Me encontraba aturdido, había un zumbido en mis oídos no podía ver con claridad lo que ocurría, ahí estaba este hombre llevaba un abrigo largo y una bufanda que cubría su cuello, cabello rizado y sus ojos, son lo que más recuerdo de el, me miraba analíticamente, de pronto la ambulancia llegó, me subieron a una camilla tan rápido como pudieron, no se en que momento perdí la conciencia.
Cuando desperté me encontraba esposado a la camilla, ni siquiera podía recordar lo ocurrido, lo único que veía en mi mente y en mis locos desvaríos era aquel hombre de negro cabello.
¿Sangre? Había sangre en mis manos, en mi ropa en mi cuerpo, estaba cubierto de sangre.
Cai en cuenta de lo ocurrido, quizá todo había sido un sueño una horrenda pesadilla, quizá sí dormía podría despertar a la realidad, así que lo hice.
Cerré los ojos, apreté tanto que mi cabeza comenzó a doler.
No sabía que hacer el sueño no llegaba, solo el dolor en mi cuerpo entero era lo único que me quedaba.
De pronto comencé a escuchar unos pasos que se dirigían hacia mi.
No abrí los ojos solo espere a que la persona que había entrado creyera que aún dormía y se fuera.
Aún sin abrir los ojos podía sentir sus ojos en mi, me miraba como si pudiera penetrar mi alma tan solo con sus ojos, hurgando en lo más profundo de mi ser.
Sentía su respiración por encima de mí rostro, pronto comenzó a dirigirme la palabra, hacía toda clase de preguntas, pero me quedé inmóvil, pronto soltó una carcajada, para después decir que sabía que fingía estar dormido.
Abrí los ojos, era el chico de ojos lindos de aquella vez, me miraba muy de cerca, parecía no saber de espacio personal, sus ojos eran muy bonitos, con su mirada camaleónica.
No sabía que decir solo me quedé mirando sus ojos como hipnotizado, pero eso pareció no molestarlo.
Siguió con su interrogatorio:
¿Cuál es su nombre?
Jonh Watson
¿Qué recuerda de aquella tarde?
Escuché su voz pero no podía recordar nada de aquel día, solo un dolor punzante en mi cabeza, eso era lo único que pensaba.
Sus ojos aún me seguían mirando, cuestionando todo.
No hacía falta contestar nada más, él parecía comprender que no le podía contestar a aquella pregunta.
Me miró por última vez y decidió marcharse, no sin antes darme su tarjeta por si recordaba algo.
Pasaron los minutos antes de que pudiera recordar algo, lo que recordé me aterró, estaba frente a alguien, estaba todo oscuro, solo podía ver la silueta negra frente a mi, yo sostenía un arma frente a su rostro.
Desperté, quise pensar que todo era una pesadilla, me intenté convencer de ello, pero no era tonto, por algo estaba ahí y esposado.
Quería salir correr, pretender que lo poco que venía a mi mente solo era un sueño, una mala pesadilla que terminaría en cualquier momento.
Los doctores entraban me revisaban, evaluando mi estado, no era tonto podía ver los ojos de ellos por encima de mi persona, me miraban como si fuera la peor escoria, como si desearan que estuviera muerto.
Entonces vino a mi mente la mirada de aquel hombre alto, su mirada me analizaba por completo aún así no había rastro ni una sola chispa en su mirada que me dijera que era yo un asesino.
El era el único que no me juzgaba, quizá debía hablar con el ¿Pero que le diría? ¿Le contaría sobre mis pesadillas? No podía hacer eso, sería condenarme a una vida en prisión.
A todo esto el hombre aquel jamás se presentó, o quizá lo hizo, tal vez no presente la suficiente atención, además había puesto la tarjeta encima de la mesa a un lado de mi ¿como pretendía que le hablara si no me podía mover? Quizá sería mi perdición, jamás saldría bien parado de ello, terminaría en prisión y toda mi vida sería un asco ¿Pero acaso mi vida era buena antes de todo lo sucedido? En mi mente habían más preguntas que respuestas, las horas, los minutos, los segundos pasaban, no podía hacer otra cosa más que esperar, no me podía detener.
Cerré los ojos de nuevo y desperté hasta la mañana, ya no hubo pesadillas, solo una maraña de ideas en mi cabeza, el dolo ya no era tan agudo, me sentía menos mareado, percibía mejor las cosas a mi alrededor, la luz de la mañana me cegaba un poco, aún así ya no dolía como ayer, vi a un hombre entrar a dónde me encontraba, era un policía, lo supe por su placa.
Comenzó de nuevo con el interrogatorio, solo alcance a decirle que no recordaba nada en absoluto.
Me tomo del cuello, comenzó a apretar, sentía que no podía respirar, solo escuche unas palabras antes de comenzar a perder el aliento.
Si dices algo te asesinaremos....
Escuché esas palabras y cuando creía que me iba a desmayar lo vi entrar, a paso veloz tomo al hombre por detrás y lo arrojó al piso, por fin pude respirar, mía ojos ardían, el hombre vestido de policía saco un arma de su bolsillo, apunto al hombre rizado antes de salir huyendo por la puerta.
El tipo alto que me miraba buscando cualquier pista por toda la habitación, parecía no estar preocupado por mi salud, solo buscaba con su lupa, le pregunté si no pensaba seguir al tipo, el solo contesto con un no.
Me sentí impresionado de ver al hombre que hablaba todo tipo de incoherencias como hablando para si mismo.
Después de unos minutos, salió de la habitación, escuché como hacía un par de llamadas, de pronto tenía a dos policías resguardando la entrada, los doctores me revisaban y por fin me quitaron una esposa liberando uno de mis brazos.
Sentí alivio, estire mi mano para poder ver el nombre del que se había convertido en mi Salvador, Sherlock Holmes rezaba la tarjeta.