Al día siguiente Muerte espero, sintiendo como crecía la ansiedad en su abdomen, suspiraba constantemente, desde que el sol había salido, pasaba por momentos en la habitación de Isla, esperando que su padre y Vida aparecieran.
Conforme pasaban las horas, Muerte había comenzado su plan. Se había escabullido a los lugares donde Vida solía frecuentar. Las noticias no se habían detenido durante la mañana, los televisores mostraban.
<<Un terremoto ha sacudido la costa de Filipinas. Un avión sufrió un accidente esta madrugada en el centro de Nueva York. Tiroteo en Londres se roba la paz de la ciudad. Un edificio en construcción se cayó, llevándose miles de vidas>>
Tiempo, suspiraba sentado en la rama de un árbol, esperando que el día terminara, esperando que su hijo volviera a la normalidad.
— ¿No harás nada? — Preguntó Naturaleza mirándolo con tristeza e indignación.
—No — Respondió — Debe terminar esto, aunque nos duela.
— ¡Tiempo está matando gente inocente! — Recalcó Naturaleza.
— ¿Crees que no me duele? — Respondió — Claro que sí, pero Vida y yo no podemos hacer nada, y Muerte debe recapacitar... A veces lo que queremos no es lo que necesitamos.
—Me duele verlo así — Tiempo asintió — nunca lo había visto tan fuera de él.
—Lo sé, necesita perderse, para poder volver — Naturaleza suspiró, tomando la mano de su esposo.
***
La noche había caído, justo cuando Arum entraba en el cuarto de Isla, se había arreglado el cabello lo suficiente, así que traspasó la puerta con tranquilidad, sorprendiéndose al ver a la pelirroja despierta.
Isla que había mantenido los ojos en la ventana del hospital, los movió hasta Muerte, una leve sonrisa apareció en su rostro, sintió los nervios inundarle el estómago, sus signos se dispararon llamando la atención de Arum.
—Creo que la pantalla me delato — Susurró — siempre me pongo nerviosa cuando te veo — Su voz era débil.
—Yo también — Contestó — aunque, no sabría definir lo que siento cuando mis ojos se cruzan con los tuyos — Las comisuras de la pelirroja se levantaron — así que creo que es mutuo.
—Así empezó mi papá – Dijo mientras fijaba su mirada en el techo — recuerdo la primera vez que llegamos al hospital.
Arum guardó silencio, era la primera señal que se iría, cuando los recuerdos aparecían en su memoria, intentando aferrarse, a los momentos de vida que les quedaban grabados.
—Papá había tenido un ataque parecido — En su rostro se posó una sombra de tristeza — estuvimos dos horas esperando, para recibir un diagnóstico — Su mirada se miraba perdida — así como conmigo, ayer mismo me dieron el cuadro clínico — Arum hizo callar su mente.
—¿Qué tienes? — Preguntó apretando sus manos para convertirlos en puños.
Isla guardó un silencio casi sagrado.
—Fibrosis quística — Respondió con la voz quebrada.
—Pero tiene cura... — Isla sonrió con un toqué de decepción — ¿Verdad?
—No sé por qué se desarrolló tanto, tan rápido — Lo observó — es como si hubiese estado bailando con la muerte.
Arum agachó la cabeza.
—Quizá sí fue así — Respondió mirando hacia el suelo.
—No le temo a la Muerte — El azabache alzó su mirada — a veces, creo que hay cosas que enfrentarlas de una sola vez, es lo mejor.
—No digas eso...
—Arum — Lo detuvo — sé que moriré — hasta ese momento Muerte se percató que ella podía verlo, sin necesidad que él cambiara de forma.
Su rostro se desencajó, asustando a Isla.
—¿Puedes verme? — Preguntó, queriendo confirmar lo obvio.
—Sí — Contestó con la voz tranquila.
—Isla... — La voz de Muerte temblaba — yo... soy — Se detuvo un momento — ¿Recuerdas que te pedí que no me tocarás?
Ella asintió.
—Era porque yo — Arum suspiró — yo soy la muerte.
El silencio volvió a inundar el lugar, ella tenía abiertos los ojos de par en par.
—Sé que es difícil de creer, pero es verdad, no todos lo humanos pueden verme antes de irse — Ella negó.
—No bromees así — Contestó casi sin voz.
—No bromearía contigo así — Era un momento crítico, Muerte podía sentir como se desgarraba por dentro, el rostro de Isla se llenó de miedo en cuestión de segundos — Isla, escúchame...
—Vete — La mamá de ella entró con el rostro triste — ¿Mamá lo ves? — Muerte observó a Isla, el intento por razonar lo inexplicable.
— ¿A quién? — La mamá miró hacia todos lados — Cariño no hay nadie más aquí.
—Mami está ahí – Lo señaló con lágrimas en los ojos — Es un muchacho...
La madre de Isla, se acercó a abrazarla, los ojos celestes de la pelirroja no dejaban de ver a los heterocromáticos de Muerte.
—Ella no puede verme — Explicó con la voz suave — porque aún no es su tiempo — ella miró hacia todos lados — No todos los que se van pueden verme, tú mamá dirá que estas delirando — Suspiró — volveré cuando ya debas irte por completo.
La pelirroja cerró los ojos, pensando que así se iría el miedo, como cuando un niño se cubre con una sábana para evitar que un fantasma aparezca. Muerte sabía que necesitaba dejarla sola, y esperar que se durmiera, sería menos doloroso para él llevársela mientras no lo mirara con esos ojos que en un entonces lo habían atravesado haciéndolo rozar la locura.
Se desvaneció, esperando que eso la tranquilizara.
Vagaba por las calles, sintiéndose triste con cada minuto que pasaba, no recordaba un momento en su vida que se hubiese sentido igual, tocaba personas al azar en las calles, enfermándolas, deprimiéndolas, haciéndolas tomar decisiones que no tenían que tomar.
Tomó asiento en una banca cerca del Támesis, suspiró, no supo bien que es lo que haría, así que se aproximó al río, cumpliría lo que le había dicho a su padre. Una onda expansiva se hizo en el agua, cuando una de sus manos se sumergió en el caudal del río.
Respiró profundo, subiendo al cielo, manteniéndose suspendido en el aire, se dejó llevar por las brisas, hasta que se detuvo frente a un avión, tocó una de las alas, causándole turbulencia al transporte.
—No me voy a detener — Susurró con una mueca llena de dolor en el rostro, abrazándose a él mismo.
***
La pelirroja abrazaba su almohada, pidiendo un día más para poder ver sonreír a su mamá, había estado jugando con la muerte sin darse cuenta, las lágrimas corrían por sus mejillas, no entendía cómo algo que la había hecho feliz, podía matarla.
El amor que habían creado con Arum, la hacía tener tantas dudas en su mente, sabía que no era culpa de él, no era culpa de nadie... El amor solo ocurre, y creerle que realmente era la muerte, era algo casi inconcebible en su mente.
Pero, si se iría ¿no tendría derecho a amar a la muerte? de todas formas no era mala, hacía lo que debía hacer.
ESTÁS LEYENDO
Muerte viva
Fanfiction¿Qué ocurre cuando la muerte, se enamora de la vida? ¿Puede acaso correr de ella? En dado caso, la muerte no debería sentir, ni siquiera pudiera darse el lujo de pensarlo. Sin embargo, nadie está excento de que afloren sentimientos, y hasta a la mue...