17- El abrazo amado ha de ser muy apretado

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Emilio revisaba su teléfono mientras yacía boca abajo en el acolchado de la cama, se había bañado y aprovechó para ponerse la pijama aunque aun no dieran ni las ocho de la noche, después de mojarse en la lluvia su cuerpo le pedía un poco de comodidad. El ruido de su puerta siendo tocada le interrumpió, miró hacia la entrada, Renato asomó la cabeza cuando abrió un poco la puerta, Emilio se incorporó en la cama.

—¿Puedo pasar?– susurró Renato, Emilio asintió.

—Claro bro, es tu casa ¿no?– El chico le dio una sonrisa un tanto forzada y entró, caminó hacia la cama y se sentó junto al rizado, que le miraba expectante, pero no dijo nada.

—¿Cómo está?– soltó, mirando al suelo, después de unos minutos de silencio algo incómodo, Emilio le miró interrogante —Joaco, ya sabes, ¿cómo está?–

—¿Porqué no le preguntas tu, bro?– le dijo Emilio en tono amable, Renato negó con la cabeza.

—Estoy seguro de que no me quiere ver ni en pintura– murmuró el chico, Emilio soltó su teléfono y se acomodó para abrazar a su amigo con un brazo sobre sus hombros.

—¿Neta?– le preguntó —Porque yo supongo que tú le conoces mucho mejor pero...– le miró, Renato no le correspondía la mirada —yo estoy seguro de que te extraña– le dijo. El menor le miró.

—No es cierto– dijo, negando con la cabeza de nuevo —lo dices porque me quieres hacer sentir mejor–

—Es verdad– aseguró Emilio —te extraña y te va a perdonar todo, Nato– le palmeó el hombro y se levantó. —ve a hablar con él wey, está en su cuarto– le animó, Renato dudó, miró a Emilio, el chico le regalaba una sonrisa cálida.

—Espérate– dijo Renato abrupta mente, mirando a Emilio, el rizado borró su sonrisa —¿tú cómo estás tan seguro de que Joaquín me quiere ver?– le preguntó, Emilio se sentó de nuevo —hace rato igual hablaste prácticamente por él y luego paso lo de la lluvia y yo no entiendo nada– dijo rápido sin mirarle, Emilio sintió un ápice de nervios —¿que te traes con mi hermano?– terminó, mirándole, Emilio evadió la mirada y ocultó con su mano la sonrisa nerviosa que se le salió.

—¿De qué hablas Renato?– contestó Emilio en un murmullo, Renato soltó el aire que guardaba y giró los ojos, Emilio recordó a Joaquín esa mañana haciendo el mismo gesto y su pecho se sobresaltó.

—Ya Mailo, a ver– Renato se acomodó en la cama para verle de frente, Emilio batallaba consigo mismo para sostenerle la mirada al chico, que le intimidaba un poco y le llenaba de nerviosismo —los dos sabemos que una de las razones por las que dijiste que si a acompañarme fue Joaquín– le dijo, poniendo una mano en su rodilla, Emilio sintió su cuerpo ponerse rígido, no deseaba tener esa plática. —¿te gusta?– le soltó, Emilio se le quedó viendo a su amigo, sorprendido por la pregunta, con las cejas enarcadas y los ojos bien abiertos, consciente del agarre de su amigo en su rodilla, sin saber cómo responder. Renato notó esto e hizo un movimiento con su mano en la rodilla de Emilio para tratar de hacerle relajar —no te voy a hacer nada wey, sólo quiero saber– Emilio separó su mirada del rostro de su amigo.

—No sé, creo que si– susurró, acomodando sus rizos con una mano y tomando la de Renato con otra. Renato soltó una carcajada, Emilio le miró confundido con el ceño fruncido.

—¿Crees que si?– le preguntó, Emilio asintió y Renato volvió a reír —vato, hace rato literalmente corriste hacia él, lo cargaste y lo llevaste así hasta su cuarto porque de alguna forma supiste que le tiene miedo a la lluvia y a los truenos y me estás diciendo ahorita que crees que te gusta– le dijo Emilio estaba helado, Renato se veía demasiado divertido, Emilio parpadeó varias veces —si te tiene amarradísimo– espetó.

Letargo. (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora