XVI. Acompañante

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Efectivamente Fred me seguía a todas partes. Ahora mismo estábamos en el J (el centro comercial que abrieron hace poco). Fred era un señor de unos 35 años diría yo, igual alguno más. Era grande, y muy musculoso. Seguro que se pasaba medio día en el gimnasio, claro porque la otra mitad me hace de niñera.

—¿Y este? —salgo del vestuario y le enseño un vestido de tonos lilas de encaje.

Fred cruza los brazos (como puede porque esta cargado con mis bolsas), y arruga la nariz. 

—No te gusta —digo.

Él niega con la cabeza. Señala el vestido que me había probado anteriormente.  Era uno negro con la espalda al aire.

—Nada de nada, sin embargo ese era espectacular —asegura.

Está bien. Me ha convencido. Vuelvo a cerrar las cortinas del vestuario. Todo esto es porque Javier me ha pedido que sea acompañante en una cena de negocios. Javier tenía la fama de acudir a este tipo de reuniones en solitario, aunque todos los demás empresarios llevaran alguna modelo o alguna escolta, sus respectivas novias o sus esposas. Mas bien llevaban a sus chicas de decoración, igual con eso piensas que tienen más posibilidades de cerrar un trato. Ahora yo iba a ser si acompañante y si pensara que Javier me llevaba allí para ser un florero no iría, pero sé que no es el caso. Porque si no, no tendría la fama de chico solitario en este tipo de reuniones y ya habría llevado otras chicas antes de mí. Y yo soy la primera.

Estoy en el asiento de atrás y estoy intentando acomodar la cantidad de bolsas. Fred me mira por el retrovisor y se ríe. Fred podría ser de mi tipo, en realidad no estoy segura de tener un tipo. Pero no, pienso con mucha claridad ahora y no quiero cagarla con Javier, menos con Fred, que aparte de dejarle sin trabajo, no estoy muy segura de que Javier me lo perdonara. Por mucho que diga que sí.

Entro en casa y Rita se encarga de llevarme todas las bolsas. Aunque es una comodidad no pensar en las tareas del hogar creo que ya va siendo hora de hablar con Javier. No necesito tener a una criada en mi casa, o asistenta, como él la llama. Por otro lado, tampoco quiero echar a Rita a la calle...

Me doy un baño largo, creo que me quedo dormida también porque al rato oigo ruido del piso de abajo. Alguien subiendo las escaleras. He dejado la puerta del baño abierta. Javier entra y se inclina para darme un beso en los labios que yo de vuelvo.

—¿Qué tal las compras? —pregunta. Se está quitando la corbata y se desabrocha unos cuantos botones de la camisa. Se sienta al borde de la bañera y me mira hacia abajo.

—La verdad que muy bien, creo que me vas a odiar cuando veas tu tarjeta de crédito —le digo.

Él ríe a carcajadas.

—Me alegro —dice—. ¿Crees que me podrías hacer un hueco?

Hago una mueca, miro la bañera y le vuelvo a mirar a él.

—No creo que haya sitio para ti –le digo poniendo una cara triste —además, estaba a punto de irme. 

—¿Estás segura de eso? —pregunta. Se remanga un brazo y lo mete dentro del agua.

Me toca el muslo por dentro y lentamente me acaricia hasta que llega a mi zona. Me dejo hacer recostándome un poco más y dejando escapar un pequeño gemido. Él sonríe mientras me observa.

Sigue masajeando mi clítoris con cuidado. Cierro los ojos.

—¿Y ahora me podrías hacer un sitio?

—Mmmm.... no... —digo. Otro gemido más se me escapa.

Siento como dos de sus dedos entran en mí y con su pulgar sigue masajeándome de la misma manera. Jadeo de placer.

Joder. ¿Cómo me lo hace tan bien?

—No pares... —digo entre dientes.

Él sonríe complacido y no para. Sigue unos minutos más hasta que todo mi cuerpo se tensa. Él lo nota y acelera un poco el ritmo.

Me agarro de los extremos de la bañera cuando siento que ya estoy a punto.

—En serio...  no pares... —digo con un gemido al tiempo que me corro y vuelvo a sentir como mi cuerpo se relaja después de sentir una gran descarga de placer.

Javier se quita la camisa y la deja tirada en el suelo, hace lo mismo con el resto de su ropa. En esa bañera cabemos los dos de sobra ni siquiera le tendría que hacer hueco. Sin embargo, me incorporo un poco y él entra conmigo. Tiramos algo de agua fuera. Pobre Rita, siempre le hacemos lo mismo.

Le doy la espalda y él me agarra de la tripa para ponerme encima suyo. Me agarra los pechos y me besa el cuello cuando me coloco hasta sentir como entra dentro de mí. Me muevo lentamente, porque no quiero causar más desastres. Javier también está gimiendo ahora. Con un mano me agarra del cuello y la otra sigue jugando con mis pechos. Sigo muy cachonda y siento como mi cuerpo se está tensando otra vez.

—Tócame —le pido.

Y él lo hace. Baja su mano hasta mi zona y en unos pocos segundos estoy jadeando otra vez.

Javier me levanta agarrándome de la cintura y me da la vuelta. Ahora estamos cara a cara. Me coloco encima de él y vuelvo a sentir como entra dentro de mí. Aun siento pequeñas descargas conforme me muevo de arriba abajo. Javier me agarra el culo, lo estruja.

—Joder, Idalia —dice entre dientes.

Me agarra del pelo y tira de él y yo gimo. Recorre uno de mis pechos con la boca. Me suelta y busca mis labios. Se aparta en mitad del beso. Se agarra de los bordes de la bañera.

Siento que está a punto. Intento hacerlo un poco más rápido, sin causar demasiado desastre y él me agarra fuerte del cuerpo al tiempo que se relaja. Gime y jadea. Yo también.

Me quedo unos segundos más así y me inclino para besarle. Me devuelve el beso.

—Voy a salir ya —digo. Levanto mis dedos de la mano —Mira lo arrugada que estoy.

Salgo y él aún tiene esa cara de placer en su rostro. Estoy con una toalla blanca envolviéndome el cuerpo, y siento a Javier agarrándome por detrás. Incluso me da un pequeño susto. Me presiona contra la pared. Me muerde la oreja.

—No te vayas aún, nena, creo que no he acabado contigo —dice en mi oreja.

—¿A no? —pregunto de forma sensual.

—Para nada —dice él.

Me quita la toalla que cae al suelo. Me sigue presionando contra la pared y no puedo verle la cara. Siento sus labios en mi nuca. Me apoyo con las manos en la pared y aqueo un poco mi espalda, siento como se desliza dentro de mí.

Ahora no estamos en la bañera y Javier no se corta. Me da fuerte y rítmicamente. Gimo mucho más fuerte que antes, primero porque no hace falta que me contenga, Rita ha escuchado cosas peores, y segundo, porque joder, me lo está haciendo muy fuerte. Me gusta. Me gusta más aún cuando me agarra del pelo como había hecho en la bañera sin detenerse ni un poco, ni bajar la intensidad. No tarda nada antes de liberarme y llegar al orgasmo de nuevo.

Suspira largo. Sale de mí y me da la vuelta. Me agarra la cabeza por detrás y me besa.

—No tienes ni idea de lo que te quiero —me dice. Mi corazón late más deprisa y no por el polvo.

Extiendo mis brazos y le abrazo. Él me levanta del suelo para no tener que agacharse.

—Yo también a ti –murmuro en su cuello.

Me deja en el suelo de nuevo. Va a recoger la ropa que ha dejado tirada por allí y yo vuelvo a coger mi toalla del suelo. Empiezo a prepararme para la cena de negocios.

I N T E N S O [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora