CAPÍTULO 26 [+18]

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Menciones sexuales y contenido violento.

“Las cicatrices del alma también pueden ser heridas del corazón"

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“Las cicatrices del alma también pueden ser heridas del corazón"

Luciana.

Decir que mi vida había cambiado en los últimos par de meses era poco, realmente  las cosas me habían sobre pasado. Porque realmente había cambiado. Se había transformado completamente. Mi mundo, ya no era lo que creía.

Dejé de obligarme a mi misma en creer que todo seguía siendo igual.

La mansión de Caín era un verdadero desorden, había vampiros en cada esquina, y por si fuera poco, el tonto renacuajo con aires de murciélago me encerró en "nuestra" habitación, esto porque uno de sus hombres intentó clavarme el diente.

—Pensé que este viaje sería más divertido—. No he hecho otra cosa más que estar dándole vueltas a este lugar. Creo que Andrea y yo llegamos en un mal momento.

Un suspiro cansado sale de mis labios al leer otro mensaje de mi madre preguntando; ¿cómo van las vacaciones tesoro?

¿Como le diré que no pienso regresar tan rápido como debería? Son exactamente las dos de la mañana, y tengo un hambre peor de la que debe sentir un zombie en los filmes de películas protagonizadas por muertos vivientes. Ruedo los ojos y cojo un pasador, intento abrir la puerta y gracias a todas esas películas de acción logro hacerlo. Ni siquiera yo me la creo.

Salgo de la habitación hacia la cocina. Necesito urgentemente comer un frasco entero de crema de avellanas con crema. Para mí sorpresa todo está muy silencioso y ya no hay ni un alma aquí abajo.

«¿A dónde se habrán marchado?»

Una vez abajo intento alcanzar el frasco que está arriba de la lacena.

¡¿Quién lo puso ahí?!

No soy chaparra pero tampoco lo suficientemente alta como para alcanzarlo.

—Mierda— me quejo al pegarme con la esquina de un mueble.

—No deberías maldecir—pego un grito al escuchar su voz detrás de mí.

—Dio, por qué asutarme ase, osea chico ¿que no a vito su cara antee?— enrosca los ojos por mi imitación de acento cubano. Supongo que no salió como lo esperé.

—¿Qué haces aquí?

—¿Que no es obvió?  Tenía hambre, no fuiste ni tuviste la osadía de darme no se, algún tamal. ¡Mínimo una campechana!

Se cruza de brazos y levanta una ceja.

—Te encerré después de comer, hace un par de horas, y antes de que devoraras un plato lleno de costillas con salsa y puré de patatas.

—Bueno, tú lo has dicho fue hace dos horas —. Soy la reina del drama.

—Te equivocas, eres la reina de los vampiros pajarita.

MI LUNA (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora