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Aziraphale estaba por llegar a la librería cuando sonó su celular, la pantalla mostraba el nombre de Crawley y de inmediato sintió pánico. ¿Y si lo había visto? ¿Y si sabía que lo estaba siguiendo? Pagó al taxista y entró rápidamente a su librería y se apoyó en la puerta principal apenas la cerró, su mente estaba a mil. Al ser un ángel, no podía mentir, por lo que si Crowley le preguntaba que hacía en un taxi a toda velocidad tras su Bentley, tendría que decirle. Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos, necesitaba de toda su concentración, de todas las lecturas que había hecho durante tantos siglos, alguna de ellas debía tener la respuesta. Nuevamente el celular, esta vez ni siquiera tuvo que mirar la pantalla, sabía que era él, pero no podía enfrentar la situación, no aún, así que tras lanzarlo al sofá donde solía leer salió a toda prisa con dirección al parque. Caminó a paso veloz y se detuvo a recuperar el aliento, pensó en comprar un helado, pero tenía tanta ansiedad en su cuerpo que la sola idea de tener el barquillo en su mano le produjo una arcada.

No sabía qué hacer, caminó sin rumbo dando vueltas por el parque cuando instintivamente se sentó en el banco de siempre, observando como las ondas del agua se asemejaban a sus propios pensamientos: difusos, sin forma y en constante movimiento. Trató de ordenar su cabeza, analizar cómo había llegado a esa situación.

1. Tenía curiosidad por saber qué hacía Crowley los días miércoles.

2. No había aguantado quedar con la duda y había decidido seguirlo en un taxi.

3. Mientras lo hacía, se había arrepentido y había parado.

4. ¿Había sido descubierto?

Tras hacer la lista mental, la bola de nieve que había desembocado la avalancha que lo tenía en el parque, sin su celular, escondiéndose del demonio era que éste había decidido salir los miércoles y él no sabía dónde.

Pensándolo así, sonaba demasiado ridículo; que ahora estuvieran en la misma situación luego del fallido Armagedón, no significaba que debían hacer todo junto. Aziraphale se sintió estúpido y avergonzado por su actuar y decidió caminar nuevamente a su librería.

Al abrir la puerta no tuvo necesidad de buscar su celular, puesto que lo escuchó sonando incluso mientras recién colocaba la llave en la cerradura para poder entrar. Aceleró el paso hasta que lo encontró, nuevamente era Crowley quien lo llamaba.

- Ángel, al fin me contestas, necesito de tu ayuda urgente. – La voz le sonaba desesperada.

- ¿Qué sucede, amigo mío? - Aziraphale le respondió de inmediato, no le gustaba el tono que tenía su interlocutor.

- Ven lo más rápido al hospital central, te necesito, no tengo a quien más acudir. – y antes que pudiera decir otra cosa, el demonio cortó.

Aziraphale se sintió nuevamente avergonzado, él estuvo ocultándose de sus propias ideas paranoides y su amigo estaba en algún aprieto que él podía solucionar, y como un imbécil lo había estado evitando. Salió nuevamente de su lugar de trabajo y pidió un taxi que milagrosamente pasaba por ahí, le dio la dirección y comenzó a rezar porque el trafico le permitiera llegar lo más pronto posible.

Crazy Little thing called loveWhere stories live. Discover now