Abrió sus ojos con pesar, se había dormido en una rama de un árbol con tranquilidad, el día, como lo llamaban los seres humanos, comenzaba bajo las primeras luces del alba. Rodó los ojos, usualmente se levantaba de noche, se sentía más cómodo sin tener que toparse directamente con las personas que deambulaban por la tierra.
Se bajó de la rama en la que estaba, la hierba debajo de sus pies no lo hizo experimentar nada, a pesar de que caminaba al lado de las personas, escuchando muchas de las pláticas que entre ellos tenían, estaba consiente que nunca podría comprender las sensaciones que ellos mencionaban, "El sol está quemándome" "El agua estaba demasiado fría esta mañana" "La brisa está soplando con fuerza" para él, las cosas solo tenían un fin, que no podía variar de ninguna forma distinta, al final del día, él, se habría llevado a muchas personas de ese mundo.
Caminaba con calma, sabía que mientras no tocará nada de más las cosas mantendrían su equilibrio. Recordó sus primeros pasos sobre la tierra, cuando aún no conocía bien el poder con el que había sido dotado, se había detenido frente a unas hermosas violetas, queriendo sentir su aroma, las rozó con la mano y de inmediato se marchitaron.
Le daba gracia que en ocasiones, las personas creyeran que era mujer, por su nombre, a veces pensaba que era absurdo, se detuvo en una de las aceras intentando no toparse con nadie, recordando como su padre el Tiempo hacía que las situaciones marcharán. De entre todos sus hermanos él, era el más solitario, prefería que así fuera, no tenía por qué dar explicaciones de lo que sucediera.
Una persona lo golpeó, traspasándolo de repente, cuando esto ocurría se asqueaba, sabía que no pasaría nada, era un simple roce que los humanos tenían con él. Hasta cierto punto disfrutaba lo que hacía, ver el último respiro de las personas era algo que Vida nunca iba a entender, ella los traía al mundo y él se los llevaba.
Suspiró, miraba hacia todos lados con aparente calma, hasta que lo sintió, en algún lado alguien ya se iba, su cuerpo vibraba, sus manos sudaban helado, era extraño que sintiera lo mismo que la persona que se estaba yendo, solamente ocurría cuando era antes de tiempo, casi siempre por accidentes o robos, la sangre inocente clamaba en su piel. Negó, mientras comenzaba a teletransportarse hacía donde su presencia era llamada.
Una casa de dos plantas, con una pintura ya desgastada por el tiempo, se presentó en los ojos heterocromáticos de Muerte, respiró, el característico olor de una casa a punto de perder a un pariente, sabía lo que era, se iba por enfermedad y no por su tiempo.
No le costó llegar la habitación, un hombre de 30 años, postrado en una cama demasiado grande para él sólo, sus ojos se fijaron en la mujer de al lado, "Su esposa" Pensó cuando notó que le tomaba la mano con delicadeza, y besaba con dolor.
—Te amo — Muerte rodó sus ojos, Amor nunca estaba presente en esos momentos, solamente cuando todo comenzaba, respiró profundo, exasperándose por llevarse al hombre.
—Yo más — Dijo con una tos saliendo como respuesta.
Soltó el aire que había tomado, se acercó al hombre de cabellera castaña y piel blanca, levantó su mano derecha para posarla con naturalidad sobre él, momentos después lo vio, el mismo espectáculo de siempre, la mirada fija en alguna parte, el pánico creciente en el pecho, la respiración comenzando a cortarse para después exhalar lo que mantenía con vida a los humanos.
De inmediato, tristeza apareció, fue como si ya estuviera esperando fuera de la casa, era su hermana menor y no podía negar que era la única con la que podía hablar de vez en cuando con normalidad.
— ¿Hace cuánto pasó? – Le preguntó, los seres humanos no los escuchaban a menos que ellos decidieran permitir que pudieran hacerlo o no, nunca se dejaban ver con los humanos, no pretendían que supieran cómo eran sino que supieran que estaban ahí.
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Muerte viva
Fanfiction¿Qué ocurre cuando la muerte, se enamora de la vida? ¿Puede acaso correr de ella? En dado caso, la muerte no debería sentir, ni siquiera pudiera darse el lujo de pensarlo. Sin embargo, nadie está excento de que afloren sentimientos, y hasta a la mue...