La casera me invito una deliciosa taza de té y me hizo toda clase de preguntas:
Donde nos habíamos conocido?
Como nos hicimos novios?No sabía que contestar, simplemente me quedé callado bebiendo la taza de té lo más lento que pude.
Lo bueno de todo es que después de tanta pregunta incómoda, por fin llego el chico de cabello rizado nuevamente a salvar el día.
Era fácil imaginarlo cuál superhéroe, podía imaginarlo con un atuendo quizá con capa, seguramente se vería muy guapo.
Aparte aquellos pensamientos de mi cabeza para mirar de nuevo lo que ocurría.
El hombre se acercó a mi dejando un beso brusco en mis labios, para después decirme amor.
Se notaba demasiado que jamás en su vida había dado un beso, quizá hasta me habría roto el labio.
Aún así aquel beso me provocó un sonrojo.
Pronto la mujer salió por la puerta, diciendo que dejaría solo a los tortolos.
Sherlock tenía una gran sonrisa, pero cuando se cerró la puerta volvió a su estado de seriedad.
Para después sentarse en un sillón en pose de meditación.
Hubiera deseado poder comprender todo lo ocurrido, pero nada estaba claro en mi mente.
Ya que no podía hacer otra cosa y al ver el desorden en la cocina, decidi ayudar a limpiar.
Después de lo que parecieran ser horas por fin el detective abrió los ojos.
Miro a su alrededor y en lugar de alegrarse por ver todo limpio se molesto.
Por fin, después de un rato de caminar de un lado al otro el detective se quedo estático mirando alrededor aún con la ropa del hospital.
Me miro detenidamente y me ordenó que me quitará la ropa.
Algo que me negué rotundamente a hacer, así que el detective me tomo del brazo y me arrastro a su habitación.
Me arrojó a la cama, no sabía que era lo que pensaba hacer me sentía desorientado, mi corazón palpitaba deprisa dentro de mi pecho.
Por más que intente forcejear fue en vano.
Se subió encima colocando todo el peso de su cuerpo sobre mi.
Me sentí envuelto en aquella extraña atmósfera.
Deje que sus largos dedos se deslizarán por todo mi cuerpo.
Su mirada estaba fija en mi.
Su respiración agitada me hizo temblar, mientras desabotanaba mi camisa, dejando al descubierto mi cuerpo desnudo.
Comenzó a tocar cada una de las heridas en mi cuerpo, a mirar meticulosamente.
Comenzó a sacar sus deducciones acerca de ellas, haciendo alarde de su asombrosa inteligencia.
Aquello me dejó con la boca abierta, cuando supo al instante que aquellas eran heridas de guerra.
También cuando dedujo que era médico, ahora más que nunca mi corazón latía tan fuerte que sentí que si acercaba aún más podría escucharlo.
Mi respiración era cada vez más agitada, arrojó el saco y la camisa al piso.
Me sentí totalmente desarmado, no quería caer ante aquel juego peligroso.
Sentí que si seguía desvistiendo mi cuerpo también terminaría haciendo lo mismo con mi alma, caería en sus trampas de seducción de las que ni el mismo parecía estar consciente.
Inverti la posición para poder escapar de su cuerpo, pero aquello solo provocó que al tenerlo debajo de mi y al tenerlo tan cerca quisiera devorar sus labios y unir más nuestros cuerpos.
Me acerqué lento, esperando que no me golpeara en el intento, al estar cerca de su oído le susurre que la forma de besar que había usado con anterioridad no era la correcta.
Que lo correcto era hacerlo lento y suave.
Me acerqué aún más hasta quedar con mis labios muy cerca de los suyos.
Pude verlo inmóvil ante aquel gesto.
Cerró los ojos al verme tan cerca, de pronto nuestros labios estaban más cerca que nunca.
Mientras lo besaba tome sus manos y las puse en mi rostro, mordí su labio inferior y sentí su cuerpo debajo del mío estremecer.
Su respiración se sentía más agitada y calle sus gemidos al saborear con mi lengua la suya.
Después deje de besarlo y pase hasta su cuello para morderlo con toda la dulzura.
Note que sus manos estaban ahora en sus muslos, apretaba tan fuerte que creí que se haría daño así que puse sus manos en mi espalda.
Aún cuando me arañó la espalda no deje de besar su cuello y su lóbulo.
Parecía disfrutar bastante del momento sus fuertes gemidos que dejaba escapar de cuando en cuando lo delataba.
Hasta que su parte racional se hizo presente y me arrojó al piso como si del saco me tratará.