De vuelta a casa | Reddie.

Capítulo 7.

Beverly observa la trayectoria de la gota de sangre que ha salido de la punta de su dedo índice, el como se desliza por su dedo hasta caer libremente sobre la tierra.

En un segundo, no pasa nada. En dos, tampoco. Ni en tres. Beverly empieza a creer que no pasará nada cuando, de pronto, una enorme luz sobresale del suelo, justo del lugar donde cayó la gota de sangre y comienza a expadirse hasta asemejarse a un ¿portal?

Es tan brillante y tan sombrío al mismo tiempo que Beverly se ve obligada a cubrirse los ojos con un brazo y afirmarse en una de las rocas flexionando las rodillas para no caer.

—Mierda— escucha que un chico masculla y luego el golpe de alguien cayendo de cara al suelo.

—¡Quítate de encima!

—¡¿Quién tiene su mano en mi trasero?!

—Lo siento, Steve, pero Lucas tiene su cuerpo sobre mí .

—¡No es mi culpa, Dustin! ¡Mike no se me quita de encima!

—¡Es Max quien está sobre mí, tarado!

Beverly se quita el brazo con que cubre sus ojos cuando nota que la luz comienza a apaciguarse, y se encuentra con una maraña de chicos enredados de forma bastante... extraña.

Hay un chico alto debajo uno de risos, quien a su vez esta bajo un chico de piel oscura, quien a su vez esta bajo un ¿doble de Richie? ¿que mierda? Y sobre este último está una chica pelirroja.

Detrás de toda esa maraña de brazos y piernas, hay una chica de cabello en risos que mira todo con sincera confusión y, junto a ella.... Oh por dios.

—¿Iker?

Beverly siente que pierda la respiración, y se obliga a mantenerse seria. No llorar. No abrazarlo. Solo seria. Aprieta los puños tras su espalda.

—Hola, preciosa.

....

Cuando Richie abre los ojos y voltea, lo primero que ve es a Eddie, quién prácticamente vuela desde la silla en la que se encuentra sentado hasta llegar junto a la camilla de Richie.

—Hey, hey, aquí estoy— se inclina ligeramente y le acaricia el cabello—. ¿Cómo te sientes?

Richie parpadea, algo aturdido. El lugar huele a Eddie... no, perdón, huele a medicamentos de hospital, eso es (aunque es lo mismo).

—Estoy mareado y no veo una mierda— Richie hace una mueca, parpadeando—. ¿Dónde están mis lentes?

Eddie resopla.

—Sin tacto, bien, tus sentidos están perfectos— rueda los ojos y le ayuda a Richie a enderezarse con las almohadas mientras que este se coloca los lentes.

—¿Qué me pasó?

Eddie suaviza la expresión y pone una mano sobre la de Richie.

—Creo que fue un martillo lo que te golpeó la frente. Te pusieron puntadas— le cuenta—. Los chicos vienen en camino.

Y Richie lo recuerda todo de golpe.

La voz espectral que reconocería en cualquier lado, las herramientas volviéndose locas, el golpe, el caos. Y entre todo eso, Eddie protegiéndolo con su vida, abrazandolo con fuerza mientra el veía, literalmente, estrellas por el golpe.

En un acto prácticamente involuntario, quita su mano de la de Eddie y la mete bajo las sábanas.

Eddie carraspea, algo avergonzado, y retrocede un poco de la cercanía.