Capítulo 12 - TERROR PRIMITIVO

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Caminaban muertos de miedo a través de los corredores de alambrada, pasillos vacíos que en su día sirvieron de camino de ronda para los guardias de seguridad que protegían las instalaciones. Pero ahora no había guardias; se trataba de un escenario fantasmal el que recorrían: toda una base aérea abandonada con muros de hormigón y superficies de asfalto agrietado y polvoriento.

Doblaron un recodo, y otro más. No podían saber qué había más allá del entramado de rombos de alambre que delimitaba su camino a ambos lados, pues el haz de sus linternas se perdía en la oscuridad.

—Así deben sentirse las vacas a las que conducen al matadero —dijo Michaeljordan.

—Gracias por los ánimos —bromeó Viki, pero lo cierto es que ella tampoco se encontraba nada cómoda allí fuera. Su objetivo era alcanzar cuanto antes la puerta del segundo edificio que habían visto.

—Dios mío —dijo Jonathan.

Acababan de toparse con una sección de la alambrada desgarrada de arriba abajo. No era el corte limpio de unas cizallas, sino un agujero irregular que parecía haber abierto a zarpazos y mordiscos alguna clase de criatura.

—Lo que haya hecho esto —opinó Jonathan— puede moverse libremente por el complejo.

—Entonces vayamos más rápido —pidió Viki.

Recorrieron el último tramo de asfalto a la carrera.

Cuando alcanzaron la puerta de metal azulado que buscaban, comprobaron aliviados que no se encontraba cerrada. Jonathan y Michaeljordan se apresuraron a entrar mientras Viki, que quedó la última para vigilar la retaguardia, sostenía la puerta.

Viki tardó unos segundos en entrar. Un profundo escalofrío recorrió su columna: había vuelto a oír aquel extraño gorjeo. Definitivamente, había algo muy, muy cerca de ellos. Y los estaba siguiendo.

Viki se apresuró a entrar y cerrar la puerta tras de sí. Hubo de reprimir una fea palabrota cuando Michaeljordan gritó con la voz aguda de una mujer.

—¡Un fiambre! —chilló su amigo.

Se encontraban en una especie de reducido cuarto de contadores repleto de generadores y cuadros de luces que hacía mucho tiempo que no funcionaban. Tendido contra una pared cualquiera, había un hombre de uniforme militar de color gris con una espantosa herida abierta en el abdomen.

Sólo Viki reunió el valor suficiente para agacharse junto al cadáver y examinar el repugnante hueco abierto en su organismo.

—Ha muerto hace muy poco. De lo contrario, olería bastante peor.

Jonathan y Michaeljordan no sabían si estaban más impresionados por el hallazgo de un cadáver o la frialdad con que Viki evaluaba la situación. Se encontraban en un entorno hostil donde, acababan de ver, la gente moría de verdad, y de forma horrible. Nada les garantizaba que ellos no fueran a acabar muy pronto como aquel pobre desgraciado.

—Parece un soldado de algún tipo —siguió diciendo Viki—. Pero no lleva nuestra bandera ni ningún distintivo de la OTAN. ¿Qué estaría haciendo aquí?

—¿Pero qué haces? —exclamó Michaeljordan, que se tapaba la boca para no vomitar.

Viki comenzó a registrar los bolsillos del uniforme del cadáver.

—Por si no os habéis fijado, esta habitación sólo tiene una salida, que es por la que hemos entrado. Tenemos que volver a la puerta principal para probar con esto.

[Pʀīϻʌʟ 99]Where stories live. Discover now