La tarde era sofocante, el sol y la extraña humedad se combinaban para que los atletas que en el campo entrenaban probaran más su resistencia, la humedad los llevaba al límite de su resistencia.
Algunos corrían, otros saltaban, algunos estaban entre una jaula y lanzaban objetos pesados. Nadie les prestaba atención, en la gradas apenas hacían algunas personas, habían parejas demostrándose la forma más básica del amor, los besos. Otros estaban absortos en sus libros, otros en sus móviles.
Había un chico en sentado, estaba absorto en sus pensamientos, estaba solo, su compañera soledad lo acompañaba, lo había hecho desde que llegó, hace una hora.
Una joven estaba sentada dos metros a su derecha, dos gradas más arriba. No prestada atención a los corredores sino al joven dos gradas abajo.
Lo había seguido desde la salida de clases, mientras otros se iban a sus casas o a otro lugar, ella había decidido seguirlo al ver que se dirigía solo hacia el campo, dijo a sus amigas que haría algo, que se adelantaran. En cuanto a él no sabemos que hacía allí.Lo observó por largo rato, su mirada era dulce y tierna, él tenía la mirada hacia el suelo.
Agarró valor o coraje, quizás sean lo mismo, pero ella con toda la seguridad que una chica enamorada es capaz de lograr, bajó lentamente, maquinando en su cabeza cómo comenzar o qué decir, su cabeza daba vueltas, su corazón palpitaba, su cuerpo se estremecía pensando en las respuestas de él a sus preguntas.—¿estás bien? —preguntó.
—hola, Estéfani.
—¿cómo estás?
—como siempre —improvisó le respuesta encogiéndose de hombros.
—no te ves bien.
—¿y tú, cómo estás?
—¡enamorada! —soltó de golpe ésta exclamación mientras su sonrisa iluminaba su cara.
—¡felicidades! —dijo maquinalmente.
—¿en serio estás bien?
—¿puedo confesarte algo?
—claro, recuerdo que antes éramos amigos.
—sí, por cierto, estoy trabajando en “La Saeta ”...
—¡enserio!
—sí, hablé con Frank y decidió ayudarme.
—no me dijo nada. Creí que ya no eran amigos.
—no como antes.
—pero aún así, eres amigo nuestro.
—creí que me odiabas.
—¡claro que no!
—¿no eres la chica que siempre se burlaba de mi?
—sí, pero no te odiaba.
—me decías idiota sin corazón. —dijo sonriendo.
—te lo merecías.
Ambos rieron.
—¿qué querías confesarme?
—es una pregunta.
Las gradas se iban vaciando, si es que no lo estaban, los atletas se fueron marchando, sólo quedaron dos siluetas bajo el sol de ser aquella tarde.
—¿cómo es que sabes que estás enamorada?
—mi corazón palpita fuerte cuando lo veo, y puedo ver su cara al cerrar mis ojos.
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EL AMOR EN LA ESQUINA
Teen FictionUna historia de amor diferente, constante y continua que te llevará a los rincones más oscuros del corazón de los personajes de este relato. ¿amor? ¿pasión? encontrarás todo en esta historia.