CAPÍTULO 30.

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«El arrepentimiento no es un castigo, si no, un extenuante recorrido de furia y dolor, ambos envueltos en la prisión llamada culpa »

                      
      •Hadas •

 
— Hermana— Me di la vuelta en cuanto Hansel llegó al lugar donde le había citado.

—Pensé que habías olvidado como llegar hasta aquí— respondí viendo hacia la copa de los árboles sagrados de Erden de cart. 

—Han pasado siglos desde la última vez que estuvimos aquí. Y nada ha cambiado— Murmuró colocándose a mi costado derecho.

—En este precioso sitio, sellamos nuestro maleficio. Aún alcanzo a percibir la magia putrefacta— comenté.

—¿Estás segura de esto?— Asentí.

—Hicimos un juramento de sangre. Si alguna amenaza era lo suficientemente grande como para dañar la descendencia de cada dios, las hadas pelearían por su protección. Vivas o muertas— arrastré la última palabra sintiendo nuevamente ese característico vacío profano que se encontraba en mi pecho. Alguna vez pensé en preguntarle a Gisell si su arrepentimiento poseía el mismo efecto. Jamás lo hice.

—¿Eres ingenua hermana? ¿A caso crees que esta es la única amenaza que llegará al mundo sobrenatural? Este poder no debe ser despertado aún. Es un error y lo mejor será guardar la esta oportunidad— El hada de cabellos magentas se dio la vuelta con intención de huir. Sonreí de lado y reí.

—Eres una cobarde— Mis palabras estuvieron su vuelo.

—¿Es seguro que no quieres desperdiciar la ayuda por temor a perder la oportunidad? ¿O más bien es tu cobardía, tu vergüenza que no te deja tener el valor de ver a la cara a nuestras hermanas?

—¡Eres tan culpable como yo!— Gritó.

—¡Y es por eso que debemos hacer esto!— Respondí. —Ese hombre fue responsable de nuestro arrebato, de nuestra traición. Es una verdadera amenaza para este plano terrenal. Pero también, es nuestro momento.

—¿Momento de qué Hansel? De ver la deshonra de nuestro engaño en sus ojos. Maquiel nos enamoró, nos hizo sentir que éramos diferentes a nuestras hermanas. Y lo único que quería era quitarlas de su camino. Una amenaza menos para él, una raza poderosa que no interfería en sus planes malignos— Negué con la cabeza. Las lágrimas no tardaron en recorrer mis mejillas.

—¿Y qué hay de nosotras? ¿Qué hay de mí Gisell?

—Lo siento. Pero no seré parte de esto. Ni siquiera de la confrontación. Fue un error seguir aventada en este territorio. En este país. Me iré Hermana. Y tú deberías hacer lo mismo. Lo lamento, pero es mejor si no volvemos a vernos en lo que queda de la eternidad— tragué un nudo en mi garganta. Era momento de decirle la verdad. De darle mi razón por este odio tan inmenso que le tenía, por querer vengarme.

—Antes de que te vayas debes saber algo— Mi voz se quebró. Gisell me miró confundida.

—Él no solo daño mi corazón, también fue el asesino de mi alegría hermana. De una parte de mí— susurré colocando la palma de mi mano sobre mi vientre.

—¿Qué…qué quieres decir?

—Mató a mi bebé cuando se enteró  que estaba en cinta. Provoco que lo tuviese antes, y después lo lanzó a una hoguera. No pude hacer nada para salvarlo.

—¿Qué? No, eso no puede ser verdad tu no…

— Christopher me salvó la vida. Logré llegar a su territorio antes de que sus lobos me atacarán por ser intrusa. Estaba muriendo.

MI LUNA (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora