The Hunter (primera parte).

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La cacería por fín había terminado; era una noche fría, la niebla se dejaba ver en cada rincón, algunos animales del bosque la observaban mientras ella apuntaba con lagrimas en sus ojos una flecha con su arco en la sien de aquel cazador, ella había prometido no llorar pero era imposible, la escena que estaba viviendo la recordaría por siempre, era desgarradora. Ya no más, estaba a punto terminar, ella pudo hacerlo sufrir como el lo hacía con aquellas presas indefensas pero eso era rebajarse a su nivel, quería terminar ya.

Todo comenzo en otoño, las calles estaban infestadas de pálidas hojas y el frío gobernaba cada rincón de ese lugar, habían rumores que un cazador asechaba presas indefensas, pequeñas que no tenían culpa alguna, lastimandolas y abandonandolas a su suerte en el frío de la noche. Ninguna sobrevivía en lo gélido del bosque, por más que gritara, la presa indefensa no lograba escapar de las garras del cazador.

Por lo regular, a la mayoria del pueblo no les era agradable tocar ese tema, era un tabú hablar sobre el cazador, siempre pensaron que "si no hablas del problema algún día se olvida, desaparece; si no hablas del problema no existe" pero no era así, el peligro que un cazador asechaba por las noches era inminente y no se podía olvidar, para Rachel era simple: "el problema debía acabarse de raíz".

Ella observaba a cada sospechoso del lugar, debía cumplir ciertas cualidades: altura promedio, fuerza promedio, entre cuarenta y cincuenta años y claro, conocer el bosque como la palma de su mano. Era díficil, casí imposible descartar posibles sospechosos ya que la mayoria del lugar tenía esas cualidades.

Cuando creía estar cerca de la respuesta salían a la luz más interrogantes, era la historia de nunca acabar y los de aquel lugar no apoyaban en nada haciendo caso omiso del problema, dejandolo en segundo plano, olvidandose de ese sufrimiento tan cruel que el cazador hacía con las pobres presas inocentes.

La casa de Rachel era perfecta para observar cualquier movimiento, el bosque pegaba frente a ella, pasaba horas en la ventana, solo observando, sin animarse nunca a entrar en el gélido bosque; muy en su interior temía encontrararse con algo que no conocía ó que probablemente siempre conoció. Era algo aterrador "el cazador vivía entre ellos" compraba en las mismas tiendas que ellos, tenía un hogar igual que ellos, pero no era igual que ellos, era lascivo y eso no cambiaría, debía pagar el precio de tantos sufrimientos, su doble vida pronto acabaría.

Observaba el historial del cazador, no era muy grande pero era  suficiente para que ella lo odiara con tanta vehemencia, seis habían sido sus víctimas, seis indefensas presas que no habían logrado escapar y todas ellas habían quedado esparcidas en todo el bosque, ni siquiera las llevaba a su casa como trofeo, solo las cazaba, las dejaba heridas y abandonaba a su suerte; una vez, solo una vez eran lastimadas por el cazador.

Revisando una y otra vez el historial descubrió que no usaba el mismo lugar para lastimarlas, no tenía un modus operandí definido, era inconstante  y la última de sus victimas probablemente estuvo a punto de escapar; llevaba un disparo justo en la sien y estaba muy cerca de la carretera, claramente no pudo reconocerse al dueño del arma, el cazador una vez más se había salido con la suya y la presa yacía tendida en el suelo según el informe policial que había logrado robar de la estación.

NOTA:

Lascivo-lascivia: deseo sexual.
Vehemencia: aquello que se maniesta con mucha fuerza.
Modus operandí: termino latín utilizado en criminología  y la rama policial para denotar el modo de obrar o actuar del ignoto (aquel que no se conoce ó bien, no ha sido descubierto). En este caso, el cazador.

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