fue lo primero que la heredera de los Duke captó con su reducido campo de visión. Con esfuerzo, se hizo paso entre los invitados, viéndose obligada a saludarlos con educación y fingidas sonrisas. Entre tanto, logró divisar una figura de aspecto ilustre conversando con un individuo de clase alta. Logró identificarla como su madre y avanzó hacia ellos.

-¡Alice, querida!- llamó a su hija- Te has presentado más tarde de lo acordado- susurró discretamente sin abandonar su tono severo para que solo su ella la escuchara. Alice se disculpó en un murmullo y dirigió su atención al individuo que le sonreía sospechosamente.

-Este es un ejecutivo muy importante de una empresa irlandesa de varias generaciones. Estamos... negociando sobre debidas cuestiones. Ya eres una adulta, y por lo tanto es hora de te adentres por completo en la compañía familiar...¡Y qué mejor modo de hacerlo que casándote con el hijo de este distinguido empresario!

La muchacha palideció ante la declaración de su madre, pero sobre todo, ante la repugnante mirada que le destinaba el hombre. Dio un paso hacia atrás, seguido de otro, temblorosa ante la sola imagen de una vida junto a alguien que no conocía; solo por la ambición de su progenitora. A pesar del temor, sabía que negarse sería en vano, por lo que se mantuvo callada.

Afortunadamente, la atención de la multitud se enfocó en la silueta de su prima, Sonya. Llevaba un largo y espumoso vestido rosa pálido, con demasiados brillos y pomposidad para el gusto de Alice, pero lo agradeció internamente debido a que la atención de su madre ya no residía sobre ella. Una corona para nada discreta descansaba sobre su cabeza, opacada por el maquillaje en exceso de su dueña.

El tiempo pasó demasiado lento para Duke, la cual solo observaba a su arrogante familiar abrir sus regalos de cumpleaños con ímpetu, desechando aquellos que no le gustaban, justo como a ella. Otro objeto más, dejado a su suerte por no ser lo suficientemente útil.

Al cabo de un par de horas más, cuando los invitados tomaban champagne -no tan sobrios como antes- mientras que hablaban de negocios, Alice se retiró de la fiesta-naturalmente con el permiso de su madre- para dirigirse a su dormitorio y poder despojarse del incómodo vestido que la tenía asfixiada desde el principio de la celebración.

Una huesuda mano de uñas postizas le impidió continuar su camino. La chica se giró para contemplar el desagradable rostro de Sonya.

-Suéltame- demandó débilmente, intentando liberarse.

-¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú?- se burló. En el tiempo que ambas discutían, ignoraban el par de ojos, ocultos entre las sombras que les observaba febrilmente, divertidos.

-Eres una niñata estúpida que no puede hacer nada por sí misma, desgraciada. Deberías aprender a respetar a la gente que está por encima de ti, ¿sabes?

Los ojos de Alice se empañaron de lágrimas, no obstante fue liberada del agarre de su prima y corrió escaleras arriba. Era muy sensible ante las críticas o la desaprobación en general, y los insultos de Sonya no le sentaron para nada bien. Ingresó en su cuarto y cerró la entrada de un portazo, recostándose en ella. Con la voz rota llamó a Michael, su amigo imaginario que la acompañaba desde que le mandaron al internado para señoritas a los ocho años. Los Duke siempre intentaron ocultar las rarezas de su hija, pero desconocían lo que la hacía "compañía" cuando se sentía sola.

Pero Michael no fue quién respondió.

-¿H-hay alguien a-ahí?

La caja musical que reposaba en la cama se sacudió con brusquedad, cayendo al suelo estrepitosamente. Parecía que tenía vida propia por los movimientos que hacía, sacudiéndose como si ocultase una bestia salvaje... Hasta que se detuvo de repente, dejando la melodía infantil seguir su curso de una forma tétrica.

¡Pop Goes the Weasel!

Un instante después, el objeto se abrió de improviso, seguido de una explosión de serpentinas en blanco y negro. Una horrenda voz, proveniente del humo pronunció una frase particularmente conocida:

-Venga uno, ¡vengan todos! ¡Sean grandes o pequeños! ¡Para ver al mejor payaso de todos! El único, ¡Laughing Jack-in- a-Box!

† 𝕃.𝕁 †

¡Buenas! Espero que os haya gustado esta pequeña parte. Comenta, dale a la estrellita y nos vemos en el próximo capítulo.

La Juguetería 〚Laughing Jack〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora