Capítulo 1: El inicio de un gran cambio

292 35 13
                                    

Eran las 5:30 de la mañana, escuché a mí alarma sonar, el cielo aún estaba oscuro y podía oír a los grillos haciendo su particular sonido. Apagué mi alarma, froté mis ojos con fuerza y me senté en la orilla de la cama. Pasé un tiempo antes de moverme, siempre me quedaba en esa posición pensando en lo que haría ese día. Luego retomé la conciencia, era un gran día que no podía olvidar, pues estaba por iniciar mi curso de cuarto semestre en un nuevo bachillerato. Al recordar esto sentí como los nervios recorrían mi cuerpo y se hacían cada vez más fuerte, no podía pensar en otra cosa más que en eso, trataba de tranquilizarme, pero no funcionaba.

- ¡Basta! - Dije en voz alta -. Solo voy a entrar a una nueva escuela, no hay nada que temer, puedo volver a hacer amigos fácilmente, y como si eso fuera muy importante, lo que necesito es concentrarme en mis estudios, esta escuela es mucho mejor que en la que estaba antes y por eso debo aprovecharla.

Me sentí tranquilo después de lo que dije, me levanté, agarré una toalla y tomé un baño. No tenía que preocuparme por el uniforme, afortunadamente, en esa escuela no existe como tal. Me puse lo mejor que tenía en mi armario; un pantalón azul, una camisa color negra, zapatos negros juveniles y un suéter blanco. Revisé el contenido de mi mochila, parecía todo correcto, decidí llevar mi cartera por si se me ocurría comprar algo, y mi celular si es que acaso me aburría en alguna clase libre o en el receso, sabía que no hablaría con nadie en mi primer día, soy demasiado tímido. Salí de la casa, despidiéndome de mi madre y dando un fuerte suspiro empecé a caminar.

En el camino pude observar como salía el sol, el ambiente era frío, pero me gustaba. Pasé por un parque y vi como algunas personas trotaban por ahí, las aves empezaban a cantar y el viento movía y tiraba algunas hojas de los árboles. Después, miré como las calles empezaban a llenarse de autos de gente apresurada por llegar a su trabajo. Seguí caminando, un gran estruendo llamó mi atención, era un edificio muy viejo que estaba siendo demolido, escuché que iban a construir una gran plaza comercial allí, quizá ya no tenga que tomar el autobús para comprar en la plaza ubicada al otro lado de la ciudad. Me distraía demasiado con el contorno que no me di cuenta que ya había llegado, la escuela se veía enorme desde fuera, calculaba unos tres pisos de altura y una anchura de casi una cuadra. Me dispuse a entrar, por dentro era aún más grande, estaba rodeado de demasiados salones, al lado de donde estaba había un cuarto extraño, parecía ser el lugar donde guardan todas las cosas que ya no servían o que por el momento no se usaban, caminé a la izquierda y encontré la dirección.

- Disculpe, ¿Dónde está el salón de cuarto semestre? - Pregunté a un hombre alto con camisa azul y corbata negra, parecía ser el director.

- Está subiendo las escaleras - Contestó, enseñándome con su dedo el camino que debo seguir -. Dobla a la derecha, y el segundo salón que veas, ese será el de cuarto semestre.

- Esta bien, gracias - Respondí un poco nervioso.

- Por cierto, soy Carlos Rivera, el director de esta institución. Eres el canadiense de nuevo ingreso, ¿cierto?

- Gusto en conocerlo señor - Traté de ser lo más amable posible -. Sí, soy Ryan O'Connor, el chico de nuevo ingreso.

- Un gusto Ryan, espero mucho de ti - Dijo Carlos con una voz orgullosa.

Me alejé de la dirección, seguí los pasos que me dio el director y llegué al salón, entré y justo daban las 6:30 de la mañana, aún faltaban 30 minutos para que empezara la clase así que elegí mi asiento con calma, había cuatro columnas con 5 sillas cada una, decidí sentarme en la segunda silla de la cuarta columna, puse mi mochila al lado izquierdo y saqué mi celular solo para distraerme. De repente una voz me interrumpió:

- Hola - Dijo una voz bastante agradable de escuchar, sonaba muy amistosa y simpática.

Levanté la mirada y era un chico, se veía más alto que yo, de tez clara pero cálida; sus ojos eran marrones, claros; su cabello era lacio, corto de los lados, con un peinado voluminoso de lado que cubría parte de su frente, de color castaño oscuro con toques más claros en las puntas, y en su rostro llevaba una sonrisa bastante tierna, agradable de ver.

De pronto regresé, tenía que responder, no supe cuánto tiempo estuve mirándolo, pero calculo que fueron segundos que él pudo haber notado.

- Hola - Respondí lo más apresurado posible.

- ¿Eres el de nuevo ingreso? - Dijo el chico.

- Ah, sí - Contesté.

- ¿Qué tal?, soy Ángel - Sus ojos se iluminaron al decirlo y su sonrisa se volvió cada vez más linda.

No puedo negar que le queda el nombre. Después de ver los rasgos que tenía y su comportamiento, no tenía dudas.

- Soy Ryan... Ryan O'Connor - Dije, un poco desorientado por lo que pasó anteriormente.

- ¿O'Connor? Nunca había escuchado ese apellido por aquí. ¿Eres de otro país? - Mencionó con curiosidad.

- Bueno... He pasado la mayor parte de mi vida aquí, en México, pero en realidad soy de Canadá.

- ¡Guau! ¿De Canadá? - Dijo Ángel asombrado -. Sabía que no eras de aquí, tus rasgos no se ven muy mexicanos.

- ¿Qué tienen mis rasgos? - Lo dije, no con tal de sentirme ofendido, sino que una fuerza extraña de alguna forma quería seguir hablando con él sin importar cuál fuera el tema.

- Bueno... Tu color de piel es blanca y tus ojos son como dorados, es bastante obvio saber que no eres mexicano - Respondió Ángel mientras me miraba cual pintor analizaba una obra de arte.

- Supongo que tienes razón - Respondí un poco sonrojado. Me sentía extraño al saber que alguien me estaba describiendo de esa forma.

- Sí, eres muy apuesto para ser mexicano - Mencionó Ángel con una actitud bromista, tocando mi hombro para mencionar que fue algo gracioso.

Me reí un poco, pero después no sabía qué es lo que estaba pasando, empezaba a sonrojarme mucho más, no podía dejar que me viera así, ni yo, ni mucho menos Ángel
Estaba confundido, ¿Cómo es que estos sentimientos que antes solían pasar con ciertas chicas, ahora volvieron con un chico, y, además, con mayor intensidad? No podía comprenderlo. Tenía tantas cosas en las qué pensar, pero mis pensamientos fueron interrumpidos de nuevo...

- Oye, ¿qué tienes? - Preguntó Ángel extrañado -. ¿Dije algo que te molestó?

- No, no - Respondí, acelerado. Estoy bien... ahora vuelvo, voy al baño.

Me levanté y me dirigí a la puerta. En el camino tiré mi mochila y tropecé torpemente con un mosaico del suelo que sobresalía de los otros.

- ¿Sabes dónde es? ¿quieres que te acompañe? - Dijo Ángel con voz bastante alta para que pudiera escucharlo.

- No, gracias. Sé dónde es - Respondí mientras me dirigía a un costado del salón para que no me viera.

Ángel se quedó pensando con un rostro confundido, esto había ocurrido tan rápido que aún tenía que procesarlo, no sabía si pedir disculpas cuando regresara o solo seguir con una conversación diferente, de cualquier forma, sentía que había algo raro conmigo.

Los dos caminos del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora