Cerradas. Todas las puertas del pasillo estaban cerradas. Aparentemente, la llave que Viki probaba en todas las cerraduras sólo servía para las puertas metálicas más grandes, las que daban acceso y salida al edificio. Aun así, debía seguir intentándolo. Tal vez detrás de alguna puerta encontraran un lugar donde ponerse a salvo, o incluso un teléfono con el que pedir ayuda.
—¿Por qué tenía plumas? —dijo Michaeljordan de repente.
—¿Qué? —contestó Jonathan como ausente.
—Que por qué tenía plumas. El dinosaurio.
—¿Eso es todo lo que te preocupa, tío? —preguntó Jonathan, algo irritado.
Se encontraban en un lugar espeluznante y oscuro. Desde luego, no era el momento para preguntas tontas.
—Lo siento —se disculpó Jonathan pasados unos segundos—. Es que estoy asustado.
—No pasa nada, tío —respondió Michaeljordan—. Yo también.
—Todos los dinosaurios carnívoros tenían plumas —explicó Jonathan con voz cansada—. Al menos, todos los de tamaño pequeño y medio. Si no salen con plumas en las pelis y los juegos es por desconocimiento popular.
—Pues con plumas son el doble de aterradores —dijo Michaeljordan con un hilillo de voz—. Son como dinobuitres de la muerte, o algo así.
—Chicos —intervino Viki—. Hablad más bajo, por favor.
Debían ser muy cautelosos. No sabían cuántos Deinonychus habitaban la base, ni si sólo se encontraban en el exterior o también cabía encontrarlos por los pasillos.
Siguieron probando puertas en silencio hasta que, al fin, Viki dio con un pomo que giró bajo su mano.
—¡Bien!
Era una puerta de doble batiente que conducía a una especie de sala de conferencias. Dentro, había una gran mesa rectangular y muchas sillas, una pizarra magnética, varias hileras de archivadores y una mesita con un teléfono.
Viki corrió hacia el teléfono. Si pudieran llamar a la comisaría de policía desde allí, a los adultos de San Juan no les quedaría más remedio que acudir en su busca. Pero, como era de esperar, cuando Viki descolgó el aparato, comprobó que no había línea.
—Mierda, tíos. —Viki arrojó el teléfono a un lado, se apoyó sobre la mesa y agachó la cabeza—. Yo... siento ser un desastre.
—¿Un desastre? —preguntó Jonathan.
Viki asintió.
—No sólo he perdido a mi hermana. También estamos atrapados aquí dentro por mi culpa.
Sus amigos negaron con la cabeza:
—Tía —dijo Michaeljordan—, de no ser por ti, ese Deinonychus se nos habría comido con patatas. Nos has salvado la vida.
—Estamos contigo en esto —dijo Jonathan—. No lo olvides.
—Gracias —dijo Viki esbozando una triste sonrisa. Aunque trataba de mantener el control en todo momento, lo cierto es que ella también estaba muy asustada.
Un estruendo metálico en los pasillos reclamó la atención de los amigos.
—No puede ser —dijo Michaeljordan.
Pero era precisamente lo que más temían: el Deinonychus había logrado echar abajo la puerta de entrada. La criatura rugió con su voz semejante al graznido de un ave carroñera, y entonces, para sorpresa de Viki y los demás, le respondió un segundo animal.
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[Pʀīϻʌʟ 99]
AventuraDurante el caluroso verano de 1999 en la diminuta y aislada localidad de San Juan, Viki y sus amigos Jonathan y Michaeljordan pasan las tardes viendo las mismas películas de aventuras, ciencia ficción y terror en VHS una y otra vez. También acostumb...