Capítulo XII

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Capítulo XII

En el templo del dragón.

—¡Ustedes están locos!

—Lo sentimos mucho, fue mi culpa, yo le pedí a Alpha que tocará un poco de música, pero nunca pensé que estas eran esas tan famosas trompetas

—Mi señor dragón está furioso, nunca las hemos tocado, y vienen los primeros humanos a visitarnos y lo primero que hacen es causar estragos y malos entendidos. ¿Y ahora qué le vamos a decir a Dios?

—No, es mi culpa por no haberme dado cuenta de que eran esas trompetas, pero para ser sincero, están bien desafinadas, si ustedes les hubiesen dado mantención no habría probado tantas de una vez.

Lo peor es que tocaron 6 de las siete.

—Pero no creo que hayan tomado en serio las trompetas, ya que nada de lo que se dice sobre ellas está sucediendo en el mundo.

—Por lo menos eso es cierto, aunque  la humanidad  cuando las escuchó entró en pánico.

—No sé preocupe tanto, somos amigos de Dios— dijo Mario con seriedad. Y él nos quiere mucho, no creo que nos haga nada malo, le diremos que no fue nuestra intención hacer eso.


En algún lugar del infierno.

—¿Dónde está nuestro amo?

—Preparándose con el ejército para iniciar la invasión al mundo.

De un pozo de lava emergió una gran esfera negra, el magma escurría como espeso líquido. De la esfera salió un reluciente ser, resplandecía como una supernova, "era el portador de la luz".

—Amo, por fin has despertado. —Astaroth hizo una reverencia a la par que todos los que se encontraban en aquel templo.

Las antorchas tenían un brío diferente, era blanco pero destellaba oscuridad y maldad.

El príncipe de las tinieblas dio sus primeros pasos, estaba desnudo, tenía un cuerpo escultural que fue creado y pulido por el mismo creador.

Ojos azules como el mismo cielo, piel blanca como la nieve, rasgos faciales inmaculados que ninguna ser humano mujer u hombre rechazarían, abdomen marcado, piernas frondosas, brazos fuertes, pelo alborotado y emanaba una extraña sensación de bienestar.

Uno de los súbditos empezó a entregarle su túnica.

—Amo todos los preparativos están listos. —entrego con respeto aquellas prendas sagradas. —Pero hay algo que no está bien...

Aquel trémulo sirviente balbuceaba y empezó a flaquear. Otros súbditos empezaron a otorgarle una armadura.

Esta tenía detalles muy peculiares, parecían piezas de una serpiente, pero estas piezas tenían destellos negros con rojo.

Bélico.

—Algo no está bien amo...

Seguía insistiendo con esa voz que parecía que se le quebraba, en aquel lugar se encontraban todos los jueces del infierno, Astaroth y Paimon se vieron, desconocía de lo que hablaba aquel súbdito.

El ser perfecto se fue colocando cada una de las piezas de la armadura; greba, rodillera, quijote, escarcela, peto con un pentagrama en tonos carmín, guardabrazos, codal, guantelete el de la mano izquierda tenía la cabeza de una serpiente con el hocico abierto exponiendo los colmillos, y finalmente se puso el casco, este era el de un macho cabrío parecía tan real que en verdad era un animal disecado.

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