VI. Siesta

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Me está llevando a casa.

—Sabes que me cuesta menos de dos minutos ¿no? —digo mientras me pongo el cinturón.

El insiste en que me lleva. Tiene su mochila del gimnasio preparada en el asiento de atrás. Claro que esos músculos no se mantienen solos.

Ya estamos en mi calle. El se rie.

—te veo por la noche ¿si? —me pregunta.

—Que vayan bien tus reuniones –le digo—y el gym.

Antes de salir del coche me agarra y me besa.

—¿vamos a ser de esas parejas? —le pregunto.

—¡Oh vaya! ¿somos una pareja? —me bromea.

—Cállate—le digo, pero le devuelvo el beso.

Me quedo sola y tengo que ponerme al día. Estoy tirada en la cama revisando papeleos y al lado tengo mi ordenador portátil, cortesía de la empresa. Solo lo tengo yo así es otro regalo de Javi.

He debido de quedarme dormida porque me despierto cuando llaman al timbre.

Voy a abrir.

Es Lucas y entra casi empujándome. Está desquiciado. Empieza a gritar. Todavía tengo la puerta abierta de par en par. Le dan igual que nos oiga todo el barrio. Me dice de todo. Que se ha preocupado, que llevo todo el día ignorándole, que hago que lo pase mal, que me voy a arrepentir. Me empuja contra la pared al tiempo que me sigue gritando. No es un empujón suave. Es violento y de hecho me hago daño.

—¡Eh! —entra alguien por la puerta que se ha quedado abierta. Es Javier. La mantiene abierta y señala la salida—. Me parece que deberías irte.

Yo aún no he abierto la boca. Lucas desvía la atención de mí y pasa a Javier. Le tiene respeto, después de todo es su jefe. No me lo tiene a mí y yo también soy su jefa. Y soy el único motivo por el que sigue teniendo trabajo.

Asiente. Me mira de nuevo.

—Es tu nuevo entretenimiento ¿no? —me dice—. Ya sabía yo que esos rumores eran ciertos. Si eres una zorra de buena gana.— Se está alejando—.Me la voy a seguir follando yo –le dice a Javier. Este le sonríe de medio lado con superioridad.

—Claro –le dice. Cuando pasa por su lado para salir Javi le agarra del brazo. Se inclina sobre él—. Si le vuelves a poner la mano encima te mato –oigo que dice. Aunque se supone que no quería que yo lo escuchara.

Lucas se suelta bruscamente de su agarre y se va. Javier entra y cierra la puerta.

Sigo sin decir una palabra. Voy hacia mi habitación.

—¿Qué estabas haciendo? —me pregunta.

Levanto una ceja. Llevo unas mayas negras y una camiseta extragrande, suya por cierto, y un moño medio desecho. Me señalo.

—¿Dormir? —pregunta con una sonrisa.

Asiento lentamente.

—¿No vas a hablarme? —me pregunta y se sienta en mi cama.

Lleva ropa de calle. Zapatillas deportivas blancas, creo que son unas nike y una camiseta de algodón también blanca. Unos pantalones negros vaqueros, ajustados que hacen que se le marque todo.

—Aún estoy intentando volver a la realidad –digo. Bostezo. Me pongo delante de él, pero me quedo de pie. Creo que así intimido más—. Me sé defender sola —le digo.

Mira hacia abajo.

—No lo dudo.

Cruzo los brazos.

—¿Entonces? —pregunto.

Me mira de nuevo.

—Venga Idalia, lo siento si no te importa que te trate así, pero delante de mí no va a suceder. Sabes perfectamente que no le he despedido porque eres tú la que me ha pedido que no lo haga. Y no le he partido la cara por lo mismo y venir aquí y encontrármelo de morros...

—Yo no le he invitado —me justifico.

—No te estoy pidiendo explicaciones –dice.

Se lo contaría. Sabe que lo haría porque le he contado todos los detalles de mi vida. Suspira. Me acerco más a él y me agarra de los muslos y me siento encima.

—¿Le has dicho que estamos juntos? —me pregunta.

—No —contesto.

—¿Se lo vas a decir? —pregunta.

—Probablemente no le diga nada. No quiero hablar con él, ni de él —digo.

—Quiero que esto funcione —dice—. ¿Si no hubiera llegado yo hubieras acabado en la cama con él? -me pregunta.

Se que sus preguntas son sinceras porque todas nuestras conversaciones lo son. No quiere controlarme, ni poseerme, solo quiere saber la verdad, y sabe que se la voy a decir, aunque duela.

Me lo estoy pensando.

—No lo sé —digo al fin. Me lo sigo pensando—. Le hubiera dicho que voy a la cena contigo. Eso le haría enloquecer. Probablemente rompería algo y luego se iría dando un portazo. Al rato volvería y me querría follar –le cuento—, creo que... joder no lo sé. Quiero pensar que no le volvería a abrir la puerta.

—No tienes por qué decirme lo que quiero oír –me dice mientras me aparta el pelo de la cara.

Mi moño desecho ya no parece ni un moño. Javier no está enfadado y si tiene celos seguro que no los demuestra. No conmigo delante al menos.

—No. No sé qué es lo que hubiera hecho –digo—. No quiero hablar más de esto —vuelvo a repetir.

Me hace caso y no saca más el tema. Soy yo la que sigue:

—Si hubiera pasado ¿que harías?— le pregunto.

—Lo mismo de siempre— dice sin pensárselo.

—¿Por que? — le pregunto—. Si fuera al revés yo no seguiría por aquí —le digo. Es la verdad.

—Pero no ha pasado así que —dice.

—No esta vez —digo.

Levanta una ceja.

—¿Intentas provocarme o algo? —me pregunta.

—Un poco —digo y le sonrío—. Pero es verdad. Yo no haría lo que tú.

—Eso lo sé muy bien—me asegura.

Esta noche vamos al cine. No pensaba que podría pasar el rato con alguien normal, en una relación normal. Después de eso vamos a su casa. Follamos. Me quedo a dormir.

I N T E N S O [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora