Letargo. (Emiliaco)

14- Siento, luego existo

Joaquín estaba sentado en la mesa del jardín, frente a Emilio, el rizado estaba inmerso en su teléfono y Joaquín leía, ninguno de los dos hablaba, simplemente se hacían compañía.

El timbre de la casa sonó, Joaquín dirigió su mirada a la sala a través del ventanal y vio a Martha bajar las escaleras y abrir la puerta, la miró hacerse a un lado para darle paso a una chica menuda de largo cabello castaño y rizos delgados y tupidos. Martha la dirigió hacia el ventanal y le abrió la puerta corrediza, la chica salió al jardín y caminó hacia ellos. 

La chica dirigió su mirada a Joaquín. 

—Hola, tú debes ser Joaquín, ¿no?– le habló. Él asintió, sabía que su madre había conseguido, relativamente de inmediato un psicólogo nuevo, específicamente una mujer, y sabía que ella llegaría a la casa esa tarde, solamente tres días después de plantearle la idea a su madre, pero no se esperaba que fuese tan joven. —Yo me llamo Mara Alejo, tu mamá me pidió venir a platicar contigo un ratito, ¿me puedo sentar?– dijo la chica señalando la mesa, Joaquín asintió de nuevo, Mara rodeó la mesa y se sentó en el otro extremo de la misma.

Joaquín le miró el rostro, un tanto pálido pero al mismo tiempo cálido, irradiaba una energía positiva, tenía una expresión amable y su voz sonaba confiada y confortable.

Mara dirigió su mirada a Emilio, quien también la veía, el rizado entendió la indirecta y con una sonrisa se levantó de su silla sin decir nada y entró a la casa por la puerta que Martha había dejado abierta, cerrándola detrás de sí, Joaquín miró como se quedaba en la sala y se acomodaba en uno de los sillones, viendo la interacción en el jardín, alternando su mirar con la pantalla de su teléfono.

Joaquín miró a la chica, que se había puesto cómoda y se había recogido el cabello en una coleta. Una sensación cálida abrazó su pecho, sintió el impulso de sonreírle.

—Bueno, Joaquín– le habló, Joaquín aún sostenía su libro así que lo dejó a su lado y colocó los brazos sobre la mesa. Se sentía listo, durante los pasados tres días se había preparado emocionalmente, con un poco de ayuda de su madre y un tanto sorprendentemente de Emilio para forzar a su mente a hablar de todo lo que le había sucedido, aunque había un poco de nervios en su cuerpo, se sentía preparado para sacar todo lo que había en su pecho y en su mente. —Cuéntame de ti, ¿qué te gusta hacer?–

La pregunta le tomó por sorpresa, titubeó por un segundo y se sintió confundido. Hacía mucho que alguien no le preguntaba sobre sus gustos.

—¿Por qué me preguntas eso?– le cuestionó sin pensar.

Mara le miró y enarcó las cejas, le regaló una sonrisa curvando sus labios.

—Curiosidad– le dijo —Joaquín, tu aquí llevas el control, si no quieres hablar de algo solo dilo y cambiamos el tema– aseguró. —¿Hay algo en específico de lo que quieras hablar?–

Joaquín pensó por un momento en la grandísima diferencia que existía entre Mara y el doctor Trejo.

—Pensé que me preguntarías sobre lo que pasó– murmuró Joaquín, sintiéndose imposibilitado a sostenerle la mirada.

—¿Quieres hablar de lo que pasó, Joaquín?– él se quedó procesando la pregunta, se había preparado para ello, pero verdaderamente sentía terror de recordarlo, negó con la cabeza. —entonces no hablemos de eso, hablemos de otra cosa, no lo se...– la chica hizo un ademán pensativo, Joaquín la miró tocarse la barbilla con el dedo indice —de tu familia, de ti, de lo que hiciste hoy, de qué quieres hacer mañana, de lo que te gusta, tú eliges.– le dijo.

Se quedó pensando un momento, Mara le vio con expresión paciente y una sonrisa en los labios, ¿qué le gustaba? Joaquín volteó hacia la sala y vio la mata de cabello rizado de Emilio, ni siquiera él le había preguntado lo mismo porque el chico de alguna extraña forma ya lo sabía.  Por un momento el pensamiento de que había perdido su identidad le cruzo por la mente, pero tan pronto como llegó, se fue.